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El gen de los malgeniados

La ira se ha convertido en el dolor de cabeza de los médicos. Cada vez son más los pacientes que sufren física y mentalmente por esta condición.

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Mariana Suárez Rueda
16 de mayo de 2009 - 10:00 p. m.
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El mal carácter, los ataques de ira, el constante sentimiento de frustración, los gritos y la impaciencia se han convertido en los protagonistas de los consultorios psiquiátricos, en los que cada vez es mayor el número de pacientes que asisten en busca de ayuda para moldear su genio y dejar de ser gruñones. Lo que antes era considerado como un rasgo de la personalidad de ciertos individuos, se ha convertido en síntoma de un mal mayor, que algunos médicos asocian con la depresión y los trastornos de ansiedad.

Políticos, periodistas, actores, cantantes, niños y adultos de todas las edades son propensos a sufrir ataques de ira como respuesta a ciertas situaciones, el problema es cuando estos episodios son frecuentes y la persona comienza a perder la capacidad de autocontrolarse. En los adolescentes, por ejemplo, el mal genio, usualmente, se acentúa.

Durante años esta característica de la pubertad se había asociado con el cambio hormonal. Sin embargo, investigadores de la Universidad de Nueva York presentó recientemente un estudio publicado en la revista Nature Neuroscience, que demuestra la existencia de una hormona, denominada THP, que sería la culpable del carácter reacio de los jóvenes y de su mal genio cuando lleguen a la adultez.

Aunque su función es ayudar al individuo a adaptarse a situaciones estresantes actuando como un tranquilizante, según estos científicos estadounidenses, en la pubertad la hormona causa el efecto contrario y aumenta la ansiedad, incidiendo en el estado de ánimo de la persona.

Este hallazgo es de suma importancia, pues abre la puerta para que la ciencia logre determinar un mecanismo que bloquee la acción de dicha hormona y mejore el carácter de los adolescentes, quienes en la medida en que crecen y maduran, aprenderán a moldear su genio. Al respecto María del Carmen Hiebra, jefa del Servicio de Adolescencia del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, en Buenos Aires, advierte que la influencia de la educación, la estructura psíquica y los vínculos obtenidos durante la infancia también determinan el carácter de una persona.

Enfermos de ira

Muchas veces el mal genio se convierte en un obstáculo para llevar una vida normal –incluso puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardíacas–, pues el individuo se vuelve incapaz de disfrutar cualquier suceso e incluso tiene dificultades para compartir con su pareja o tolerar un trabajo. Victoria Brescoll, investigadora  de la Universidad de Yale (EE.UU.), realizó hace poco un estudio en el que demuestra que el mal genio no sólo afecta la salud sino que se puede convertir en un factor de discriminación laboral, pues en las entrevistas y pruebas psicotécnicas suelen evaluar cómo reacciona el empleado ante situaciones estresantes y cómo se desenvuelve cuando se presentan problemas con sus subalternos o compañeros.

Como si fuera poco, varias investigaciones han podido establecer que los constantes episodios de ira contribuyen a que una persona suba de peso. Hermann Nabi, del hospital Paul Brousse en Villejuif, Francia, explicó en un artículo publicado en el American Journal of Epidemiology que cuanto más hostil es la personalidad, más riesgo hay de que ignore las recomendaciones médicas con respecto a la dieta y el ejercicio y por lo tanto, aumenten las posibilidades de que se incremente su Índice de Masa Corporal (la proporción de la altura en relación con el peso, que se utiliza para determinar si alguien está dentro del rango normal, por encima o por debajo de su peso).

La psiquiatra Victoria Pérez, quien ha tenido que tratar pacientes que sufren por su carácter, explica que hasta el momento no existe un medicamento que ayude a mejorar lo que ella considera un rasgo de la personalidad y que aunque se hayan registrado estudios que hablen sobre la existencia de un gen que hace a las personas propensas a ser malgeniadas, no existe un hallazgo científico claro al respecto.

Lo cierto, advierte Pérez, es que si la ira se convierte en protagonista de su vida, le genera dificultades para relacionarse con los demás o incluso lo lleva a la depresión, “es el momento de consultar a un especialista que lo ayude a recuperar la capacidad de sonreír”.


Historias de furibundos

Yamid Amat

Director del Noticiero CM&

Quienes han trabajado a su lado cuentan que le molestan las mentiras y la impuntualidad. A los consejos de redacción es imperdonable llegar tarde y aunque deja que el periodista entre a la reunión, no le permite hablar ni exponer sus temas. Y no decir la verdad con respecto a una noticia o entrevista también lo saca de casillas, a tal punto que puede llegar a golpear la mesa con el puño mientras le reclama al periodista, casi gritando, por lo sucedido.

Álvaro Uribe Vélez

Presidente de la República

Durante sus casi siete años de mandato son incontables las veces en las que el Primer Mandatario se ha salido de sus casillas. Tal vez una de las frases más recordadas, en las que se evidencia su mal carácter, fue la que se conoció en diciembre de 2007 por una grabación de una conversación que entabló con un ex funcionario de la Casa de Nariño en la que dijo furibundo: “Si te veo, te doy en la cara, marica”.

Julio Sánchez Cristo

Director de la W

La impuntualidad y la falta de claridad lo sacan de casillas. El periodista y columnista Antonio Casale, quien trabaja con él hace cinco meses, cuenta que hasta ahora ha pasado invicto, pues nunca lo ha visto bravo ni ha recibido alguno de sus famosos regaños. Eso sí, Casale reconoce que Julio es una persona muy exigente y a veces se “le salta la piedra”, pero que si se le logra seguir el ritmo no habrá ningún problema.

Germán Vargas Lleras

Presidente de Cambio Radical

La indisciplina y la irresponsabilidad son las cosas que más le molestan. Aunque nunca grita ni dice groserías cuando se pone de mal genio, el tono de su voz se vuelve aún más grueso y quienes han tenido que soportar sus regaños, entre los cuales no sólo están los miembros de su partido, sino también fotógrafos y periodistas, aseguran que es imposible no sentirse culpable. Sin embargo, a la media hora actúa como si nada hubiera pasado.

Por Mariana Suárez Rueda

 

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