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El 3 de agosto de 1992 Redmond tenía en la mente correr lo suficientemente rápido para quedarse con la medalla de oro. No sería una sorpresa, el atleta consiguió los mejores tiempos en las otras rondas y era uno de los grandes favoritos.
Cuando sonó el disparó que anunciaba la salida de los corredores partió con ímpetu y logró poscicionarse en el segundo puesto. A los 250 metros Redmond cojeó y cayó al suelo. Los otros competidores siguieron en la lucha por alcanzar primero la meta.
El británico se mantuvo con una rodilla en el suelo y con la otra flexionada. Apoyó en ella su cabeza y se tapó la cara con la mano.
Mientras los otros atletas terminaban la carrera, Redmond se levantó para seguir el camino. Los oficiales de la competencia le recomendaron no continuar, pero el británico atravesó la pista cojeando. Jim Redmond, su padre, saltó de la tribuna y se acercó a su hijo. El corredor abrazó a su papá para sostenerse y juntos siguieron en busca de la meta.
— Olympics (@Olympics) 3 de agosto de 2016Emisarios de la carrera entraron a la pista para detenerlos, pero Jim los apartó moviendo su mano.
Padre e hijo cruzaron la meta y dejaron en la historia uno de los hechos más emotivos de las competencias.