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La próxima vez que se golpee un dedo del pie contra el borde de la cama o se queme la mano al coger una olla caliente no se disculpe si se le escapan un buen par de groserías.
Para comprobar si decir palabrotas ayuda a soportar el dolor, le pidieron a un grupo de 67 estudiantes que metieran sus manos en agua congelada. La mitad debía decir las groserías que deseara y la otra gritar una palabra neutra.
Sorpresivamente, aquellos que dijeron malas palabras soportaron el dolor producido por el agua fría hasta 40 segundos más que los que escogieron una palabra común y corriente.
“Maldecir es una respuesta tan común al dolor que debe existir una razón fundamental para esto”, apuntó el psicólogo Richard Stephens, de Keele University. Aunque los expertos aún no tienen claridad sobre el mecanismo neurológico que explique el fenómeno, creen que estaría relacionado con circuitos emocionales primitivos asociados al dolor.