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En busca de la felicidad

Ni el dinero ni los bienes materiales son indicadores de bienestar. Expertos colombianos revelan las fórmulas para conseguirlo.

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Mariana Suárez Rueda
10 de octubre de 2009 - 10:00 p. m.
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Aunque para muchos suene extraño y muy poco creíble, Colombia es uno de los 10 países más felices del mundo. Aparentemente y de acuerdo con el Índice Internacional de Felicidad, ni la violencia, la desigualdad e injusticia social, el conflicto armado, la corrupción, la pobreza y el desempleo han logrado arrebatarnos esa sensación permanente de bienestar.

Académicos como Jaime Sotomayor, director de evaluación de la Liga Colombiana contra el Suicidio, están convencidos de que este fenómeno es fruto de nuestra resiliencia, es decir, de la capacidad que tenemos para enfrentar la adversidad. “El colombiano convierte cualquier cosa en un reto para poder sobrevivir y eso, sorprendentemente, genera satisfacción. Además, nosotros no nos dejamos aplacar por nada, por eso algunas de las más terribles tragedias son convertidas en chistes para superarlas”.

Sin embargo, esto no seguirá así por mucho tiempo. Según Miguel de Zubiría, director científico de la Fundación Internacional de Pedagogía Conceptual Alberto Merani, Colombia dejará de ocupar este lugar privilegiado debido a que los indicadores de felicidad serán difíciles de alcanzar, porque las familias están más rotas, los niños se quejan de soledad y los jóvenes cada vez piensan con mayor frecuencia en el suicidio, mientras los padres están atrapados en sus trabajos.

“Lo único que conseguiremos es estar más exaltados, ser más maniacos, pero no más felices”, asegura el psicoanalista Guillermo Carvajal. Este tipo de cuestionamientos sobre el bienestar de nuestra sociedad serán abordados en el primer Congreso Nacional de Felicidad que se realizará en Bogotá el próximo viernes. Expertos de diferentes disciplinas se reunirán durante dos días para discutir uno de los temas por los que más se ha preocupado el hombre a lo largo de la historia: cómo alcanzar la felicidad.

No se ha descubierto aún una fórmula mágica para que el hombre disfrute de una placentera sensación de bienestar que se prolongue en el tiempo, sin embargo, sí hay factores que influyen y determinan qué tan felices nos sentimos (ver recuadros). Este tema se ha vuelto motivo de preocupación no sólo de la comunidad académica y científica, sino de presidentes como el francés, Nicolás Sarkozy, quien hace poco propuso incluir la felicidad dentro de los valores de medición del Producto Interno Bruto. Y hasta las redes sociales, como la popular Facebook, se han puesto en la tarea de establecer los niveles de bienestar de sus usuarios.

Lo cierto es que la búsqueda de la felicidad es y seguirá siendo una obsesión del ser humano, que sólo desaparecerá cuando se descubra, lejos del dinero y los bienes materiales, el verdadero sentido de la existencia.

¿Adolescentes infelices?

Guillermo Carvajal, psiquiatra y psicoanalista de niños y jóvenes, explica que la adolescencia es una época de crisis, en la que se está en una constante búsqueda de la identidad. El adolescente se siente solo, no sabe para dónde va, pierde la sensación de protección que durante la infancia le brindaron sus padres, es susceptible a cualquier cambio, se siente inseguro y tiene tendencia a deprimirse.

Por eso, advierte Carvajal, los mayores índices de suicidio son de adolescentes. El estudio y análisis de este escenario le permitió establecer que aunque   en  esta época de la vida las personas puedan verse hiperalegres, eufóricas, exaltadas y con ganas de hacer locuras para “disfrutar” la vida, realmente no son felices. “Se trata de una seudofelicidad, de un sentimiento de alegría que desaparece por cualquier motivo”.

