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El feliz retorno de los cautivos

Los ex secuestrados fueron homenajeados y el país celebró su llegada. El Gobierno buscará nuevos rescates.

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María del Rosario Arrázola
15 de junio de 2010 - 02:25 a. m.
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“Fuimos escogidos por mis generales González y Padilla. En los últimos 15 días estábamos a 500 metros del campamento. Fuimos entrenados para resistir 12 horas de pie y hubo días en los que apenas podíamos acercarnos 10 o 15 metros. Nos camuflamos entre los árboles, cogimos unas hojas y nos mimetizamos. Comíamos como podíamos enlatados en completo sigilo. Por poco desfallecemos por las inclemencias del clima, pero estábamos muy cerca. Hasta que llegamos al campamento, tenía dos casas y en una ocasión escuchamos a los secuestrados referir apesadumbrados: ‘Otra Operación Jaque no se repite’”. Es el impresionante relato que le entregó a El Espectador uno de los oficiales del Comando de Operaciones de Fuerzas Especiales que el pasado domingo rescató a cuatro secuestrados que llevaban casi 12 años pudriéndose a destiempo.

El país —hastiado ya de verlos en videos encadenados, sufriendo, rogando por su libertad, siempre demacrados, pero también siempre dignos— volvió a reconocerlos a través de sus sonrisas de libertad a las 10 y 30 de la mañana de este lunes cuando descendieron de un avión militar en la base de Catam, en Bogotá. Uno a uno, el general Luis Herlindo Mendieta, los coroneles William Donato y Enrique Murillo, así como el sargento Arbey Delgado, fueron reconociendo a los suyos a la distancia, vinieron los abrazos, el llanto y las felicitaciones, el recuento breve de años en cautiverio, esta vez de viva voz, sin intermediario alguno. El ministro de Defensa, Gabriel Silva,  salió a recibirlos y detrás suyo la cúpula castrense. Cinco minutos de privacidad y la avalancha de preguntas de los reporteros.

William Donato dijo que en la manigua “uno piensa con sentimientos y no con la razón”, pero su paciencia de 12 años fue recompensada por un Ejército brillante. Mendieta refirió que casi les arrancaron el alma cuando les quitaron los radios, pero que cuando llegó el Ejército regresó el alivió. “Diría que todo el universo conspira para que las cosas salgan bien”, contó. El ex secuestrado Alan Jara atinó a decir: “Los veo más delgados, pero con la entereza de siempre”. A renglón seguido el coronel Enrique Murillo relató reposado: “Son más los buenos que los malos. El sargento Delgado resumió su tragedia así: “A mis hijas las dejé muy niñas, ahora son unas señoritas”. Los agradecimientos se sucedieron en cascada, luego los tres plagiados de la Policía fueron homenajeados por el general Óscar Naranjo y una multitud que no dejó de aplaudir. A Mendieta le regalaron un Blackberry.

Todos contaron que cuando escucharon los disparos se tiraron al piso mientras la guerrilla huía. “Salieron corriendo, dejaron los fusiles y el equipo. Los comandos lo imposible lo hacen posible y tienen un lugar en el cielo”, contó Delgado. El Espectador conoció nuevos detalles de la emblemática ‘Operación Camaleón’. El negocio del narcotráfico, que paradójicamente sostiene sus finanzas y los campos de concentración en los que mantienen a los plagiados, fue el escenario que aprovecharon los hombres de las Fuerzas Especiales para infiltrar a las Farc. Les llevaron remesas, simularon afectos y a la distancia tomaban nota de la situación de los rehenes. Incluso compartieron el mismo plato de sus enemigos. “En la cama donde dormía el comandante alias Jesús pusimos un dispositivo electrónico para monitorearlos”, añadió un oficial infiltrado.

Al momento de la incursión del comando élite, los infiltrados en tierra supieron qué hacer, desde el aire en helicópteros Blackhawk sus compañeros hicieron lo propio y, muy a pesar de la incertidumbre que por momentos les generó la suerte de Donato y Delgado, todo les salió redondo. “Sabíamos qué hacer muy rápido, que no podíamos demorar más de cinco minutos”, añadió otro oficial en diálogo con este diario. Fue un auténtico operativo de asalto, agregó el comandante del Ejército general Óscar González. En la tarde de este lunes, después de muchos años de compartirlo todo en la espesura del Guaviare, los destinos de Murillo, Mendieta y Donato fueron separados del sargento Arbey Delgado. Los tres primeros fueron llevados a la sede de Policía Nacional, ya cambiados con sus uniformes, y muy sonrientes fueron reverenciados por su martirio y su heroísmo.

