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Por casi 30 años, Jerry y Patty Wetterling sobrevivieron en la incertidumbre intentando superar el dolor que dejó la desaparición de su hijo Jacob el 22 de octubre de 1989 y buscando justicia para conocer la verdad sobre su caso. El martes por fin llegó la confesión que terminó con la espera.
Danny Heinrich, un hombre de 53 años procesado por pornografía infantil, admitió ante una corte de Minnesota (Estados Unidos) haber secuestrado, abusado sexualmente y dado muerte a Wetterling, quien fue visto por última vez cuando paseaba en bicicleta con su hermano y un amigo y fue secuestrado por un hombre enmascarado.
Su caso nunca dejó de investigarse, y la Policía desplegó en varias ocasiones gigantescos operativos para dar con el paradero del menor. Sus vecinos, amigos y familiares siempre se resistieron a olvidarlo. Por eso, cada año el 22 de octubre las casas de su vecindario dormían con las luces prendidas pidiendo su regreso.
En audiencia pública y frente a los padres de la víctima, Heinrich reconoció ayer haber sido el autor del crimen y en un relato escalofriante narró los últimos minutos de vida del niño de tan solo 11 años. Contó que cuando raptó al menor le puso unas esposas y lo subió en su automóvil, después lo llevó a un hoyo de arena y abusó sexualmente de él. Según la confesión, el menor lloraba y le pedía que lo dejara volver a casa, pero ante las sirenas y luces policiales sintió pánico y lo mató con un revólver.
"Es increíblemente doloroso para nosotros saber cómo transcurrieron sus últimos días, últimas horas, últimos minutos", dijo Patty Wetterling. La confesión de Heinrich llegó debido a que negoció con los padres de la víctima, para que al conocer la verdad estos no lo denunciaran por el delito de homicidio. Por eso, tan solo podría llegar a pagar 20 años de prisión por pornografía infantil, luego de que la Policía, en otra investigación, hallara en su casa este tipo de material sexual.
Heinrich también indicó el sitio donde se encontraba los restos del menor, y los investigadores llegaron al lugar y corroboraron la información.
Este caso conmocionó a los estadounidenses durante años y alentó una ley para establecer un registro de agresores sexuales con información de los estados, que llevó el nombre de Jacob Wetterling.
El rostro sonriente del niño en miles de carteles se convirtió en el símbolo de su inocencia, de los fríos casos no resueltos y despertó la conciencia nacional sobre agresores sexuales.