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El cosmos como mundo de ficción

La noche del 21 al 22 de octubre, desde cualquier lugar del planeta con cielo despejado, se verá la lluvia de meteoros de las Oriónidas, asociada a restos dejados por el cometa Halley. Este texto nos cuenta qué hay en la literatura que nos acerca al firmamento y nos inspira.

Manuel José Rincón D. *
18 de octubre de 2015 - 02:00 a. m.
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l firmamento no ha pasado inadvertido para los seres humanos. Como las nubes, hemos imaginado formas y viajado con o a través de él. De hecho, el cosmos se ha convertido en otro espacio para explorar no solo por la ciencia, sino también por el arte, ya sea pintura, música o literatura. Buscamos explicarlo, entender su origen y saber quiénes somos, de dónde vinimos, hacia dónde vamos.

En el caso de la literatura y el cine, el universo ha sido más asociado a viajes espaciales y hasta guerras interestelares. Esto no necesariamente es “ciencia ficción”. El cuentista y novelista Philip K. Dick, conocido por su obra Blade runner, aconsejaba separar la ciencia ficción del futuro y de la tecnología avanzada para quedarnos con un mundo ficticio, “una sociedad que no existe de hecho, pero que se basa en nuestra sociedad real”.

Como escritores, la astronomía, y todo lo que gire alrededor de ella, puede ser vista como un recurso narrativo, una fuente exploratoria para explicar más nuestro mundo e imaginar otros. De hecho, desde la literatura buscamos entenderlo, comprenderlo y ver otras formas de explicarlo, y así, como la ciencia busca las bases del origen desde el método científico, astronomía y literatura buscan también saber sobre nuestros primeros momentos de vida y cómo nos comportamos en ella.

En el pasado, los hombres buscaron en el cielo una señal para saber el momento de sembrar y el momento de cosechar y encontraron una guía en los puntos luminosos del firmamento. Los caldeos y griegos imaginaron figuras en esas estrellas y nombraron las primeras constelaciones que conocemos en Occidente. Proyectaron dioses en el cosmos para su protección y veneración.

Algo similar ocurrió con otras civilizaciones. El Popol Vuh, las antiguas historias del quiché escritas por los mayas, también explica el origen del mundo, la creación del hombre y trabaja el ciclo del cielo. Muchos años después el autor guatemalteco Augusto Monterroso hizo un homenaje a la sabiduría maya y plasmó en el cuento El eclipse esos conocimientos de astronomía.

En la historia, el prisionero Fray Bartolomé Arrazola, para salvarse, amenaza a los indígenas diciéndoles que si lo matan, él hará oscurecer el cielo. Sabía que ese día habría un eclipse… “Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante sobre la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles”.

Gabriel García Márquez tampoco pasó desapercibido al cielo y sus interpretaciones. La exactitud en los datos era una de sus obsesiones. Consultaba con amigos fechas exactas de fenómenos astronómicos o dónde estaba Venus en un día determinado. Esto sin olvidar que en Del amor y otros demonios un eclipse total de sol sirve de elemento para fortalecer la trama de la historia y la caracterización de personajes como Cayetano Delaura y María Mandinga. La interpretación del eclipse permite contrastar la visión colonial y religiosa con la visión naturista del mundo nativo.

La primera mención de fenómenos astronómicos en la novela se hace en boca del Marqués después de escuchar temores sobre una posible peste de mal de rabia: “No hay anuncios de cometas ni eclipses, que yo sepa, ni tenemos culpas tan grandes como para que Dios se ocupe de nosotros”, la frase refuerza la falsa creencia de que los cometas y eclipses constituyen malos augurios.

Los dos ejemplos muestran como la astronomía y sus fenómenos son recursos narrativos que permiten al escritor apoyar sus historias, incrementar la fuerza del relato o explicar el mundo desde otra visión. En este sentido volvería a lo que Philip K. Dick entiende como ciencia ficción: “Es nuestro mundo desfigurado por el esfuerzo mental del autor, nuestro mundo transformado en otro que no existe o que aún no existe”.

Y agrega el autor norteamericano: “Este mundo debe diferenciarse del real al menos en un aspecto que debe ser suficiente para dar lugar a acontecimientos que no ocurren en nuestra sociedad o en cualquier otra sociedad del presente o del pasado. Una idea coherente debe fluir en esta desfiguración; quiero decir que la desfiguración ha de ser conceptual, no trivial o extravagante…”.

La mención nos sirve para entender que la astronomía y otras ciencias y recursos narrativos sirven para darle verosimilitud a las historias y al mismo tiempo soltar la trama a las inercias del escritor, ya sea ficción o ciencia ficción en el caso que menciona Dick de desfigurar lo real para hablar de algo que no ocurre. Es la magia de la literatura, ese mundo en el que Remedios la bella levita gracias a una taza de chocolate o Gregorio Samsa despierta convertido en un insecto.

Partiendo de hechos reales para luego desfigurarlos hay novelas como La guerra de los mundos, de H.G. Wells, donde los marcianos nos invaden, que llevada a la radio en 1938, solo con su voz y efectos sonoros por Orson Welles, llenó de pánico a Nueva York. La experiencia es un ejemplo de hacer verosímil algo irreal, pero también reveló los temores internos de los seres humanos frente al encuentro con otra civilización.

En otras proporciones, Carl Sagan en su novela Contacto nos lleva a comunicarnos con otra civilización extraterrestre. En la trama muestra radicalismos religiosos, políticos y hasta militares propios de culturas cerradas a la banda y con interpretaciones sesgadas que no permiten explicar el mundo de otra manera, como lo hace la literatura.

Es así como la escritura, ya sea con recursos literarios como la astronomía, pero igual con otras ciencias y artes, permite ver la vida de otra manera, entenderla y hacer reflexionar sobre las diferencias y similitudes que tenemos los seres humanos. La lectura nos invita a aceptarnos como somos y a aceptar a los otros, algo que en el día de mañana sería aplicable a otras civilizaciones extraterrestres en caso de que lleguemos a contactarlas o nos contacten, porque mientras la literatura imagina otros mundos, la astronomía los busca, ya sea en la Vía Láctea o más allá en otras galaxias.

* Autor de “Cuentos y pasiones del cielo” (Panamericana Editorial) y ganador del Concurso Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá 2006.

 

Por Manuel José Rincón D. *

 

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