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La literatura como herramienta en la búsqueda del sentido de la vida

Cada escritor a través de su obra postula una visión crítica de la realidad y esta perdura en el tiempo, porque la herramienta con la que la elabora es la palabra en todas sus manifestaciones.

Luis Germán Perdomo*
09 de agosto de 2019 - 04:15 p. m.
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Son los connotados escritores con sus magníficas obras los grandes buscadores del sentido de la vida. Estos pensadores son los que activan y transforman nuestra percepción del mundo. Cada escritor a través de su obra postula una visión crítica de la realidad y esta perdura en el tiempo, porque la herramienta con la que la elabora es la palabra en todas sus manifestaciones.

La literatura nunca se ha aislado de la complejidad del mundo y las adversidades de la vida. Muy por el contrario, como lo afirma Magdalena Aguinaga, “la literatura nos da valiosas lecciones para superar las tensiones en la sociedad”.

Estamos viviendo una conflagración en la que comienzan a ceder los cimientos sobre los que estaba construida la modernidad. Tiempo que se ha comenzado a hablar del fin de la historia; día con día, a manera de llamado de campana, se habla de la crisis de los valores y de la pérdida de la ley moral natural que guiaba al hombre; del fin del liberalismo, de las mentiras de la democracia y la falacia de la justicia; del abuso contra la naturaleza, esquilmándola sin freno; de la capacidad del hombre de destruirlo todo con sus armas nucleares.

El filósofo Josemaría Carabante, en su ensayo Rémi Brague y la crisis del hombre, nos recuerda los tres cuestionamientos principales sobre los que ha recabado el pensador: “¿Quién es el hombre? ¿Qué es lo que hace que su vida sea valiosa, buena? ¿De qué depende la condición moral de su existencia?”. Cuestionamientos a los que el mismo Brague da una salida: “Tenemos absoluta necesidad de que la vida tenga sentido y valor, para que sea legítimo transmitirla a otros”.

Ahora bien, ¿qué hacer, entonces, ante la presencia de un mundo sin norte, con un sinsentido manifiesto, en donde el hombre es un peligro para el hombre y la vida humana ha ido perdiendo su valor? Siguiendo a Brague, diríamos que debemos ocuparnos de investigar acerca de las causas de la deriva antihumanista de la cultura contemporánea, profundizar sobre el hombre y descubrir lo que proporciona sentido a su existencia.

Desde luego que aún hay muchas fuentes de dónde beber. Una de ellas es, sin duda, la literatura. En la Época Clásica, en la Edad Media, en la Época Moderna y en la Contemporánea podemos encontrar textos magníficos en los que se expone el sentido de lo humano, y, por ende, el sentido de la vida. Así lo es, porque la literatura sensibiliza respecto a las deficiencias de la realidad y convoca al pensamiento en la obligación colectiva de domeñar las crisis de la sociedad. “Es un deber moral vencer a las adversidades”. Lo dijo Beethoven al comienzo de su majestuosa Quinta sinfonía.

Javier Aranguren hablando del trabajo de Jordi Llovet, titulado La literatura admirable, resume de este modo su contenido: “El lector lee lo que otros lectores escriben sobre lo que han leído. En este libro se está ‘entre amigos’, se comparte la intimidad (mis sentimientos y sensaciones, con las del crítico, con las del personaje). El lector se encuentra retratado no solo como arquetipo de lo humano (Ulises), sino también como individuo (Raskólnikov)”.

El puente entre todos estos libros admirables y los individuos debe ser tejido desde la casa y luego ser continuado en el aula por los maestros. Claro, como lo proclama John Senior, el profesor que les habló a sus alumnos de los “mil buenos libros”, “el primer paso silencioso pero definitivo, para una verdadera reforma de la educación, es que los padres y los profesores lean”. Es imperativo que los niños crezcan con la idea de que la vida es digna de ser vivida y que la libertad interior y la dignidad humana son indestructibles.

Es en la literatura en donde aprendemos de la capacidad humana de trascender las dificultades y en donde podemos encontrar esa verdad profunda que nos guíe en el regreso a Ítaca, en donde puede estar a la espera el verdadero sentido de nuestras vidas.

* Escritor. 

Por Luis Germán Perdomo*

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