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La hermandad en secreto

Este miércoles se reúnen en Bogotá 1.500 masones de todo el mundo. El encuentro tiene como objetivo acabar con los mitos e historias que se han creado alrededor de esta Orden y conseguir, finalmente, la aceptación de la sociedad colombiana.

Mariana Suárez Rueda / Santiago La Rotta
28 de marzo de 2009 - 08:00 p. m.

El sigilo y la discreción con la que han actuado desde hace casi 300 años los hombres que pertenecen a la exclusiva hermandad de los masones ha generado toda clase de mitos alrededor de sus prácticas y códigos secretos. Algunos dicen que se trata de una secta satánica, otros creen que es un grupo de conspiradores sedientos de poder y hay quienes los defienden argumentando que simplemente son personas con un pensamiento libre y libertador que quieren trabajar por el bien de la sociedad.

Durante años el hermetismo de sus miembros sedujo a periodistas y curiosos de los países en donde los masones tenían centros de reunión. Poco a poco se fueron conociendo las infidencias de sus encuentros y las extrañas prácticas de sus ritos, que han servido de inspiración a la literatura y al cine.

Cinco días antes de que se realice en el Hotel Tequendama, en Bogotá, la Confederación Masónica Interamericana —un gigantesco encuentro que comenzará este primero de abril y al que asistirán cerca de 1.500 masones de los países de habla hispana—, los representantes de esta hermandad en Colombia decidieron romper su silencio y hablar abiertamente de su historia, sus creencias, sus ceremonias y de los reconocidos personajes de la vida nacional que son masones.

Aunque muchos aún prefieren mantenerse en el anonimato, por miedo a las críticas y a las represalias de algunos sectores ultraconservadores (la masonería fue tan cuestionada que hasta 1991 sus miembros en Colombia no podían ser enterrados en ningún cementerio), Manuel Meoño Távara, organizador de este encuentro, presidente de la Gran Logia Diplomática de Colombia y encargado de las relaciones internacionales de los centros de masonería, advierte que llegó el momento de dejar de esconderse, de dar a conocer la labor social que lideran y de recuperar el espacio que dice han perdido en la sociedad por cuenta de sus enemigos.

Por eso, no teme revelar que a la logia de masones que dirige pertenecen embajadores, ministros, ex presidentes y diplomáticos de diferentes países. Entre los miembros colombianos se destacan el fiscal general, Mario Iguarán, el comandante de las Fuerzas Militares, Freddy Padilla de León, el gobernador de Santander, Horacio Serpa, y el  presidente de Convergencia Ciudadana, Samuel Arrieta. El ex presidente Ernesto Samper también es muy cercano a los masones, sin embargo, aún no ha ingresado formalmente a la hermandad.

Cada uno de ellos tuvo que someterse a un proceso de selección para poder convertirse en masón. Lo primero que tuvieron que hacer fue demostrar que eran personas buenas, que creían en una fuerza suprema (a la que deben llamar Gran Arquitecto del Universo, sin importar si se refieren a Dios, Alá o Jehová), que no tenían cuentas pendientes con la justicia y que habían sido recomendados por lo menos por tres masones. Luego debieron someter su nombre a votación y, una vez elegidos, participar en la ceremonia de iniciación, algo así como un bautizo simbólico que les da la bienvenida.

Los detalles de este ritual no pueden ser divulgados por ningún masón, pues ése es uno de los secretos que prometieron guardar al ser admitidos. Sin embargo, las historias de estos encuentros se han filtrado a los medios de comunicación y se han convertido en protagonistas de documentales de reconocidos canales como History Channel o Televisión Española y de videos que circulan en el portal YouTube.

De albañiles a masones

A lo largo de la historia se han manejado dos hipótesis sobre el origen de los masones. La primera dice que cuando Salomón, hijo de David, iba a levantar el Templo de Dios en Jerusalén consiguió la ayuda de un arquitecto que dividió a sus 183.000 obreros en tres grupos: aprendices, compañeros y maestros; la misma jerarquía que utilizan los masones.

A cada uno de estos hombres le dio un código secreto, una palabra que debían pronunciar cuando llegara el momento de recibir su salario y que no podía contarle a nadie, pues de esta forma se garantizaría que le dieran el dinero acordado. Una noche un grupo de hombres intentó obligar a este arquitecto a que revelara una de estos códigos y ante su negativa lo asesinaron usando tres objetos que hoy forman parte de la simbología masónica: una regla, una escuadra de hierro y un martillo.

