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¿Cómo se explica que uno de los trabajos etnográficos más importantes del siglo XX en Colombia permaneciera inédito en español durante tanto tiempo? Es difícil responder. The people of Aritama. The cultural personality of a colombian mestizo village fue escrito por los antropólogos Gerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussán a finales de los años cincuenta. Publicado una primera vez en abril de 1961 por la editorial inglesa Routledge, el texto fue reimpreso en inglés por Chicago Press una multitud de veces, pero hasta la fecha ninguna editorial colombiana había logrado acordar los derechos de la edición en castellano.
Gerardo Reichel-Dolmatoff murió en 1994, por lo que los derechos los conservaban su esposa, Alicia Dussán, y una de sus hijas, Inés Reichel. Entre 2000 y 2006 fui el editor del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) y ya la idea de traducir y editar la obra me rondaba. Sin embargo, por razones presupuestales no logré afinar el proyecto. A pesar de eso seguía pensando que era un imperativo hacerlo, ya que el texto es un tratado magistral y un aporte inestimable para dimensionar el complejo y doloroso proceso de cambio cultural que durante el siglo XX vivieron tantas comunidades colombianas.
En el año 2009 le hablé del proyecto al padre Vicente Durán Casas, S. J., vicerrector académico de la PUJ, quien se entusiasmó desde el comienzo con la empresa, no sólo por la pertinencia y solidez de la obra, o porque la Javeriana contara desde hace unos décadas con un departamento de Antropología, sino porque la investigación de los Reichel contó en su época con el apoyo del director del Instituto de Estudios Sociales y Económicos de la Javeriana, el padre José Rafael Arboleda, S. J. Fue así como en 2010 la Editorial de la Universidad Javeriana negoció los derechos y tradujo la obra en el lapso de dos años. Fue un proceso arduo pero fascinante, que dio como resultado esta primera edición que se lanza en la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Traducida por Juan Pablo Benítez, fue revisada por el editor Gustavo Patiño y por el antropólogo Patrick Morales, quien había recibido mención de honor en el Premio Ángel Escobar sobre una investigación antropológica e histórica que arrancaba en Atánquez, epicentro de la historia de los Reichel.
La gente de Aritama se centra en la comprensión de los fenómenos de contacto y cambio cultural, a partir de un estudio de caso de un pueblo de origen indígena situado en las estribaciones surorientales de la Sierra Nevada de Santa Marta. Y el cambio cultural en este caso, como lo fue en muchos lugares del continente americano, es un proceso doloroso, cuyos contornos son magistralmente retratados en las páginas de este libro; los habitantes de Atánquez deben dominar su manera de reír y hablar, adoptando constantemente una postura fría y artificial. Hay demasiadas cosas por controlar y la tensión por no parecer indígena es permanente.
Esta es tal vez la clave de lectura del texto: la estigmatización de lo indígena y el afán por adecuarse a un referente identitario difusamente asociado con lo “civilizado”, representan para los habitantes de esta comunidad un determinante de tipo emocional tan fuerte que llega incluso a moldear las concepciones de salud y enfermedad, así como las percepciones locales sobre el trabajo y la alimentación.
Más allá de su gran calidad etnográfica, la escritura del texto nos hace vivir el día a día de una comunidad, la vida en Atánquez con sus ritmos y contornos cotidianos. Sobre este libro, Claude Lévi-Strauss dijo en algún momento que se trataba de una obra modelo. “Sin duda mi corazón y mi espíritu se inclinan más a las investigaciones de carácter específicamente etnográfico, pero si una obra puede reconciliar con los estudios conocidos como ‘aculturación’ bien puede ser ésta, por su riqueza, su densidad, su calor humano y también, creo que debo agregarlo, porque la etnografía no esta totalmente ausente”.
Pero el libro también ofrece un interés adicional en el presente, una relevancia tal vez un poco inesperada por sus autores. En efecto, hoy los pobladores de Atánquez —aquellos para quienes la vía de la integración al campesinado de la Costa Atlántica aparecía en el texto como un camino inevitable— se reconocen como indígenas kankuamos, habitantes ancestrales de la Sierra Nevada de Santa Marta. Para ellos, este texto, hoy finalmente traducido al español, debe constituir un material absolutamente clave en la reconstrucción de su pasado, de su memoria y en el fortalecimiento de su proceso de recuperación étnica.
¿Podrán ellos reconocerse en esas páginas? ¿Reconocerán allí su historia, su memoria, o preferirán seguir pensando que este libro habla de un pueblo muy diferente, llamado Aritama, evocando aquella historia que cuenta que fueron los mismos habitantes de Atánquez quienes pidieron a los autores cambiar el nombre del pueblo, ante el temor de ser ridiculizados por un pasado indígena aún demasiado evidente?
En resumen, este texto puede tratarse de uno de los grandes libros de las Ciencias Sociales de los años sesenta, a la par de algunos de los trabajos de Orlando Fals Borda, Virginia Gutiérrez e Indalecio Liévano, entre otros. La propia Alicia Dussán dice en su prólogo a la edición en español: “Es importante que no olvidemos que, a pesar de ser ficticio el nombre del pueblo de Aritama, existen cientos de Aritamas en Colombia que no son anónimos y requieren de excelentes estudios antropológicos que contribuyan a comprender y orientar mejor la realidad actual del país en el siglo XXI”.
Muchos investigadores conocían el texto en inglés, pero la lectura era restringida. Los fracasos de muchas de las propuestas para traducirlo y editarlo quedarán en la historia. Hoy esta edición de La gente de Aritama representa un aporte inestimable para la antropología colombiana y, en especial, para aquellas comunidades que apenas se empiezan a reconocer con su propio nombre.
*Director Editorial U. Javeriana.