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El empresario del tatuaje

Donde otros ven nada más que una excentricidad, Alejandro Páez ha descubierto una oportunidad de negocio y una forma de conectar a Colombia con el mundo.

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Gabriela Supelano
01 de junio de 2011 - 09:59 p. m.
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En su tienda de tatuajes, localizada en la mitad del bullicio de la calle 55 con 13 en Bogotá, Alejandro Páez organiza los últimos preparativos para la 5ª Convención Internacional de Tatuadores que arrancará este sábado. No tiene oficina, ni se sienta en una silla de cuero reclinable. Alejandro se para en el contador de la tienda, frente a un pequeño computador y discute sobre fotos de promoción, recibe pagos por stands y hace recomendaciones a los tatuadores.

“Lean el manual que les mandamos, ahí está toda la información”, les recomienda. Su actitud fresca y despreocupada no significa que deje lugar para errores. La convención es como su hija y ha hecho lo posible para que se convierta en una de las mejores de la región. Desde hace cinco años se preocupa por que los artistas del tatuaje en Colombia se den a conocer: “por que el tatuaje sea algo cultural, sea visto como arte”.

Hace cinco años, el evento no era ni la mitad de lo que es hoy. Alejandro recuerda que lo organizaron en el Centro Comercial Los Ángeles, un lugar que alguna vez fue conocido por sus bares y discotecas, pero en el  que actualmente no hay casi nada. Eran apenas unos 45 expositores, nada comparado a los 300 que asistirán este año. Aunque la primera fue pequeña, su éxito le dio el empuje a este tatuador para continuar.

“Esperábamos que fueran sólo jóvenes tatuados, pero asistían familias enteras con niños a ver la exhibición. El público siempre es distinto a lo que te imaginas”, recuerda Páez. De ahí en adelante se mudaron al Downtown Majestic, donde hicieron la segunda y tercera convención. La segunda fue exitosa en asistencia, pero sólo dejó pérdidas. “Con la tercera nos recuperamos y empezamos de cero”.

Para ese momento ya no cabía la gente, no cabían los tatuadores, ni las máquinas, ni las sillas. “Parecía lleno, pero realmente no había tanto lugar para los asistentes”.  Páez tuvo que dar el salto. Decidió salir de estos pequeños lugares y buscar la meca de las convenciones en Bogotá para la cuarta versión. “Nos fuimos para Corferias y fue como empezar de nuevo. Tuvimos que aprender a hacer todo otra vez con los parámetros del lugar”.

Escucharlo hablar da una sensación extraña. No es para nada el “estereotipo del tatuador joven, desordenado, delincuente o roquero”. Sabe que tiene que enseñar a los demás a ser profesionales, como uno de sus ídolos, Nick Baxter, a quien llevó a la convención de Medellín que también organiza.

Para Páez, el tatuaje ya no es lo que se pensaba antes, se ha convertido en una forma de vida, en algo cada vez más aceptado y por lo tanto debe ser asumido como un trabajo más.  Además de organizar las convenciones, pertenece a la Asociación de Tatuadores Colombianos y ha presentado proyectos de ley para que en este país se legisle adecuadamente sobre el tatuaje.

“En Bogotá hay un acuerdo entre la ciudad y los tatuadores, donde hay que reunir ciertos requisitos y no es tan básico como se piensa. Pero sigue habiendo mucho loco por ahí que no debería estar haciéndolo”, advierte.

 Su propósito de mostrar el tatuaje como algo cultural y profesional no tiene freno. Decidió que tenía que transformar la convención para que fuera más que ir a ver a unos tipos tatuar. Quiso conectarla con la cultura de este país y centrarla alrededor de un tema. Una exposición del Museo del Oro, llamada “Cuerpos Amerindios”, ayudó a que se formara la idea. Si iba a poner un tema en la convención tenía que irse al principio, a nuestras raíces. De ahí salió el tema de este año: culturas prehispánicas. Vendrán delegaciones indígenas del país y de afuera para aportar su conocimiento del arte corporal. Una de ellas viene de la isla de Samoa, lugar donde se originó el tatuaje como se conoce hoy. La palabra ‘tatoo’ o ‘tatuaje’ viene de ‘tátau’ , palabra samoana que se utilizaba para nombrar  los pequeños golpes o marcas que se hacían en el cuerpo.

