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El derecho a la educación superior en “la nueva normalidad”

A pesar de que aún existen diversos factores sociales y económicos que limitan el acceso, en Colombia se viene haciendo un gran esfuerzo, a través de todas las instituciones de educación superior (IES) por ampliar las posibilidades de inclusión, cobertura y calidad para todos.

Padre Harold Castilla Devoz, rector general de Uniminuto
13 de agosto de 2020 - 02:00 p. m.
La educación virtual exige redoblar esfuerzos en el acompañamiento a los estudiantes para evitar lo que podrían ser nuevas causas de deserción.
La educación virtual exige redoblar esfuerzos en el acompañamiento a los estudiantes para evitar lo que podrían ser nuevas causas de deserción.
Foto: Pixabay

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de participar en un webinar, invitado por la Alta Consejería para los Derechos Humanos, para conversar sobre los retos que tiene el sector de la educación superior a propósito de la “nueva normalidad”. La pregunta inicial estaba referida a cómo se está protegiendo el derecho a la educación a escala global, pero de modo particular en el país. En este contexto, podemos afirmar que en Colombia se viene haciendo un gran esfuerzo, a través de todas las instituciones de educación superior (IES) por brindar posibilidades de acceso, inclusión, cobertura y calidad para que todos puedan ingresar y culminar con éxito su educación, a pesar de que aún existen diversos factores sociales y económicos que inciden para limitar ese acceso.

Por lo tanto, es necesario activar acciones que permitan proteger el derecho a la educación. Una de las primeras acciones es fortalecer las estrategias de financiación. Muchas IES —si no todas, me atrevería a decir— han activado alivios financieros. Otra acción importante ha sido la apuesta por la calidad, que sigue siendo el norte del sistema educativo y que, en la actual circunstancia, ha desplegado sus mejores esfuerzos para ofrecer una propuesta de educación digital que haga posible los aprendizajes. La realidad de la emergencia implicó una rápida reacción por parte de las IES para atender a los estudiantes que, dadas sus características económicas y ubicación geográfica, tenían un limitado acceso tecnológico.

Esto ha llevado a activar planes de datos móviles y campañas de consecución de computadores. Queda claro que la educación en línea implica garantizar la disponibilidad de sistemas, equipos y talento humano para desarrollar una educación virtual con alta calidad. Esto implicará una mayor inversión en la creación de programas académicos 100 % virtuales con estándares de calidad requeridos, al igual que el cierre de brechas digitales, ampliando la cobertura y el acceso a conectividad.

Una acción importante ha sido pensar en que ningún colombiano se quede sin estudiar. Esto ha llevado a las IES a redoblar esfuerzos en el acompañamiento a los estudiantes para evitar lo que podrían ser nuevas causas de deserción. Si bien nos referimos a nuestros estudiantes como nativos digitales, es fundamental acompañarlos en esa transición. Es necesario acompañarlos en el uso responsable de las tecnologías y los medios digitales, así como en la depuración de la información.

La experiencia del aprendizaje remoto mediado por el uso y la apropiación de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) implica realizar adaptaciones pedagógicas y didácticas. Todo lo anterior pasa necesariamente por considerar la exigencia académica con mesura y flexibilidad, confiando en el enorme potencial que tiene el estudiante de aprender. Ello implica adentrarse en nuevos recursos educativos, estrategias didácticas para la enseñanza mediada por las TIC, trabajo en redes, uso de plataformas, recursos electrónicos, simuladores y laboratorios virtuales.

Pero no bastará con asegurar una conectividad. Las TIC por sí solas no tienen una función pedagógica, son necesarios cambios estructurales que modifiquen las prácticas educativas e innovar en las formas que enseñamos. Más que la transmisión de conocimientos, tenemos una responsabilidad ética de formar ciudadanos solidarios, comprometidos con el planeta, en una sociedad globalizada, y que sean capaces de hacer frente a la incertidumbre, poniendo como valor principal el respeto por el ser humano y todas las formas de vida.

Por Padre Harold Castilla Devoz, rector general de Uniminuto

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