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El 'dick', la droga que se popularizó en el Eje Cafetero

Esta sustancia, utilizada para limpiar máquinas y fabricar pesticidas, es consumida por estudiantes desde los 12 años. Es cancerígena.

Redacción Vivir
05 de abril de 2013 - 10:00 p. m.
El ‘dick’ es una sustancia que actúa en el sistema nervioso. / Fotoilustración David Campuzano
El ‘dick’ es una sustancia que actúa en el sistema nervioso. / Fotoilustración David Campuzano

El acto es casi imperceptible. El estudiante impregna el líquido en la manga del saco: en el borde, en el antebrazo o a la altura del hombro. En esas circunstancias, inhalar ‘dick’ es tan natural como taparse la cara para toser o para disimular un bostezo en clase. ¿Cuántos de ellos saben que esa sustancia incolora, de aroma dulce, es realmente un elemento industrial utilizado para eliminar pintura, limpiar computadores y fabricar aerosoles y pesticidas? ¿Cuántos son conscientes de que ese líquido —cloruro de metileno—, además de producir dependencia y daños al sistema nervioso central y a las vías respiratorias, es también cancerígeno? Así lo explica Aldemar Parra, coordinador del área de reducción del consumo de sustancias psicoactivas del Ministerio de Salud.

Sí lo han escuchado. Pero sólo una minoría. Eso es lo que revela un estudio realizado por el Observatorio de Drogas del Eje Cafetero, la Universidad Tecnológica de Pereira y el Grupo de Investigación de Enfermería de Risaralda, sobre el consumo de esta sustancia que se volvió tan popular en esas zonas del país —por lo menos en los últimos cinco años— porque es barata; porque su venta, como elemento industrial, es libre; por la sensación de embriaguez y de abstracción de la realidad que genera; porque su olor no llama la atención; porque es fácil de portar y de consumir.

Según ese informe, sólo el 12,5% de los estudiantes de los municipios de Pereira, Santa Rosa de Cabal, Manizales y Chinchiná que la usan dice haber recibido información previa sobre la sustancia. Esto, señala el estudio, le “impide al adolescente lograr un acercamiento a la dimensión real del riesgo que tiene su consumo”.

La idea —la necesidad— de este informe surgió luego de que el último estudio nacional de consumo de sustancias psicoactivas en estudiantes (2011) develara una nueva realidad: en el Eje Cafetero no sólo estaban los más altos índices de consumo de drogas en general, sino que había aparecido una sustancia que incluso había desplazado el uso de marihuana en algunas regiones. Mientras en Antioquia cinco de cada cien estudiantes han consumido ‘dick’ por lo menos una vez en la vida, en Caldas, Quindío y Risaralda lo han hecho, en promedio, diez de cada cien. Incluso, en el Quindío el consumo de ‘dick’ supera el de cannabis.

Este es el perfil de los jóvenes consumidores de ‘dick’: están entre los 12 y 20 años, con una edad promedio de 15,7 años. La mayoría son hombres (65%). El 75% estudia en colegios públicos. La mitad está entre 8° y 9° (en las instituciones públicas la mayoría cursa 6° y 8°; mientras en las privadas, 9° y 11°). Son jóvenes pertenecientes principalmente a los estratos 1, 2 y 3 (85%).

Entre regiones hay notables diferencias. Por ejemplo: en Risaralda el consumidor promedio es hombre; pertenece a los estratos 1, 2 o 3; estudia en colegios públicos y está en los primeros tres grados de secundaria. En Caldas, en cambio, la mayor proporción es de mujeres, de estratos 4, 5 y 6, estudiantes de colegios privados, en 9° y 11°.

El estudio también se adentró en su cabeza, en lo que representa para ellos ser consumidores: el 12,8% considera que el uso esporádico del ‘ladys’ no tiene riesgo, el 35% cree que sí existe un riesgo bajo y sólo el 14% reconoce un riesgo alto. ¿Y qué sienten, qué les produce el inhalarlo? Alucinaciones (31,6%), cambios en el estado de ánimo (28,8%), agresividad (10,9%) y pérdida de la memoria (10,9%). “Todas estas manifestaciones indican que los estudiantes han llegado a un consumo crónico o repetitivo de los inhalables”, dice el informe.

¿Cuál es el real riesgo? “A esta sustancia le gusta la grasa. Las neuronas tienen una gran riqueza en grasa en las membranas, entonces este solvente llega y fácilmente atraviesa las neuronas. Por eso su efecto es tan rápido y duradero”, explica Jairo Alonso Téllez Mosquera, médico toxicólogo y profesor de la Universidad Nacional. Lo que viene después, con un consumo sostenido —continúa Téllez—, es un deterioro en la capacidad de coordinación síquica (“lo que has aprendido no lo puedes aplicar fácilmente en la práctica”), en las relaciones abstractas (“lo que veo, oigo o percibo sensorialmente no lo puedo llevar tan fácilmente a una imagen cerebral”) y, posteriormente, en la capacidad de juicio.

Luz Adriana Rivera, coordinadora de promoción social de la Secretaría de Salud de Risaralda, dice que hay dos razones que han alimentado esta realidad en sus regiones: “una, la disponibilidad y oferta en el mercado, y dos, la crisis familiar que se vive en esta región por cuenta del desempleo y las migraciones. Eso distorsiona su desarrollo humano: toman decisiones arriesgadas, piensan poco en un proyecto de vida, se sienten solos”.

El estudio lo refuerza: cerca del 10% de los jóvenes tienen por lo menos uno de los miembros que participan en su crianza viviendo en el exterior. Alrededor de la mitad de los padres (54%) y las madres (48%) que sí están presentes, tienen un nivel educativo máximo de secundaria incompleta.

Por Redacción Vivir

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