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La educación superior: “Un acto de esperanza” dinámico

La educación se hace posible desde el profundo convencimiento de que los seres humanos pueden ser mejores para alcanzar una sociedad más humana e inclusiva.

Padre Hárold Castilla Devoz, rector general Uniminuto
20 de diciembre de 2020 - 02:00 p. m.
Pensar el quehacer educativo es un diálogo permanente y dinámico entre la teoría y la práctica.
Pensar el quehacer educativo es un diálogo permanente y dinámico entre la teoría y la práctica.
Foto: Pixabay
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Nos encontramos al final de un año civil que en el devenir del tiempo ha sido una experiencia atípica para todos los que estamos sumergidos en la dinámica, procesos y gestión de la educación en todos sus niveles y modalidades. Aunque la realidad de la pandemia nos haya colocado en “jaque”, con los impactos sucedidos, seguimos teniendo una mirada de esperanza superior porque lo que hemos encontrado son muchas oportunidades para el sector de la educación.

Hoy, más que ayer, somos conscientes de que la educación es y será una acción de esperanza para el desarrollo del talento humano y de la sociedad en general en la medida en que esta nos sugiere un futuro de conocimiento que permite hacer frente a necesidades reales transformándolas en bienestar y desarrollo para todos.

La animación que a lo largo de este año nos ha hecho el papa Francisco en torno a su propuesta del Pacto Global por la Educación se convierte para el sistema educativo nacional en un enfoque que ilumina la apuesta de este en la línea de un nuevo tipo de educación que nos ayuda a pensar en una propuesta educativa integral, que haga posible que la generación de conocimiento y los aprendizajes de los estudiantes propendan a pensar en la transformación de las injusticias e inequidades que con la pandemia se han hecho más evidentes, para pasar a una cultura de la fraternidad y de la solidaridad superando cualquier indiferencia que frene la construcción de una sociedad integrada y que hace posible el bien común.

La educación se hace posible desde el profundo convencimiento de que los seres humanos pueden ser mejores para alcanzar una sociedad más humana e inclusiva.

El ser conscientes de los diversos sufrimientos que ha dejado esta pandemia del COVID-19, especialmente en el marco de la educación, con sus consecuencias de limitaciones de desarrollo cognitivo, psicológico y social, nos debe hacer pensar en todos los aspectos que iluminen con luz de esperanza a nuestro sector, a propósito de las acciones que se han generado para no dejar que ningún estudiante se quede por fuera del proyecto de vida educativo, como clave de su desarrollo personal y de su extensión en lo social.

Pensar el quehacer educativo es un diálogo permanente y dinámico entre la teoría y la práctica, buscando una educación que responda a las necesidades de los estudiantes y la sociedad. Educar también implica ser parte de un sistema social de educación y, por ende, requiere asumir las responsabilidades que se adquieren con la sociedad y con las entidades públicas reguladoras y promotoras, pero sobre todo implica comprometerse con cada miembro de la comunidad educativa de garantizar unas condiciones favorables para enseñar, aprender, generar y aplicar conocimiento.

(Lea también: Pertinencia de la educación dinamiza productividad y competitividad)

Insistir en que la educación es un acto de esperanza es comprometer nuestros corazones e ideas a que los atributos que nos exige la acción educativa se sigan manteniendo vigentes, desarrollando capacidades organizacionales, desplegando acciones estratégicas para responder de forma pertinente a las exigencias de la sociedad actual y a los desafíos futuros.

El desafío actual es ayudar a transformar el sistema educativo colombiano, aportando innovaciones educativas, formación de habilidades sociales y éticas, experiencias de impacto social y sostenibilidad medioambiental. Una apuesta por “una nueva educación” que fomente la trascendencia de la persona humana, el desarrollo humano integral y sostenible, el diálogo intercultural, la salvaguardia del planeta, los encuentros por la paz y la apertura al bien común y a la solidaridad.

El compromiso es de todos para que la educación de calidad y pertinente siga siendo el camino más adecuado para alcanzar lo que está presente en el corazón de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), de manera especial en el No. 4: “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, así como promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida, y esto para todos”.

Por Padre Hárold Castilla Devoz, rector general Uniminuto

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