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La diplomacia detrás de la reunificación de Alemania

Un chiste sobre el gobierno de la Alemania Oriental le permitió a la Alemania Occidental, a finales de los años 80, calibrar las relaciones entre la Unión Soviética y la entonces República Democrática Alemana (RDA).

Yenith González S. / Alemania

08 de noviembre de 2009 - 08:59 p. m.
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Al entonces ministro de Asuntos Exteriores de Alemania Occidental, Hans-Dietrich Genscher, considerado uno de los artífices de la reunificación Alemana, le bastó hacer un chiste que hacía alusión al presidente del Consejo de Estado de la RDA, Erich Honecker, el cual provocaría la risa del propio secretario general de Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, para notar el deteriorado grado de aceptación de los reformadores en Moscú a la política dogmática de los viejos líderes de la Alemania Socialista.

Con su reconocido humor fino y diplomático, Genscher le contó al ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética, Eduard Chevardnadze, durante una invitación a su casa, en 1987, que “Dios invitó al té de las 5 de la tarde al presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, a Gorbachov y a Honecker. Al término de la cita, Dios les pidió que se sentaran de nuevo porque les tenía un anuncio no muy placentero: “Lamentablemente me veo en la obligación de hacer un diluvio universal la próxima semana”, dijo Dios. Al llegar a sus respectivos países, cada uno informó a su pueblo de la siguiente manera: Reagan dijo: “Ciudadanos y ciudadanas del mundo libre, tengo dos noticias, una buena y una mala: la buena es que Dios existe, fui invitado a su casa al té de las 5 de la tarde, y la mala es que la próxima semana habrá un diluvio universal”. Gorbachov dijo: “Camaradas de la Unión Soviética, tengo dos malas noticias: ese bendito Dios cristiano existe, fui invitado a su casa al té de las 5 de la tarde, y la segunda es que la próxima semana habrá un diluvio universal”. Y Honecker dijo: “Ciudadanos y ciudadanas de la República Democrática Alemana y camaradas, tengo tres noticias extraordinarias: la primera es que Herr Dios me invitó al té de las 5 de la tarde junto a Reagan y a Gorbachov, la segunda es que así el cielo ha reconocido la existencia de la RDA, y la tercera es que la Perestroika (Política de Reforma de Gorbachov) no tendrá lugar porque la próxima semana habrá un diluvio universal”.

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A Chevardnadze le causó tanta gracia el chiste que se lo contó a Gorbachov y éste determinó que estaba tan bueno que tenía que contarlo en la próxima reunión del Politburó. De esta manera, Genscher pudo notar que Alemania Oriental no tenía el mismo respaldo de la Unión Soviética. Y, efectivamente, cuando sobrevinieron los momentos críticos de la RDA y su pueblo se manifestó masivamente contra el régimen, Moscú se mantuvo al margen. Así lo relató el ex jefe de la Diplomacia Alemana en una reciente charla en el Club de Periodistas de Frankfurt con motivo de la conmemoración, este 9 de noviembre, de los 20 años de la Caída del Muro.

Con esta perspicacia, donde convergen humor, estrategia y diplomacia, Genscher logró fortalecer la naciente confianza con los líderes de la Unión Soviética convirtiendo a Alemania Occidental en el punto de enclave de las nuevas relaciones entre el mundo capitalista y el Bloque Oriental Socialista. Esta jugada maestra sería determinante para la posterior reunificación de las Alemanias y la culminación de la Guerra Fría con la caída de la Cortina de Hierro que dividió a Europa entre 1945 y 1989.

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Los refugiados en la Embajada de Praga

Genscher también recordó las intríngulis de la negociación con el gobierno de Honecker para permitir el paso hacia Alemania Occidental de entre 4 mil y 5 mil habitantes de la RDA, quienes con la excusa de hacer vacaciones en Checoslovaquia y huyendo de la represión de su Estado, se refugiaron en el verano del 89 en la Embajada de Alemania Occidental en Praga.