Otras fuentes históricas, a las que los integrantes de esta hermandad dan mayor credibilidad, cuentan que el origen de la masonería se remonta a la Edad Media. En ese entonces los albañiles de los castillos y las grandes iglesias comenzaron a independizar sus gremios de la tutela de los benedictinos, querían monopolizar la construcción de estas grandes edificaciones. Para proteger los secretos de las técnicas que utilizaban comenzaron a realizar rigurosos procesos de selección a quienes querían trabajar en este oficio y adoptaron palabras y códigos que les permitían reconocer a sus integrantes.

De acuerdo con su conocimiento pertenecían a la categoría de aprendiz, maestro o compañero. Poco a poco el rumor de sus encuentros privados se extendió por todo Europa y después en Estados Unidos, muchos filósofos, artistas y pensadores como Voltaire o Rousseau quisieron formar parte de esta organización, que comenzó a transformarse hasta constituirse en lo que se conoce como masonería y que tanto resquemor ha despertado en sectores como el Opus Dei.

El hombre de la memoria

El 15 de noviembre de 1967, en medio de la excitación y el temor a lo desconocido, Hernando Rosillo fue iniciado como masón. Tenía 31 años y los detalles de ese día aún los recuerda casi medio siglo después. Luego de 40 años en el interior de la Orden, Hernando se ha convertido en una de las personas que más conocen la hermandad, que sabe la historia desde las entrañas de una sociedad que ha tenido entre sus filas a algunos de los hombres más importantes de la historia.

La mayor parte de su vida se desempeñó como un alto ejecutivo de grandes compañías, como Bavaria y Volkswagen, entre otras, y en las noches se escapaba para reunirse en misteriosos y oscuros lugares, que aún hoy no puede nombrar, para perseguir, colectivamente, un ideal, un fin intelectual: el conocimiento, la razón y la verdad. Principios que deben cultivar quienes han decidido convertirse en masones.

Sin embargo, desde hace varios años decidió asumir una nueva labor, la de dedicar sus días a documentar con rigor histórico, con la disciplina de la lectura y la investigación, el ancho trazo de la Orden Masónica en Colombia, la estela que esta sociedad ha dejado en las páginas del pasado de nuestro país. Hernando habla con orgullo de lo que él considera ha sido el trabajo de su vida al lado de sus hermanos masones.

Es un hombre amable, ataviado con una boina y un saco de lana. Su hablar es pausado y arrastra el indeleble signo de los cachacos de antaño. Él, el escriba de los hechos, resalta los triunfos de la razón (principal motor de los masones) en contra de la tiranía y las tinieblas, sinónimo de la ignorancia. Con un tono bajo, tomándose su tiempo, cuenta cómo los masones estuvieron detrás de la fundación de la Universidad Nacional, la abolición de la esclavitud y tantas otras empresas de corte liberal que cambiaron el panorama de un país dominado por la camándula y la violencia.

En su casa tiene una biblioteca gigantesca llena de libros y publicaciones que hablan de masonería. Hernando sabe que el amor por sus hermanos pudo haberlo puesto en el ojo del huracán, por cuenta de los mitos y las leyendas que se han creado alrededor de esta Orden a la que muchos siguen tildando de satánica. Por eso está de acuerdo en hablar de los masones, de su historia y del papel relevante que cumplieron sus miembros en la política de nuestro país.

El entusiasmo por la reunión de masones que comenzará este miércoles en Bogotá, a la cual asistirán también profanos (como denominan a las personas que no pertenecen a la Orden) en calidad de observadores, lo emociona. Pero aún no sabe si pueda acompañar a sus hermanos en este importante evento, en el que nuestro país por primera vez es protagonista, pues conseguir ser la sede de esta asamblea es igual que concursar para la de un mundial de fútbol.

Las secuelas del cáncer han afectado su salud y el paso del tiempo también ha hecho de las suyas. Lo cierto es que Hernando al igual que Manuel, organizador del encuentro, y los cientos de masones colombianos confían en que este evento en el Hotel Tequendama sirva para que la masonería, finalmente, pueda dejar de ser algo secreto, criticado y satanizado.

Por Mariana Suárez Rueda / Santiago La Rotta

 

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