Alejandro Páez habla con fluidez sobre todo lo relacionado con su arte. Ahora prepara un libro sobre la historia del tatuaje en Colombia, de la que ha sido uno de sus más importantes gestores. Lleva 17 años dedicado a ‘esto’ y dice que aún siendo de los más antiguos, tiene algunos predecesores importantes, como “Leo Ríos, un caleño que trajo el arte del tatuaje hace 25 años”.

Parece que tiene muy claro que para ser profesional debe conocer de arriba abajo su labor. Y se toma muy en serio eso de ser artista. “Yo quiero promover que el tatuador sea creador. Que él mismo dibuje y diseñe sus tatuajes y no sean copias de alguien más”, explica.

Para lograrlo, diseñó un espacio artístico dentro de la convención. Lo llama ‘la galería de arte’ y para él ha sido un éxito rotundo. “Esta galería demuestra que el tatuador es un artista integral”. El espacio se inauguró durante la tercera convención, en la que se le dieron a los artistas unos body suites, tablas en forma de cuerpos, para que hicieran ahí sus diseños. El año pasado, los tatuadores recibieron unas manos en las que podían hacer lo diseños que quisieran y, teniendo en cuenta el tema de este año, treinta de los expositores modificarán unas máscaras basadas en la cultura indígena de San Agustín para exponerlas desde el sábado. “Va a estar muy buena la galería de este año”, pronostica Páez.

Este hombre  quiere que el tatuaje sea una excusa más para que conozcan su patria desde afuera, de la que además está muy orgulloso. Nada le causa más felicidad que, en los supermercados, en vez de alejarse por sus tatuajes o ser mal visto, las madres se acerquen curiosas, pues sus hijos quieren ver las imágenes del hombre araña que adornan sus cuerpos. “Me dicen ‘spiderman’ por mi fanatismo”. Un testimonio de que además del tatuaje adora el cómic y por eso quiere que en el futuro éste también tenga un lugar en la Convención .

“He ido a los eventos para aprender de ellos y de cómo hacen las cosas. Además, para crear redes entre convenciones”, explica. Ahora no hay nada imposible. Tiene claro que la convención del próximo año tendrá que ser mucho mejor que ésta y así cada año por venir. “Sueño con traer a Paul Booth, uno de los tatuadores más importantes en el mundo y mi ídolo. Él partió la historia del tatuje en dos con su técnica. No va a ser fácil traerlo, pero seguramente se va a lograr”, dice con seguridad. Esa seguridad de un empresario existoso, de un gestor experimentado y, ante todo, de un artista convencido de su arte.

Las estrellas del tatuaje este año

Bob Tyrrell
Se tatuó por primera vez a los 30 años de edad y su carrera como tatuador comenzó cuando tenía 34. Pese haber comenzado  “tarde” en la profesión, Tyrrell es considerado como uno de los diez tatuadores más importantes del mundo.

Carlos Torres
Galardonado en varias convenciones de tatuadores alrededor del mundo por sus trabajos. Además es  reconocido por sus pinturas, que han sido expuestas en varias galerías de arte. Estará tatuando y compartiendo su conocimiento durante los tres días de la convención.

Mary José Cristerna
Conocida como “la mujer vampiro”, apareció en la serie Tabú Latinoamérica de National Geographic Channel presentando un enfoque diferente de la modificación corporal. Ahí dejó abierta la posibilidad de que una persona logre ser exitosa en el ámbito profesional a pesar de los cambios en su apariencia.

Por Gabriela Supelano

 

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