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La importancia de la figura paterna en la crianza

Terapeuta de contacto explica por qué padre y madre deben ser complementos desde el momento en que quedan en embarazo. Sustenta que los teléfonos inteligentes se han convertido en un problema de “presencia ausente” de los padres.

Betty Giovanna Ávila
07 de julio de 2018 - 03:09 p. m.
Madre y padre son los primeros amores de sus hijos, por tanto, lo que les entreguemos deja conclusiones frente a lo que inconscientemente van a buscar en mujeres y hombres.  / Getty Images
Madre y padre son los primeros amores de sus hijos, por tanto, lo que les entreguemos deja conclusiones frente a lo que inconscientemente van a buscar en mujeres y hombres. / Getty Images
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En los seres humanos, el origen de la existencia, hablando del plano físico, se da con el encuentro entre el óvulo: principio femenino, y el espermatozoide: principio masculino; diferentes y complementarios, ninguno más importante que el otro, se necesitan mutuamente para el milagro de la concepción. Por consiguiente, el reto de acompañar a un niño en su formación requiere, fundamentalmente, de esos dos principios manifestados en la madre y el padre.

Observemos lo micro para entender los roles de la pareja. El óvulo está quieto, dispuesto a recibir, conteniendo en su esfera un pequeño universo de información genética, energética y psíquica. El óvulo es la fuerza de la vida, es la nutrición en potencia, es la tranquilidad, la contemplación, la pausa, es la belleza que espera ser descubierta y admirada. Por su parte, los espermatozoides son la acción: dispuestos a dar; son la determinación, el enfoque, la dirección, el movimiento, la asertividad, la gloria de encontrar el propósito y la satisfacción de lograr la meta.

Los seres humanos somos el resultado del encuentro de esas dos fuerzas. Todos tenemos nuestro principio femenino y nuestro principio masculino, la pregunta es: qué tan sanos están, qué tanto nos permitimos desarrollarlos y vivirlos en equilibrio.

El Libro de Erich Fromm, El arte de Amar describe la importancia del amor materno y paterno en el desarrollo armónico del ser humano; dice que una madre, emocionalmente sana, ama sin condición a sus hijos, los nutre y los cuida con el alimento, la palabra y el contacto físico. Esta maravillosa experiencia de ser amado por el hecho de existir deja en el alma la semilla del valor personal y el merecimiento.

Experimentamos el placer de recibir amor y entendemos que somos dignos de ello. Dicho estado placentero de confort, de recibir la atención y el cuidado debe ser complementado con el amor que un padre, emocionalmente sano, puede entregar.

La naturaleza del amor paterno plantea retos a sus hijos, los invita a disfrutar el placer de lograr las metas, a vivir la satisfacción de ser reconocidos por su padre, a sentir que son merecedores de ese amor, porque son capaces de aprender y de desarrollar sus habilidades. En este escenario “ideal”, el niño y la niña recibirían los amores complementarios para aprender a amarse a sí mismos, habiendo experimentado la delicia de recibir y de dar. Si esto sucede, el alma sabe que es merecedora de amor y que puede enfrentarse a los retos de la vida, porque sintió que era capaz de lograrlo. 

Madre y padre son los referentes y los primeros amores de sus hijos, por tanto, lo que les entreguemos deja conclusiones en ellos frente a lo que inconscientemente van a buscar en mujeres y hombres, con quienes se relacionarán en su vida.

El amor es diálogo, presencia y contacto, si no entregamos estos tres elementos no podemos decir que amamos. El amor se experimenta en el cuerpo, es a través de él que percibimos el mundo y a nosotros mismos.  Utilicen sus sentidos para relacionarse conscientemente con sus hijos: 
mírenlos con amor, entreguen luz con su mirada, acarícienlos, sientan el latir de su pequeño corazón en cada abrazo, escuchen con total presencia lo que ellos les comparten, dialoguen con profundidad, pregúntenles cómo se sienten, cómo les gustaría ser amados, qué necesitan, qué valoran. 

Por demás está insistir en que los teléfonos inteligentes se han convertido en un problema de presencia ausente de los padres, si no establecemos límites y acuerdos en su utilización, son nocivos para el diálogo, presencia y contacto que requiere el amor verdadero. El derecho de un ser humano es ser amado por sus padres y el deber de los padres es ser conscientes de cómo están amando a sus hijos y también de observarse si están amándose a sí mismos, porque es el ejemplo lo que forma.

El reto del amor paterno es equilibrar la energía de la acción y de la búsqueda de resultados y logros. Si la energía masculina se exacerba se transforma de activa a violenta y en lugar de motivar y permitir el derecho al error en los hijos que están aprendiendo, maltrata y bloquea la sensación de ser capaces de lograr las metas. 

En ocasiones, los padres en su instinto natural de preparar a sus hijos para la vida pueden ser tiranos y obsesivos, en lugar de motivar y enseñar que el error y el fracaso son parte del camino, y que eso no determina el valor del ser, al contrario, el error y el fracaso permiten desarrollar la fuerza de persistir y la disciplina interior.

La sagrada labor de ser padres conscientes requiere de un trabajo interior que inicia con darnos cuenta de nuestras carencias como hijos para poder sanar el alma y entregarnos a amar desde el amor propio. Quien se ama elige con sabiduría a su pareja; y si decide traer un ser a este planeta, entiende la responsabilidad y la dicha de amarlo. Si así lo hacemos iniciamos una cadena de equilibrio y salud psíquica que transformará a la sociedad. El cambio inicia en las familias conscientes.

Por Betty Giovanna Ávila

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