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El segundo capítulo de la clonación

La producción de células madre que curarían enfermedades genéticas, como el párkinson, tiene por lo menos 15 años de historia.

Redacción Vivir
16 de mayo de 2013 - 10:00 p. m.
El segundo capítulo de la clonación

“Las células madre se caracterizan por tener el potencial de convertirse en muchos tipos de células. Funcionan como un sistema reparador del cuerpo. (...) Algún día podrán utilizarse para producir células y tejidos para el tratamiento de enfermedades como el párkinson, el alzhéimer, los traumatismos en la médula espinal, las enfermedades cardíacas, la diabetes y la artritis” (Biblioteca Nacional de Medicina de EE.UU.).

El potencial de las células madre, de los avances en el estudio de enfermedades que siguen siendo un misterio y de la reparación de daños genéticos hasta hoy incurables, llevó a los científicos del mundo a competir en una ambiciosa carrera por encontrar una técnica para producirlas.

Luego de más de 15 años de fracasos, parece que ese competencia ha llegado a su fin. El pasado miércoles, científicos de la Oregon Health & Science University y del Centro de Investigación Nacional de Primates de ese estado hicieron el histórico anuncio: habían logrado obtener células madre a través de la clonación (ver infografía). ¿Por qué tardó tanto este hallazgo?

Los opositores a la investigación con células madre embrionarias —entre los que se cuenta la Iglesia católica e incluso algunos sectores de la comunidad científica— tienen un argumento fundamental: las fuentes más naturales de las células madre son embriones humanos que se encuentran en los primeros cinco y seis días de gestación; extraer esas células para la investigación implica detener el ciclo de desarrollo embrionario, lo que ellos comparan con un aborto. La comunidad científica decidió entonces buscar otras formas de producir estas células y se llegó al consenso de que la clonación podría ser una alternativa válida. Sin embargo, hacer de esa tesis una realidad fue toda una proeza.

En 2003 el coreano Hwang Woo-suk, licenciado en veterinaria, le hizo creer al mundo que había logrado la primera clonación de células madre de origen humano. Sostuvo la mentira durante dos años. Recibió millonarios recursos del gobierno de su país para financiar nuevas investigaciones, pero finalmente sus propios colegas lo acusaron de haber presentado datos e imágenes manipulados en su investigación publicada en la prestigiosa revista Science. La competencia continuaba abierta.

Siguieron años de investigación incansable y de promesas nunca cumplidas por parte de grupos científicos y empresas privadas. Ejemplo de ello fueron las compañías estadounidenses Geron, de California, y Advanced Cell Therapeutics, que decían estar muy cerca de la clonación de embriones humanos. “Creo que la gente no se da cuenta de que estamos hablando de células que no se han convertido en nada aún. No hay manos ni pies, y creo que buena parte del debate se hace sobre imágenes mentales implicadas por palabras como ‘embrión’ —se defendió en su momento Michael West, presidente de Advanced Cell Therapeutics—. Impedir que la ciencia use células para curar enfermedades humanas sería un terrible paso atrás”.

Finalmente, parece haber llegado la hora de un verdadero hallazgo. En este caso los científicos de Oregon no utilizaron óvulos humanos fertilizados por espermatozoides, sino que se valieron del método de la clonación para insertar ADN de células de piel en óvulos donados, lo que dio como resultado un embrión del que extrajeron las células madre.

Y la Iglesia sigue siendo la opositora más ferviente. El cardenal de Boston y responsable del Comité Provida de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, Sean O’Malley, señaló que esta técnica “va en contra de la dignidad de las personas porque trata a los seres humanos como productos”.

Los hallazgos de Oregon revivieron el debate ético. “Este avance tiene dos caras —dice Clara Inés Vargas Castellanos, decana de la Facultad de Salud de la Universidad Industrial de Santander—. Por un lado, es maravilloso pensar que a futuro pueden desarrollarse órganos y tejidos que puedan curar enfermedades, pero por otro, estas células madre abren una puerta con posibilidades infinitas frente a las que hay que tener cuidado. Se necesita una exhaustiva legislación mundial. ¿Imagina que en un laboratorio se pueda elaborar un corazón capaz de mantener con vida a un ser humano no por 100 años sino por 300?”.

Este descubrimiento plantea además otra polémica: hay quienes aseguran que acerca a la ciencia a la posibilidad de clonar seres humanos completos. Humberto Arboleda, médico genetista de la Universidad Nacional, coincide en que la posibilidad de obtener un tejido nuevo, o incluso un ser humano idéntico a otro, requiere de “regulaciones y normas muy precisas. Los científicos tendremos que poner límites claros porque las posibilidades de experimentación son inmensas”.

Por Redacción Vivir

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