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El drama de la obesidad

Un‘casting’ en el Teatro Nacional evidenció un problema que cada vez es más común: el sobrepeso. La historia de dos mujeres que han soportado el rechazo y la estigmatización de la sociedad por su tamaño.

Mariana Suárez Rueda Diego Alejandro Alarcón
21 de febrero de 2009 - 10:00 p. m.

La última vez que Carolina Salamanca se puso un vestido de baño fue hace diez años. Aunque para ese entonces ya tenía varios kilos de más, todavía no sentía vergüenza de mostrar su cuerpo y aún creía que sus gorditos tenían algo de gracia. Esta semana, durante el casting que organizó el director uruguayo Mario Morgan en el Teatro Nacional en Bogotá para su próximo montaje y en el que había que actuar en ropa interior, Carolina venció el miedo de mostrarle al mundo su gordura, los 108 kilos de peso que carga con dificultad desde los siete años y a los que culpa de su soledad e infelicidad.

Fue un momento de valentía, recuerda con una sonrisa. “La oportunidad de darle un giro a mi vida, de volver a quererme a mí misma”. Carolina estaba destinada a ser gorda. Por más que luchó no pudo escapar de la carga genética que le heredó su madre, una mujer de 60 años que hasta los 30 lució una figura esbelta, de barbie.

Ella también tenía la obesidad en su sangre al igual que su padres y sus hermanos, pero la intentó combatir durante toda su adolescencia a punta de ejercicio y de practicar esgrima. Su esfuerzo dio resultado hasta que tuvo un terrible accidente y los médicos la trataron con corticoides. Desde entonces comenzó a engordarse de manera descontrolada. Hoy pesa 115 kilos, sufre de diabetes, hipertiroidismo, artrosis degenerativa y prácticamente no puede moverse por sí misma.

Carolina sabe que si no adelgaza y logra llegar a su peso ideal, máximo 70 kilos, correrá la misma suerte que su mamá e incluso sufrirá peores dolencias, pues con tan sólo 30 años los médicos ya le encontraron múltiples quistes en los ovarios y un serio problema de columna. Pero ni las dietas más estrictas, las pastillas, la mesoterapia o las extenuantes jornadas de ejercicio han surtido efecto y después de estar tratando de bajar de peso durante 13 años Carolina siente que perdió la batalla.

“Simplemente me di por vencida”, cuenta tratando de no desdibujar la sonrisa que la acompaña la mayor parte del día, una expresión que se ha convertido en el escudo que creó para ocultarle al mundo la tristeza que lleva por dentro, el dolor que carcome su alma. “No creo que ningún gordo sea feliz, así lo diga o aparente serlo”.


Esta es una historia que se repite en el 13,7% de la población de nuestro país, que según la última Encuesta Nacional de Salud sufre de obesidad. Un porcentaje que ha aumentado con los años y que comienza a generar preocupación entre médicos y nutricionistas, pues el riesgo de que estas personas sufran de enfermedades cardiovasculares, una de las principales causas de muerte en el mundo, prácticamente se duplica.

Hernán Yupanqui, médico endocrinólogo y presidente de la Fundación Colombiana de Obesidad, advierte que en nuestro país los índices de sobrepeso entre la población joven y adulta son cada vez mayores. Esto se debe principalmente a dos factores: la alimentación hipercalórica e hipergrasa y la inactividad física. “Es muy difícil que los colombianos se alimenten bien si los productos naturales y saludables como frutas, verduras, panes integrales y lácteos bajos en grasa tienen precios que no resultan asequibles para todos”, explica Yupanqui.

Un país antigordos

Las personas que sufren de obesidad no sólo tienen que soportar el rechazo y las burlas de los demás o la frustración que les produce el no caber en ninguna talla y tener que traer pantalones y camisas de Estados Unidos o mandarlos a hacer con un sastre porque en los almacenes no hay prendas de su tamaño, también deben llenarse de paciencia para vivir en un país que no está hecho a su medida.

