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Cada vez que se acerca la Conferencia Internacional sobre el Sida, la prestigiosa revista Science encarga a Jon Cohen escribir una edición especial sobre la enfermedad. Dos décadas de un trabajo obsesivo y riguroso han convertido a este periodista norteamericano, radicado en San Diego, E.U., en un experto mundial en el tema. Hace dos años visitó 12 países en compañía del fotógrafo Malcolm Linton, para retratar los perfiles de la enfermedad. El itinerario incluyó hospitales, prostíbulos, laboratorios, ministerios, prisiones y hogares donde la lucha contra el virus es un asunto de todos los días.
Este año, cuando más de 25.000 personas de todos los rincones del planeta se dan cita en Ciudad de México para discutir los últimos avances científicos, sociales y políticos en torno a la enfermedad, Cohen ha sido invitado para analizar uno de los aspectos que más preocupa a los gobiernos: ¿Realmente se están invirtiendo bien los más de 10 billones de dólares que cada año se destinan a combatir el VIH?
Durante seis meses Cohen le siguió los pasos a este dinero, en medio de escándalos de corrupción en fondos destinados al sida en países como Uganda. Su conclusión: la arquitectura mundial para atacar el VIH está fragmentada. Muchos esfuerzos se pierden. Muchas buenas ideas no tienen suficiente eco.
¿Cuándo comenzó a escribir sobre sida?
En 1986 escribí la historia de un hombre que visitaba prisiones para educar a los presos sobre el sida, escondía condones en sus bolsillos y los repartía entre los reclusos. En 1990 comencé a investigar sobre la vacuna del sida. Estaba interesado en Jonas Salk, el inventor de la primera vacuna contra la poliomelitis y quien para esa época comenzaba a investigar una vacuna contra el VIH.
Descubrí que nadie había escrito esta historia y era interesante porque mientras la mayoría de investigadores intentaban fabricar, a través de ingeniería genética, ciertas proteínas del virus, Salk quería fabricar una vacuna utilizando todo el virus. Un agente editorial me contacto e invertí todo un año escribiendo. Después de seis capítulos no soportaba lo que escribía.
Sin libro, sin trabajo, con una hija recién nacida y mi esposa bastante molesta, llamé un día a Science Magazine y dije
que podría escribir un artículo sobre las vacunas. Les gustó y me pidieron que siguiera colaborando. Comencé a escribir sobre virología, inmunología, drogas, epidemiología, política, antropología, todo lo que tuviera que ver con VIH.
¿Qué inconvenientes ha identificado en la lucha contra el sida?
He podido observar la epidemia con mis propios ojos en África, Asia, el Caribe, Estados Unidos, Canadá y América. Obviamente todo podría ser mejor, pero he visto tremendos cambios a lo largo de estos años. Por ejemplo, con respecto a los medicamentos. En un principio todos fracasaban, pero en 1994 funcionaron para detener la transmisión de madre a hijo y en el 95 para detener la enfermedad. Ahora hay nuevos problemas, como el acceso a esos medicamentos en países pobres. Creo que el esfuerzo mundial en la lucha contra la epidemia está fracturado.
¿Cree que se han dicho muchas mentiras en torno a la epidemia?
Creo que ha habido periodistas mal informados. Los científicos no han querido engañar a nadie. Paranoia sí existe, la veo en todas partes. Es cierto que el riesgo de contagio es bajo en una relación normal, pero es más alto en el sexo anal o cuando la pareja se acaba de contagiar. No importa el número de balas en la pistola, sigues jugando a la ruleta rusa.
Usted dice que los gobiernos deben identificar qué sucede en sus países, que todas las epidemias son distintas. ¿Qué pasa en Latinoamérica?
En los países latinoamericanos los hombres que tienen sexo con hombres representan un gran porcentaje de los contagios. En algunos lugares hasta del 40%. En parte se debe a la fuerte presencia de la Iglesia y la cultura conservadora que ignora la existencia de estas poblaciones.
¿Cuál es el peor escenario que puede imaginar para la epidemia?
Que los medicamentos que están ayudando a sobrevivir comiencen a fallar por la resistencia. Entonces el virus se expandiría aún más y las 21 drogas que hoy están en el mercado terminarían siendo inútiles. Esto ya ha pasado con otras enfermedades, sucedió con la malaria.
Usted dice que ha fallado la prevención.
Surgieron 2,7 millones nuevos casos de VIH el año pasado. Igual que sucedió con los medicamentos, con la prevención no funciona la monoterapia. Necesitas combinar las estrategias. Este virus no duerme, siempre está en la puerta tratando de entrar.