Era 28 de septiembre de 1989. El ex ministro asistía a la apertura de la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, donde se reuniría con sus homólogos de la RDA, la Unión Soviética, Chekoslovaquia y Polonia para acordar una solución urgente a la crisis humanitaria que se vivía en Praga. A altas horas de la noche y cuando ya se había descartado un acuerdo, Genscher recibió una llamada de Chevardnadze, quien lo citó de manera inmediata en su hotel. Dado que sus conductores ya habían ido a dormir, Genscher, junto con otro diplomático alemán, intentaron sin éxito tomar un taxi. La única opción que les quedó fue parar un carro de Policía.


“Le explicamos que se trataba de una reunión entre los ministros de Relaciones Exteriores de las dos Alemanias, a lo cual el policía respondió con un rotundo ¡No! Pero cuando le explicamos que se trataba de la negociación para la salida de los refugiados en la Embajada de Praga, dijo ¡suban! y luego activó la sirena”, relató Genscher.

Dos días después estaría en el balcón de la Embajada en Praga frente a los miles de refugiados pronunciando la frase inconclusa más famosa de su carrera: “Yo vine a ustedes para decirles que mañana es su salida…”. En este momento fue interrumpido por la euforia de la gente que supo de inmediato que la espera había terminado.

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Genscher cuenta que para esa negociación se habló de dos posibilidades para la salida de los refugiados. La primera implicaría que cada persona podría viajar por su cuenta tras recibir un sello de salida en su pasaporte y la segunda que todo el grupo viajaría en un mismo tren a través del territorio de la RDA, opción por la que optó el gobierno de Alemania Oriental. Al final, las escenas de la televisión recuerdan cómo se creó un bumerán en la estación de trenes de la ciudad alemana de Dresden, donde muchos intentaron saltar sobre el tren para también abandonar el país. El ex ministro señala que la opción por la que se decidió el gobierno de Honecker, “por cuestiones de soberanía”, resultó contraproducente al poner en evidencia, ante el mundo, el masivo descontento del pueblo de la RDA con su gobierno.

Este episodio incitó a nuevos intentos de huir y a constantes y masivas manifestaciones pacíficas contra el régimen. La más grande y decisoria tuvo lugar en la ciudad de Leipzig, el 9 de octubre siguiente, cuando gracias a la intervención de Gorbachov las armas no fueron utilizadas contra los 70 mil manifestantes.

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A este punto, los días de la RDA estaban contados. Un mes después se produciría la Caída del Muro “Antifachista”, como lo llamaba el gobierno de Honecker, o “de la Vergüenza”, como lo calificó la opinión pública de Occidente.

Posteriormente a Genscher, junto con el entonces canciller de Alemania Occidental, Helmut Kohl, les esperaron agitados días para lograr persuadir a los cuatro países vencedores de la Segunda Guerra Mundial: Francia, Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña, de permitir la reunificación alemana. Tras la firma del Tratado 2 + 4, fórmula concebida por el jefe de la diplomacia alemana, el 3 de octubre de 1990 desapareció la RDA y es restablecida la unidad alemana.

De esta manera se cerró formalmente el capítulo de la Guerra Fría cuando los cuatro Estados, despojados de sus temores frente a una Alemania grande, dieron paso a la creación del Estado más poblado que hoy tiene la Unión Europea. Así Genscher, hoy con 82 años, pasó a ser protagonista clave de la historia alemana.

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“Si no hubiéramos logrado tan rápidamente la unificación, los obstáculos se hubieran fortalecido otra vez. Sin embargo, los que lo lograron fueron las miles de personas que lo arriesgaron todo para ir a la calle en Leipzig. Así el régimen vio que llegó al límite de su poder. Ellos fueron en verdad los héroes de la unificación alemana”. Con esta frase concluyó Genchner su remembranza sobre el evento más importante que vivió a lo largo de 18 años frente a la diplomacia alemana.

Por Yenith González S. / Alemania

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