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En el momento en que se constituyeron las Farc, en 1964, como una organización revolucionaria, inspirada en el modelo marxista-leninista, se edificaron sobre la consolidación de tres objetivos: la creación de un ejército, la formación de un movimiento político y la proyección de una diplomacia internacional. Poco a poco, a través de sus sucesivos avances, fueron alcanzando estas metas y alias Alfonso Cano fue determinante para esa evolución que los tuvo como interlocutores de peso en negociaciones de paz con el Estado colombiano.
Cuando las Farc se convirtieron en un auténtico desafío de seguridad, el estratega militar fue su fundador Manuel Marulanda, el hombre que empezó a diseñar la presencia internacional fue Raúl Reyes y el máximo ideólogo: Jacobo Arenas. Ese triunvirato fue notorio durante las negociaciones de paz con el gobierno de Belisario Betancur, a partir de 1982. Pero detrás de ellos ya emergía una figura extraída de la ciudad que garantizó el relevo generacional que requerían las Farc para los nuevos retos: Guillermo Sáenz o Alfonso Cano.
Cano en la guerrilla fue hechura de Jacobo Arenas, pero con una ventaja: su sólida formación intelectual y universitaria, sumada a su instrucción política como militante de las Juventudes Comunistas. En los años 80, ese papel fue vital y después de la muerte de Arenas, en 1990, se convirtió en legado. En otras palabras, Alfonso Cano desde hace 20 años era el ideólogo de la organización. No en vano fue uno de los negociadores de las Farc durante los fallidos diálogos de paz de Caracas (Venezuela) y Tlaxcala (México), en el gobierno Gaviria.
Después de la Unión Patriótica, que dio a conocer algunos cuadros políticos de las Farc como Iván Márquez, las tareas de consolidación de un movimiento político recayeron en Alfonso Cano. Mientras otros líderes del secretariado, como alias Mono Jojoy o alias Timochenko se fortalecían en lo militar y Raúl Reyes consolidaba su condición de canciller de la organización, Cano persistía en su sueño del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia y después en el Partido Comunista Clandestino Colombiano o PC3.
Como jefe guerrillero también tuvo que aprender de armas y finanzas, y para tal efecto fue el comandante en el territorio del Cañón de las Hermosas —ubicado en el sur del Tolima—, moviéndose a sus anchas hacia los departamentos del Valle y Cauca. En esa zona constituyó una alianza clave con alias Pablo Catatumbo, parecido a él mismo: guerrillero e ideólogo. Siempre se habló de diferencias con el Mono Jojoy. Pero lo claro es que aquel era un jefe militar, en tanto que Cano fue siempre un político guerrillero.
Ese es el vacío que ahora queda en las Farc. Golpeada en su diplomacia internacional, no sólo por la muerte de Reyes, sino por su desprestigio en el ámbito mundial, y disminuida en su maquinaria de guerra con varias bajas de renombre, a la organización guerrillera le cae ahora la pérdida de su principal ideólogo. De hecho, quienes aún creen en la salida negociada al conflicto confiaban en que Cano era el personaje que podía acceder a un diálogo franco y eficaz. Quizás ahora ese papel pueden cumplirlo o Iván Márquez o el mismo Pablo Catatumbo.
No cabe duda de que con la muerte de Manuel Marulanda, Raúl Reyes, Mono Jojoy y Alfonso Cano en tres años, las Farc perdieron a cuatro líderes históricos. Del secretariado y de larga trayectoria siguen Iván Márquez y Timoleón Jiménez, alias Timochenko. Una circunstancia que necesariamente obliga a un relevo generacional en sus mandos, pero ya sin el mismo poderío militar que alcanzó a desarrollar hasta finales de la década de los años 90. Lo que se advierte es una organización desarticulada sin un movimiento de masas para respaldarla.
Militarmente hablando, se venía advirtiendo una reorientación geográfica hacia la cordillera Central, pero surge ahora otro factor negativo para la guerrilla. Desde los días del Plan Colombia y con la política de seguridad democrática, las Fuerzas Militares se han fortalecido en todos sus ámbitos. Especialmente en tecnología. Ya la guerrilla no tiene contundencia como para desarrollar los ataques que pudo hacer hasta los años 90. Y tampoco cuenta con los lazos internacionales que otrora le permitían moverse por el mundo.
Su opción a la vista, para no convertirse en una banda criminal o regresar a sus orígenes, es la vía política. Y el mejor ejemplo está a la vista: un exguerrillero acaba de alcanzar la Alcaldía de Bogotá. Si se había pensado en el alto gobierno en impulsar alguna negociación de paz, el momento ideal es este. Pero surge un dilema: quien se creía el interlocutor válido acaba de ser abatido por las Fuerzas Militares. ¿Quién puede ser su reemplazo? ¿Márquez?, ¿Catatumbo? La guerra del Estado contra la insurgencia continúa, pero la mala hora de las Farc sigue vigente.
‘Pablo Catatumbo’, el nuevo ideólogo
En los últimos tiempos, la mano derecha de alias Alfonso Cano fue el líder guerrillero Jorge Torres Victoria, alias Pablo Catatumbo, actual comandante del bloque Occidental e integrante del secretariado de las Farc desde 2008. Este es el heredero de la fuerza de guerra que comandaba el abatido Alfonso Cano.
Nacido en Cali en 1953, desde muy joven se vinculó a la guerrilla del M-19, pero después emigró hacia las Farc, consolidándose como uno de los líderes esenciales en el occidente del país. Al mismo tiempo empezó a fortalecerse como negociador político y estratega militar en el Valle y Cauca.
Alias Pablo Catatumbo está señalado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos como traficante de estupefacientes y ofrece una millonaria recompensa por su captura. Pero en el interior de las Farc es el hombre llamado a detentar el papel de ideólogo de la organización, en reemplazo de Alfonso Cano.
El candidato a comandante de las Farc
El más opcionado de los actuales integrantes del secretariado de las Farc para asumir la comandancia de la organización guerrillera es Luciano Marín Arango, mejor conocido como Iván Márquez. Nacido en Florencia (Caquetá) en 1955, desde los 22 años forma parte de la guerrilla, tras su paso por la Juventud Comunista.
Durante el proceso de paz de la era Betancur, Márquez salió elegido como representante a la Cámara por la Unión Patriótica. Cuando empezó la ola de exterminio contra este movimiento político, retornó a las armas y tomó el mando del bloque José María Córdova en la región de Urabá. Además, fue negociador en Caracas (Venezuela) y Tlaxcala (México).
Como miembro del secretariado, junto con alias Mauricio Jaramillo, alias Pablo Catatumbo, alias Timochenko, alias Joaquín Gómez, alias Bertulfo y alias Pastor Álape, en los últimos tiempos participó en los procesos de liberación de secuestrados políticos y militares.