El veto a los clones

Polémica es lo que ha causado la reciente determinación de la Unión Europea. El comercio y la distribución de carne y leche fueron prohibidos en sus países asociados, pero sólo para casos en los que el alimento fuera extraído de clones de animales. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), sentó su precedente pese a aceptar que hasta el momento no se han realizado estudios concluyentes que demuestren científicamente un posible quebranto en la salud de los consumidores.

EFSA también apela a la salud de los animales para justificar el veto. Según el informe presentado por la organización, de cada 100 intentos de clonación, únicamente 20 resultan exitosos, y en caso de que cuenten con la suerte de la supervivencia, el 40% las criaturas deben superar el ataque de graves enfermedades durante el crecimiento.

La decisión contrasta de forma radical con las disposiciones que han tomado otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, la  Administración de Alimentos y Fármacos avala el consumo sin mayores miramientos y, de acuerdo con expertos en abastecimiento, ya da pistas para considerar la alternativa de los clones como una puerta al suministro futuro de alimentos. Otras naciones que se unen a la lista de aceptación son Nueva Zelanda y Australia, que desde cargos directivos de gobierno se han mostrado de acuerdo con el uso de la ingeniería genética para fines alimenticios.

Sin embargo, más allá del dilema de si hace daño o no a las personas, el asunto pasa más por la parte ética. El Grupo de Ética de la Unión Europea declaró que actualmente no hay argumentos de peso para recurrir a la clonación de animales, dando a entender al mismo tiempo que aunque las crisis alimentarias tienen sus altas y sus bajas, todavía no es momento para pensar en el abandono del camino natural. Además, en su dictamen, también dicen tener en cuenta el sufrimiento al que los clones serían sometidos.

De igual modo, las opiniones son encontradas al interior de Europa. Simpatizantes y detractores de la decisión argumentan sus posturas desde diferentes ángulos, casi siempre inspirados en intereses económicos.

Por ejemplo, el director de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, José Ignacio Arranz, califica el dictamen como una iniciativa precavida: “Es una postura de cautela razonable según el estado actual de la ciencia”. En cambio, Emilio Rodríguez, quien oficia en el Instituto de Prospectiva Tecnológica de la Comisión Europea, no halla diferencia en el hecho de que los encargados de brindar alimento sean los clones: “Hablar de comida clonada es un error, la carne o la leche vendrán del hijo o nieto de ese animal”, una opinión reforzada por científicos norteamericanos que sostienen que la cría de clones es idéntica a la de animales.

Por ahora, el debate permanece centrado en las naciones que están a la vanguardia de la investigación genética. Colombia se ha mantenido al margen de la discusión. Hasta el momento, el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima), no presenta reglamentación al respecto, tampoco registros de desarrollos tecnológicos para la clonación, ni estudios en la misma área.

El tema de la manipulación genética ha sido visto con recelo  desde que la oveja Dolly probó al mundo sus alcances. Sin embargo, los  científicos europeos y estadounidenses siguen apuntando sus investigaciones hacia este tema que cada vez genera una mayor controversia. Hasta el momento lo único cierto es que difícilmente podrá convertirse en un  negocio rentable.