El asunto del dopaje del corredor americano Lance Armstrong, asumido finalmente por él de forma tácita, es decir sin que haya habido un sí tajante de su parte, toca en el corazón del ciclismo francés. Al caer este campeón, es obvio que su impacto sea mayor en Francia, país en el que Lance Armstrong forjó gran parte de su leyenda. Sus siete victorias en el Tour de France lo demuestran. Pese a que muchos lo recuerden también por su estilo altivo, pretensioso y autosuficiente con coequiperos y periodistas.
Si se retoman las imágenes de televisión de la participación de Lance Armstrong en los últimos Tour de France en los años 2004 y 2005, se puede volver a escuchar los insultos de “tramposo” y “dopado”, que le enviaban los exaltados amantes del ciclismo a lo largo de las rutas de Los Alpes y de Los Pirineos. En esos momentos el corredor americano solía pedalear con más convicción, como era su estilo, haciendo caso omiso a la agresividad que lo rodeaba.
Siete veces campeón en el Tour de France es una continuidad y un monopolio de victorias que el público francés al final no digería muy bien. Se esperaba entonces que ahora, cuando ocurre su caída, las lenguas se desinhibieran contra este corredor a quien gran parte de la opinión francesa se acostumbro a darle el calificativo de “tricheur” (tramposo).
Pero no ha sido así. Ni la prensa escrita, particularmente el diario deportivo L’Equipe, que fue uno de los primeros en publicar los resultados de dopaje en el Tour de 1999 y cuyas denuncias bien pudieron haberle servido a la Agencia americana de antidopaje USADA para engrosar el expediente contra Lance Armstrong, ni el gremio deportivo que se mostró escéptico ante sus triunfos, ni el público que lo criticó, han dado muestras de triunfalismo, y aún menos ciclistas reconocidos y respetados como son Bernard Hinault, Laurent Jalabert y Thomas Voeckler. Ellos encarnan tres generaciones del ciclismo francés.
Entre la proliferación de artículos que dedica la prensa escrita francesa al caso Lance Armstrong vale la pena retener una entrevista que publica el diario Libération con el titular “ Lance Armstrong no es que se haya dopado, se dopó demasiado”, en la cual el sociólogo francés Christophe Brissonneau aborda el dopaje de los corredores de ciclismo desde una perspectiva científica.
Libération: ¿Se puede juzgar a Lance Armstrong con criterios morales?
Christophe Brissonneau: Todos los corredores utilizan productos. La farmacopea, productos legales e ilegales- hace parte de la práctica deportiva de alto nivel. La única diferencia con los otros corredores es que Armstrong fue demasiado lejos. No es que haya dominado. Lo que ocurrió es que dominó demasiado. Su cuerpo se convirtió en una pipeta de químico. Armstrong no solo utilizaba los productos de dopaje existentes, sino que era capaz de procurarse sustancias que aún no habían salido al mercado.
Libération: ¿En qué sentido se puede considerar que Armstrong hizo trampa?
CB: La moral de los campeones de ciclismo no es la misma al exterior de ese medio. Ingerir productos hace parte de su cotidiano, es además un complemento a su entrenamiento. Por eso para ellos no es que Armstrong se haya dopado, sino que se dopó demasiado. Para ser anecdóticos, la farmacopea se convirtió en un hecho que hacia parte de la realidad en el deporte de alto nivel en los años 80. El deportista no tomaba los medicamentos únicamente para sanarse sino para mejorar el potencial de su salud. Como la dietética, que es una técnica como cualquier otra, que sirve para aumentar las capacidades físicas del deportista. Pero los deportistas no hablan jamás entre ellos de eso puesto que en su mundo todas esas prácticas son normales. Son gajes del oficio. Por lo tanto no existe un problema moral. Pero lo que no es un problema para ellos, sí lo es para quienes están al exterior del mundo del ciclismo! En deporte, según las disciplinas y el nivel de la práctica, ya sea como entrenador o como deportista, cada quien se construye su propia idea y definición del dopaje.
Libération: ¿Cómo se puede establecer el límite entre el deseo legítimo de querer mejorar su rendimiento y la acción de doparse?
CB: Con una lista! La de los productos autorizados o no, elaborada por los médicos e investigadores venidos de todas las disciplinas que tienen que ver con la salud. El límite del dopaje reposa en esta lista, cada vez más fluctuante. Por ejemplo, es interesante destacar que existe un verdadero clivaje entre los anglosajones, más permisivos, y los europeos del Oeste, más prohibicionistas. En cuanto a los corticoides por ejemplo, no se han puesto de acuerdo. Los primeros serían más complacientes que los segundos en ese aspecto. El asunto de la moral está fijado según una lista de productos autorizados o no. Esta lista la fijan los médicos investigadores y los grandes patrones de hospitales universitarios que generalmente están lejos de conocer la realidad en el terreno, por eso suelen emitir juicios moralizadores.
Libération: ¿Si el dopaje no conlleva un problema moral, entonces es un problema para la salud?
CB: Practicar un deporte más de diez horas por semana atenta contra la salud. Todos los productos legales mejoran los resultados de los deportistas pero consumidos en gran cantidad son también nocivos. Y la divisa olímpica es siempre la misma : citius, altius, fortius, más rápido, más alto, más fuerte, estamos así, lejos de un espirtu de equilibrio y de moderación.
Libération: ¿Se debería plantear la legalización del dopaje?
CB: Personalmente no lo creo. En cambio si considero que se debería abrir el debate y darle a los deportistas la posibilidad de expresarse libremente sobre este asunto. Actualmente la discusión está completamente formateada por una fracción de médicos investigadores y de dirigentes deportivos completamente alejados de la realidad en el terreno.
Entrevista: Cecile Daumas, Libération 25/26 agosto 2012
Edición y traducción: MH Escalante, colaboradora de Soyperiodista.com