Entre tanto, el sargento  Delgado fue llevado al Hospital Militar para ser evaluado y su diagnóstico fue bastante benévolo para un hombre que soportó las crueldades de sus captores y una libertad esquiva de 12 años.

Sobre las siete de la noche los cuatro volvieron a reencontrarse en el palacio presidencial con el primer mandatario, Álvaro Uribe, la cúpula militar, el ministro de Defensa, Gabriel Silva, entre otros funcionarios.

En un discurso radiotelevisado, que se prolongó por casi 20 minutos, Uribe felicitó al Ministro de Defensa y a las Fuerzas Militares por el operativo de rescate, y antes de entablar un largo diálogo con los cuatro rescatados y sus familias, envió un mensaje a los guerrilleros de las Farc, a quienes invitó a  “que se desmovilicen y liberen a los secuestrados”.

“El Gobierno les cumplirá buscando con la Fiscalía un instrumento que les permita estar libres y les ayudará apoyándolos para que rehagan sus vidas”. Este, explicó Uribe, es el camino de la rectificación y la reconciliación.

Advirtió que el otro camino es de la autoridad, el de la persistencia para seguir “buscando la libertad de quienes siguen allá torturados en el secuestro. Tenemos paciencia para buscar la victoria”.

Durante el encuentro, el general Mendieta dialogó brevemente, vía telefónica, con la dirigente política Íngrid Betancourt, quien también sufrió la humillación del secuestro.

De nuevo afloraron los agradecimientos. Y los recuerdos. Y más detalles del rescate, como que el desmovilizado William Forero, conocido como Parrilla, dio información importante para completar el éxito.

Fue un placer observar a quienes por muchos años tuvieron el rótulo de cautivos de nuevo en sociedad. Colombia no deja de celebrar su retorno, pero también clama por los que siguen en las selvas. Después de ‘Jaque’ y ‘Camaleón’, ¿qué operación seguirá?


“Siempre confié ciegamente en mis hombres”: Óscar González

En diálogo con El Espectador, un emocionado comandante del Ejército aportó más detalles del operativo que hoy tiene feliz a Colombia. El general Óscar González aseguró que se planeó todo “para no cometer ningún error”.

 ¿Cómo y cuándo se planeó la ‘Operación Camaleón?

Hace seis meses. Oficiales de inteligencia me pidieron una cita para presentarme un plan para rescatar a los secuestrados. Pensaba en ese momento en mi general Montoya y pensaba que él habría podido decir que eso era un plan loquito, que en qué estaban pensando esos tipos; pero lo cierto es que la creatividad de nuestros hombres es inagotable. Luego de oírlos con atención, hacerles mil preguntas y repasar los pasos del nuevo plan, me reuní con mi general Padilla y con el señor Ministro de Defensa, quienes nos dieron vía libre para poner en marcha la operación. Informamos al señor Presidente y su conducción fue definitiva para el éxito. Si yo tengo algún mérito, que no creo, es que confié ciegamente en esos hombres que me buscaron un día para decirme que podía repetir el éxito de la ‘Operación Jaque’.

¿Los mismos que diseñaron esta operación fueron los mismos de ‘Jaque’?

Exactamente. El mismo equipo se inventó esta operación y cómo no íbamos a confiar si ya habían demostrado creatividad, eficiencia y transparencia. Una persona que es capaz de hacer Jaque es capaz de cualquier cosa. Lo que más orgullo me da es que esta operación es ciento por ciento militar. Es increíble la precisión de la inteligencia. Todo el crédito es para ellos.

¿Cuál era su principal preocupación durante el desarrollo de la operación?

Que se cometiera algún error. Era en lo que más pensaba porque estaban en juego muchas vidas. Nosotros siempre supimos para dónde íbamos. No se podía correr ningún tipo de aventuras.

¿Cada cuánto les hacía seguimiento a los operativos?

Siempre, teníamos un centro de control y operaciones que funcionó 24 horas del día. Aunque no acosaba todos los días para no presionarlos, estaba siempre enterado.

En este caso, ¿cuál fue la debilidad más evidente de la guerrilla?

Que son una banda criminal cualquiera y que están muy permeados por el narcotráfico, y eso los hace muy vulnerables.

Por María del Rosario Arrázola

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