No pueden pasar por las cajas registradoras de los buses o del Transmilenio, tampoco disfrutar de un almuerzo tranquilo en las plazoletas de comidas de los centros comerciales, pues las sillas se encuentran pegadas al piso y demasiado cerca de la mesa, lo cual genera un espacio muy pequeño para que puedan sentarse sin que se aplaste su estómago, y mucho menos sentarse plácidamente en las bancas de los parques o de ciertos locales comerciales sin el temor de partirlas o dañarlas con su peso.

Aunque en los últimos años los diseñadores y empresarios han entendido que la obesidad no es un asunto de unos pocos y que es necesario adaptar el mobiliario urbano y hasta la ropa para personas de gran tamaño, todavía falta un largo camino por recorrer y sólo quienes tienen que vivir en un lugar que no parece hecho a su medida, como Carolina, pueden dar fe de lo mucho que falta por hacer para lograr que los gordos puedan disfrutar del espacio público, de la vida en la ciudad.

Al igual que Carolina, Nelly San Martín, una extrovertida paisa de 31 años, decidió participar en la convocatoria del Teatro Nacional para vencer su timidez y aceptar, de una vez por todas, su tamaño. Y aunque ninguna de las dos tiene una pareja estable, Nelly logró cumplir un sueño que Carolina ruega a Dios poder alcanzar: convertirse en mamá. Para ello ya aceptó dar el paso más difícil: realizarse una cirugía bariátrica y ponerse el bypass gástrico, pues sus ovarios han comenzado a sufrir las consecuencias del sobrepeso y si no adelgaza las posibilidades de quedar embarazada serán mínimas.


A Carolina y a Nelly las unió el deseo por superar sus temores y vencer los estigmas que ha impuesto la sociedad. Posar ante las cámaras en ropa interior se convirtió en su mayor hazaña. Ahora tienen el reto de seguir adelante, de no desistir en su lucha por alcanzar un peso ideal, que aunque no las haga lucir como unas sílfides por lo menos les permita llevar una vida saludable, dejar atrás la depresión y los complejos y sentirse orgullosas de la imagen que reflejan  en el espejo.

‘La obesidad afecta la sexualidad’

Más allá de las complicaciones fisiológicas que se desencadenan con la obesidad, la sexualidad es otro factor en el que la gente que la padece se ve afectada. Según Alessandra Rampolla, la célebre sexóloga puertorriqueña de visita en Colombia por estos días, “a pesar de que en el sexo no hay reglas fijas, el nivel de obesidad sí puede afectar directamente el desempeño íntimo”. Rampolla habla de los límites que el cuerpo impone y asegura que    cuando una persona es gorda hay posiciones que no puede llevar a cabo porque sencillamente su peso para la pareja es excesivo y por lo general su flexibilidad se ve afectada. Lo mismo sucede con la fatiga, se cansan más rápido y su papel en la relación sexual queda prácticamente relegado a la pasividad. Sin embargo, esto no es impedimento para que puedan tener una sexualidad plena y placentera.

Por otra parte Rampolla explica que uno de los obstáculos más duros a los que se enfrentan es el de la autoestima. Si se sienten mal con su cuerpo, muy difícilmente se van a poder concentrar en el sexo y por eso se escuchan casos en los que estas personas prefieren abstenerse o recurrir a tácticas como apagar la luz.

Campamentos para adelgazar

Desde hace cinco años comenzó el auge, especialmente en Inglaterra y Estados Unidos, de los campamentos diseñados para que las personas obesas logren perder peso. Niños, adolescentes y adultos se inscriben, generalmente por dos meses, para someterse a una estricta dieta y a una extenuante rutina de ejercicios.

Los dulces y los carbohidratos están prohibidos, de hecho antes de ingresar al campamento son requisados para evitar que ingresen tentaciones que puedan arruinar su dieta. Las actividades físicas también son uno de los ejes fundamentales de estos lugares, por eso las distancias para ir de los dormitorios al comedor o a las duchas son muy largas y el camino usualmente es lleno de obstáculos o empinado.

Por Mariana Suárez Rueda Diego Alejandro Alarcón

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