La batalla por la vida
ALBERTO OSORIO
Titanes Caracol
Cuando el equipo de Titanes Caracol llegó a uno de los hogares para adultos y niños con sida que dirige Alberto Osorio, en Neiva, no había casi nadie. Apenas se enteraron de que venía a grabar un equipo de televisión, desaparecieron. Según Osorio, regresarán cuando las cámaras se hayan ido, aunque su ausencia cuenta su historia. En el silencio de los corredores, en los frascos de medicamentos abandonados sobre los sillones, en las camas sin tender y en la cocina sin un solo plato para lavar se siente el desasosiego.
“A los que vivimos con sida no nos gusta dar la cara por la discriminación y el desprecio de una sociedad que nos acorrala. Cuando toda una sociedad está en contra, es mejor pasar de agache, pasar de oscuro, tratar de camuflarse, ser invisible”, asegura Osorio, quien padece la enfermedad. Pero este hombre ya no quiere ser invisible. Lo fue al principio, mientras en otros hogares e instituciones lo ayudaban con la comida y los medicamentos, hasta que despertó un día sabiendo que su tarea era apoyar a otros. Ha vivido 26 años con sida, y aunque los doctores dicen que se encuentra en la etapa terminal, él sigue levantándose con fuerza para atender a los enfermos.
La obra de Alberto Osorio nació hace 12 años y consiste en dos hogares donde ofrece vivienda gratis a personas con sida, apoyo médico, psicológico, alimentación y vestimenta. Una de las casas, de nombre Güiperia Ramón Darío Molina Jaramillo, en honor al anterior obispo de Neiva, que bendijo la construcción y puso la primera piedra, se dedica únicamente al cuidado de menores de edad.
La otra se llama Hogar Nuestra Señora de Fátima y en ella viven 135 adolescentes embarazadas que tienen sida. Para Osorio, la labor con ellas es vital, pues si esas madres saben cuidarse, sus hijos no necesariamente nacerán con el virus. Para una de las mamás de cinco niños, las lecciones de Osorio llegaron tarde. La mujer se contagió antes de su último embarazo, y aunque el bebé nació sano, ella cometió un error por ignorancia: lo amamantó durante sus primeros seis meses de vida y por medio de la leche materna le pasó el VIH. “Don Alberto es una luz que Dios ha puesto en el camino de nosotros. Él está educando a otras madres para que no comentan el error que cometí yo”, afirma esta mujer.
El equipo de Titanes Caracol estuvo en el hogar donde viven los niños, quienes no esquivan la cámara, inocentes del estigma que la enfermedad puede suponer, y se entretienen con sus juguetes en medio de un ambiente a veces denso y triste. “Vivimos al borde del filo de la muerte. Para nosotros, la muerte es una gran amiga porque algún día nos permitirá descansar del infierno en que vivimos”, sostiene Osorio sin esconder sus lágrimas.
De repente regresan los habitantes de los dos hogares a sus habitaciones, ya sin temor a ser grabados. Regresan a sus vidas evidentemente invadidas por el miedo, y Alberto Osorio continúa su labor mientras la enfermedad se lo permita. Llegará el día en que esa “gran amiga” venga por él, pero no sin antes haber dejado su huella de titán en el Huila.
Cuando el equipo de Titanes Caracol llegó a uno de los hogares para adultos y niños con sida que dirige Alberto Osorio, en Neiva, no había casi nadie. Apenas se enteraron de que venía a grabar un equipo de televisión, desaparecieron. Según Osorio, regresarán cuando las cámaras se hayan ido, aunque su ausencia cuenta su historia. En el silencio de los corredores, en los frascos de medicamentos abandonados sobre los sillones, en las camas sin tender y en la cocina sin un solo plato para lavar se siente el desasosiego.
“A los que vivimos con sida no nos gusta dar la cara por la discriminación y el desprecio de una sociedad que nos acorrala. Cuando toda una sociedad está en contra, es mejor pasar de agache, pasar de oscuro, tratar de camuflarse, ser invisible”, asegura Osorio, quien padece la enfermedad. Pero este hombre ya no quiere ser invisible. Lo fue al principio, mientras en otros hogares e instituciones lo ayudaban con la comida y los medicamentos, hasta que despertó un día sabiendo que su tarea era apoyar a otros. Ha vivido 26 años con sida, y aunque los doctores dicen que se encuentra en la etapa terminal, él sigue levantándose con fuerza para atender a los enfermos.
La obra de Alberto Osorio nació hace 12 años y consiste en dos hogares donde ofrece vivienda gratis a personas con sida, apoyo médico, psicológico, alimentación y vestimenta. Una de las casas, de nombre Güiperia Ramón Darío Molina Jaramillo, en honor al anterior obispo de Neiva, que bendijo la construcción y puso la primera piedra, se dedica únicamente al cuidado de menores de edad.
La otra se llama Hogar Nuestra Señora de Fátima y en ella viven 135 adolescentes embarazadas que tienen sida. Para Osorio, la labor con ellas es vital, pues si esas madres saben cuidarse, sus hijos no necesariamente nacerán con el virus. Para una de las mamás de cinco niños, las lecciones de Osorio llegaron tarde. La mujer se contagió antes de su último embarazo, y aunque el bebé nació sano, ella cometió un error por ignorancia: lo amamantó durante sus primeros seis meses de vida y por medio de la leche materna le pasó el VIH. “Don Alberto es una luz que Dios ha puesto en el camino de nosotros. Él está educando a otras madres para que no comentan el error que cometí yo”, afirma esta mujer.
El equipo de Titanes Caracol estuvo en el hogar donde viven los niños, quienes no esquivan la cámara, inocentes del estigma que la enfermedad puede suponer, y se entretienen con sus juguetes en medio de un ambiente a veces denso y triste. “Vivimos al borde del filo de la muerte. Para nosotros, la muerte es una gran amiga porque algún día nos permitirá descansar del infierno en que vivimos”, sostiene Osorio sin esconder sus lágrimas.
De repente regresan los habitantes de los dos hogares a sus habitaciones, ya sin temor a ser grabados. Regresan a sus vidas evidentemente invadidas por el miedo, y Alberto Osorio continúa su labor mientras la enfermedad se lo permita. Llegará el día en que esa “gran amiga” venga por él, pero no sin antes haber dejado su huella de titán en el Huila.