Publicidad

El genocida de Trujillo, otro ‘narco’ a Estados Unidos

Con la extradición de ‘Don Diego’ se van todos los secretos del oscuro mundo del narcotráfico del Valle. Es el epílogo de dos décadas de horror y de muerte que sus ejércitos sembraron. Una corte federal de la Florida lo requiere por 12 cargos, incluido el asesinato de un testigo protegido de la DEA.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Redacción Judicial
12 de diciembre de 2008 - 03:13 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Y le llegó la hora de la temida extradición al capo del extinto cartel del norte del Valle, Diego León Montoya Sánchez, alias Don Diego. Quince meses después de su captura en un predio rural del municipio de Zarzal (Valle) y después de 20 años de crímenes impunes, el narcotraficante y genocida terminará en una cárcel de Estados Unidos y sus verdades sobre los tentáculos de su organización en la cronología de la violencia colombiana quedarán, de nuevo, engavetadas en los archivos del olvido.

Desde la extradición de los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, ésta constituye la acción judicial más importante en la historia de la aplicación de esta controvertida figura y, de hecho, la prueba está sustentada en el indicment aportado por las autoridades norteamericanas con registros delincuenciales de Don Diego que datan desde 1985. Más de dos décadas al servicio de la mafia, de asesinatos indiscriminados, torturas y vejámenes por doquier, la mayoría de los cuales no fueron investigados suficientemente por la justicia colombiana.

Reposa en diseminados expedientes judiciales que Diego León Montoya emprendió su carrera criminal antes de los 20 años en el oficio de transportar base de coca desde la región del Putumayo hasta su pueblo natal, Trujillo, en el norte del Valle. Cumpliendo esta actividad entró a trabajar con el capo de capos de la zona, Orlando Henao Montoya, el Hombre del Overol, en momentos en que los carteles de la droga gozaban de plena impunidad y no habían desatado la guerra intestina que, en buena medida, los llevó a su fin.

Hacia finales de los años 80, Montoya Sánchez ya era el amo y señor de Trujillo y en asocio con los hermanos Iván y Julio Fabio Urdinola Grajales y el narcotraficante del cartel de Cali Hélmer Pacho Herrera, fue extendiendo su siniestro poderío en la zona. Sin embargo, por la misma época, la guerrilla del Eln también quiso constituir uno de sus frentes en Trujillo, lo que desató una guerra a muerte entre las organizaciones ilegales, que rápidamente se extendió a la población civil ajena a la confrontación.

Y vino lo que los historiadores ya denominan como la Masacre de Trujillo, que en realidad se llevó a destiempos y de forma selectiva en los albores de los 90. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en dos años fueron asesinadas 107 personas, la mayoría decapitadas o cortadas con motosierra y arrojadas a las aguas del río Cauca. Está documentado que la mano negra de Don Diego, que contó con el respaldo de miembros corruptos del Ejército y la Policía, operó desde sus fincas La Beatriz y Los Delirios, ubicadas en zona rural de su natal Trujillo.

Por estos hechos sigue preso el narcotraficante Henry Loaiza, alias El Alacrán, así como el mayor del Ejército Alirio Urueña, y recientemente fueron vinculados a la investigados un ex alcalde y dos oficiales más de la entidad castrense. Precisamente, por su probada participación en los hechos de Trujillo, tres magistrados de la Corte Suprema de Justicia se mostraron en desacuerdo con autorizar el envió del capo a E.U. hasta tanto no contara sus verdades en Colombia y colaborara con la justicia para desentrañar los secretos de su ilícito negocio.

Tras la masacre de Trujillo, Don Diego estuvo involucrado en múltiples acciones de violencia a lo largo de los últimos 15 años. En la alianza de ‘narcos’ que ayudó a combatir a Pablo Escobar, y en la guerra intestina que enfrentó al cartel de Cali


con el del norte del Valle, dejando decenas de muertos y una sangrienta estela de horror en el departamento, la participación de Don Diego fue determinante. Con los asesinatos de sus ex patrones Orlando Henao e Iván Urdinola, Montoya tomó el control, pero pronto apareció su más fiero rival: Wílber Alirio Varela, alias Jabón.

En Cartago, El Dovio, Riofrío, Cerrito, Versalles, La Victoria o Zarzal, aún se cuentan tenebrosas historia del enfrentamiento entre los capos y sus ejércitos, Los Rastrojos de Varela y Los Machos y Los Yiyos de Don Diego. En un momento de esta guerra llegó a predominar la sevicia del ex sargento de la Policía Wílber Varela, situación que arrinconó a Don Diego y lo hizo asociarse con el extraditado jefe paramilitar Ramiro Cuco Vanoy, un hecho que prueba las largas relaciones entre las autodefensas y los carteles de la droga.

En los albores del proceso de paz del Gobierno Uribe con los ‘paras’, Don Diego intentó colarse, pero ya estaba en el radar de los norteamericanos y su nombre finalmente no pudo ser incluido entre los jefes negociadores de las autodefensas. Entonces se atrincheró en la inexpugnable región del Cañón de las Garrapatas, desde donde siguió exportando estupefacientes por toneladas. El FBI llegó a calcular que el 70% de la droga que ingresaba a los Estados Unidos y Europa tenía un remitente común: Don Diego. Pero se fue quedando solo y en septiembre de 2007 fue capturado.

De inmediato se le notificó la solicitud de extradición que elevó una corte distrital de la Florida por 12 cargos, incluido el asesinato de un testigo protegido de la DEA que estaba contándole a la justicia de ese país los oscuros pasos de Don Diego. El jueves el presidente Uribe firmó la resolución de su extradición y, según las autoridades, es cosa de horas para que esté compareciendo ante las autoridades gringas. Con sus verdades, que se rehusó a contarle a la Fiscalía colombiana, se van también las esperanzas de que muchos de sus crímenes tengan un castigo ejemplar.

Bien sabido es que a la justicia norteamericana poco le interesan las torturas, los homicidios y toda suerte de vejámenes y atrocidades que dejó a su paso Don Diego, pero lo cierto es que miles de víctimas de su guerra nunca sabrán quiénes fueron los patrocinadores de la maquinaria de muerte del gran capo del norte del Valle.

Por Redacción Judicial

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.