Usted critica el que no exista una arquitectura global enfocada hacia los mismos objetivos.
Donde hay un montón de dinero siempre hay corrupción. La pregunta es qué sigue una vez se descubre. El gobierno de Uganda tuvo un gran liderazgo en desenmascarar a quienes estaban robando, desde infectados hasta ministros. Pero hasta ahora comienza a reaccionar.
¿Está de acuerdo con todas las críticas que han recaído sobre las empresas farmacéuticas?
Creo que algunas críticas son justas y otras son “farmanoia”. Debemos reconocer que sin las farmacéuticas no existiría ninguno de los medicamentos que tenemos. El problema son las patentes. Los países pobres tuvieron que protestar y 39 compañías firmaron aceptando la reducción de costos.
¿Conoce a los disidentes del sida?
En 1994 escribí un artículo de 10 páginas sobre esto. La tesis en contra del VIH como agente que causa el sida empezó con Peter H. Duesberg, un prominente científico de la Universidad de California. En 1997 publicó un artículo cuestionando que la causa fuera el VIH. Se trataba de un argumento teórico, pero muy documentado. En 1997 había muchas preguntas en torno a la causa del sida. La ciencia se sustentaba sobre la idea de “muéstreme la evidencia y cambiaré mi forma de pensar”.
Los argumentos de Duesberg se hicieron menos convincentes, pero su popularidad crecía. Un día lo contacté y le dije que me gustaría conocer la evidencia que tenía. Nos encontramos en la Universidad de Berkeley y escribí la historia. Pero cuando las drogas comenzaron a funcionar eso derrumbó uno de sus argumentos principales. Para mí eso cerró la discusión. Sin embargo, los disidentes no desaparecieron.
¿Cuándo cree que se podrá tener una vacuna?
Para mí es como preguntarle a una pareja que está intentando tener un bebé, cuándo lo van a tener. Es una pregunta cruel. Hemos hecho muchas vacunas contra el virus, hay buenas razones para tener esperanza. Pero quién sabe
cuándo, tal vez nunca. Esto se parece a la idea de alguien que pierde las llaves y las busca donde ilumina la luz. La pregunta es cómo encuentras cosas que no sabes que existen.
¿En qué trabaja ahora?
Estoy escribiendo un libro sobre chimpancés, de cómo se está replanteando la línea que divide a los humanos de estos animales.
Ahora que está investigando chimpancés, ¿cree que el VIH saltó de ellos a los humanos?
La evidencia es muy fuerte. Conocí cazadores en Gabón, cerca del área donde empezó la epidemia. Realmente me sorprendió cómo hacen su trabajo. Van al bosque con un arma y un machete, caminan hasta encontrar al chimpancé, lo matan y lo descuartizan porque no lo pueden cargar distancias tan largas, así que a veces se cortan y entran en contacto con la sangre. Cuando lo vi algo hizo un clic en mi mente, ajá, dije, así se infectaron. También pudo ser por un mordisco.
¿Cuál ha sido su percepción sobre la epidemia en África? ¿Qué lo sorprendió?
Me sorprendo en cualquier lugar. En San Diego donde vivo o en Botswana. Una cosa que aprendí es que la epidemia es diferente en cada lugar. Cuando comencé a viajar para cubrir la epidemia era mucho más deprimente, vi mucha gente morir. Y fue muy triste. Ahora no lo veo tanto. Pasé tiempo en Uganda, en Kenia, Botswana. Allí el 90% de los infectados recibe tratamiento. En las clínicas la gente se ve sana.
El avance de la vacuna contra el sida
La Iniciativa Internacional para la Vacuna del Sida (IAVI) reveló esta semana un informe sobre el estado actual de la investigación en torno a la búsqueda de una vacuna contra el VIH.
“Estamos atravesando un momento crucial. Luego del fracaso, hace un año, de una de las candidatas a vacuna más prometedoras y cuando muchos comienzan a cuestionar si lograremos la vacuna, quiero decirle a los escépticos que la solución tomará más tiempo, pero confiamos en que la ciencia prevalecerá”, afirmó Seth Berkley, presidente de IAVI.
Son varios los problemas que deben resolver los científicos. Los anticuerpos: si bien ya se han identificado anticuerpos que atacan al virus, aún no se descubre la manera de activarlos en todas las personas. Las células: otra de las apuestas es descubrir la manera de destruir las células en las que se esconde el virus.
Los descartes: los recientes fracasos han mostrado que se pierde tiempo esperando a comprobar si serán útiles las nuevas vacunas. El dinero: la búsqueda de una solución al VIH es uno de los esfuerzos más colosales de la ciencia. Se necesitan inversiones sostenidas en el tiempo.