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Un país de paradojas. Esa es la realidad de la inundada Colombia de estos días, en la que a fuerza de aguaceros está completamente disipado el fantasma de escasez que rondaba hace apenas un año los embalses del país, los cuales ya no andan en estado crítico por falta de líquido, sino porque el exceso de agua amenaza con desbordarlos.
Ya ocurrió con el embalse de Urrá, Córdoba, que fue incapaz de contener los 4.000 metros cúbicos de agua por minuto que cayeron en las lluvias del miércoles. El líquido excedente desbordó el río Sinú, cuyas aguas causaron estragos en los ya pobres y azotados municipios de Tierralta, San Pelayo, Cereté, Valencia, Lorica y en la capital cordobesa, Montería.
La emergencia puso a correr al ministro de Transporte, Germán Cardona, quien llegó de urgencia a Montería para ayudar a controlar la situación. Los primeros reportes indicaban que los lugareños lo perdieron todo, pero no había víctimas mortales. Incluso en Montería fue necesario evacuar los barrios Nuevo Milenio, Zarabanda y Brisas del Mar.
Lo más grave es que la situación de Urrá podría repetirse en nueve de los más grandes embalses del país, en los que se genera más del 84% de la energía que consumen los colombianos. En Antioquia la preocupación se centra en las represas de Miel I, Peñol, Playas, Riogrande, San Lorenzo y Troneras, que ya superaron el 100% de su capacidad de almacenamiento. La represa de Prado, al sur del Tolima, está en el 124% de su capacidad y hace varias semanas sus compuertas tuvieron que ser abiertas para dejar escapar el agua, situación que alcanzó a asustar las poblaciones asentadas aguas abajo.
Pero hay otra paradoja peor. Gracias a la abundancia de agua en los embalses, el precio de la energía está hoy a $55 kilovatio-hora, cuando hace tres meses era tres veces superior, beneficio que, de todas formas, el usuario final no verá reflejado en su factura. La razón, los distribuidores tienen contratos a largo plazo, según explicó María Zulema Vélez, presidenta de Acolgen. La reserva hídrica total en el país es hoy del 80,16%, lo que permite la producción del 84% de la energía de consumo interno. Las represas del Valle y el Oriente también se acercan a un nivel crítico (ver infografía).
En el caso de Urrá, Alfredo Molano, presidente de la represa, enfatizó que la corriente de agua no les ha permitido embalsar y que si sigue lloviendo en el Nudo de Paramillo la situación se puede agravar.
Pero los desbordamientos no sólo ocurren por acumulación de líquido en las grandes represas del país. Las principales corrientes hídricas de Colombia, el Magdalena, el Cauca, el Atrato y el Sinú entre ellas, han causado estragos en las partes altas, medias y bajas de sus cuencas y los afectados por el invierno llegaron a 2’121.894, con emergencias en 696 municipios de 28 de los 32 departamentos del país.
¿Por qué se desbordó el Magdalena?
Pocas personas conocen el río Magdalena como el ingeniero Manuel Alvarado, director del Instituto de Estudios Hidráulicos y Ambientales de la Universidad del Norte. Por años se ha dedicado a estudiar cada uno de sus secretos para entender cómo se comportan sus aguas.
La reciente ola invernal lo ha obligado a redoblar su trabajo para ofrecer información confiable a las autoridades locales. “Nunca habíamos visto el río como en este año”, dice. En el registro que se tiene desde 1940, el caudal del río nunca había llegado a la marca de 18.000 metros cúbicos por segundo que esta semana se detectó a la altura del municipio de Calamar. En promedio, es un río con un caudal de 13.000 metros cúbicos por segundo. En cuanto al nivel de las aguas, nunca habían sobrepasado los 8,2 metros y en esta ocasión alcanzaron los 9,2 metros.
Alvarado, que ha visitado diversas zonas del Atlántico junto al equipo de expertos de Uninorte, explicó que por cuenta de la ruptura del Canal del Dique y debido a que las aguas se extendieron hasta alcanzar las del embalse del Guájaro, en este momento existe un solo gran cuerpo de agua de 550 kilómetros cuadrados en el sur del departamento (400 kilómetros corresponden a la inundación y 150 a la extensión del embalse).
Aunque es difícil hacer predicciones para las próximas semanas, el ingeniero se muestra un poco optimista: “Históricamente el Magdalena presenta niveles máximos a mediados de diciembre. Por eso el pronóstico es que seguirá lloviendo, pero no con la misma intensidad. Para Navidad deben disminuir”.
No descarta que se puedan presentar otras roturas en el Canal del Dique debido a la mala planeación en su construcción. Por eso insiste en que una vez pase este problema se debe plantear otro tipo de soluciones. Recordó que en 1984 también se presentó la rotura del Canal y sin embargo, un cuarto de siglo después seguimos con el mismo problema.