Sin embargo, Carvajal cree que hay factores que los pueden hacer momentáneamente felices como, por ejemplo, compartir con sus amigos, enamorarse, tener un ‘hobby’ y lograr ciertas metas relacionadas con el estudio. Lo importante, concluye este experto, es que el adolescente tenga un trato amoroso y comprensivo por parte de su familia, que le permita ser independiente y lo ayude a definir su identidad y a prepararse para un mundo adulto mucho más armónico, en el que tenga mayores probabilidades de ser feliz.

Mujeres, cada vez menos felices

Un estudio publicado en 2007 por Betsey Stevenson y Justin Wolfers, economistas de la Universidad de Pensilvania (EE.UU.), reveló que hoy en día las mujeres son menos felices que los hombres y más infelices de lo que eran en las generaciones pasadas.

Cathy Greenberg, doctora en Ciencias del Comportamiento, comparte estas conclusiones, pues está convencida de que la vida se ha hecho más compleja para las mujeres, porque cuentan con más opciones y les resulta cada vez más difícil tomar decisiones.

Por eso, asegura, las mujeres modernas tienen que esforzarse por mandar señales más positivas. Si están permanentemente en conflicto o diciendo cosas que no piensan porque andan de mal genio, no lograrán hacer de sus niños adultos felices.


El placer sexual como forma de bienestar

Para Lucía Náder, psicóloga especializada en educación y terapia sexual, la felicidad es la capacidad que tiene el hombre de autodeterminarse, de estar en armonía consigo mismo y con los demás. Esta sensación de bienestar está relacionada con ciertos factores como el placer sexual.

“Cuando el placer sexual es fuente de crecimiento personal —explica Nader— es lo más parecido que hay al paraíso. Y para poder llegar a este estadio debemos rescatar el valor de nuestro cuerpo y educarnos para ser personas consideradas, mejores amantes”.

Náder también afirma que la forma como el ser humano se expresa sexualmente es aprendida y para hacerlo de una manera sana son necesarios los programas de educación sexual a edades tempranas, el fortalecimiento de los vínculos familiares, la decisión de una sexualidad responsable, el modelo amoroso de los padres y una entrega sexual y afectiva a la pareja basada en la equidad. Náder cree que en la medida en que estos factores estén presentes la sexualidad se convierte en fuente de felicidad.

Orígenes de la infelicidad

Para referirse a este tema tan complejo, Jaime Sotomayor, director de Evaluación de la Liga Colombiana contra el Suicidio, parte de la premisa de que la felicidad está dada por la vida y por tanto la mayor infelicidad del hombre es la muerte.

Existen tres factores, relacionados específicamente con el suicidio, generadores de infelicidad: la soledad, la depresión y la fragilidad. Para prevenir que cualquiera de ellos se desencadene, según Sotomayor, se debe alcanzar un estadio de bienestar, pero no entendido como aquellos momentos de risa que la gente llama felicidad, y que en realidad son períodos de alegría, sino como una sensación de placer que perdura en el tiempo.

¿Por qué somos infelices? De acuerdo con los planteamientos de Sotomayor, cuando una persona no siente que su trabajo lo gratifica, sino que lo ve como un mecanismo de supervivencia, no tiene una relación de pareja armoniosa, se siente mal consigo mismo y no es capaz de entablar buenas relaciones con los demás, no puede alcanzar la felicidad.

¿Es posible enseñar a ser feliz?

Los expertos que se han dedicado al estudio de la felicidad no han podido responder esta ambiciosa pregunta. Lo que sí han conseguido es establecer qué es lo que hace feliz al hombre.

Miguel de Zubiría, psicólogo y director científico de la Fundación Internacional de Pedagogía Conceptual Alberto Merani, afirma que existen cuatro factores que permiten al ser humano alcanzar la felicidad: las relaciones interpersonales, la relación con la pareja, el disfrute de la existencia (qué tanto le gusta a alguien lo que hace) y el cuidado personal (los hobbies y las actividades que apasionan).

Es posible, según De Zubiría, enseñarle a una persona a desarrollar este tipo de vínculos y de esta forma garantizar que disfrute de un estado permanente de bienestar. “Nuestra felicidad —concluye— está ligada a cómo nos sintamos con nosotros mismos y con los demás”.

Por Mariana Suárez Rueda

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