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La más reciente película de Los vengadores ha traído un tema de larga data en la academia a la discusión pública. No deja de sorprender que, para muchos espectadores, la tragedia planteada en Infinity Wars suene tan alejada de la realidad, pues nos encontramos ante ideas que han tenido un profundo arraigo en sectores académicos reconocidos en todo el mundo.
Al comienzo de Avengers Infinity War se retrata un Thanos fuerte y aguerrido que acaba sin mucho esfuerzo con algunos de los héroes favoritos de Marvel como Thor o Hulk. Conforme se desarrolla la trama, se evidencia que esa obsesión por reunir las gemas del infinito oculta un objetivo más allá de la mera posesión de poder. Su idea era acabar con la vida de la mitad de los habitantes del universo con el chasquido de sus dedos; absurdo y ambicioso objetivo.
Poco a poco empieza a aclararse el porqué de esa terrible meta: Thanos proviene de un planeta llamado Titán, que alguna vez fue hermoso, con paisajes paradisiacos y que, ante el crecimiento desmedido de su población, vio agotados sus recursos, lo que degeneró en guerras y, en últimas, en la destrucción de su especie, familiar escenario en la actualidad de nuestro planeta. Tiempo atrás Thanos había advertido el destino de Titán y propuso asesinar a la mitad de la población de aquel planeta, refugiado en un criterio de aparente justicia: la aleatoriedad (cabe destacar, quizás el más injusto que puede haber). Su plan era acabar con la mitad de la población de forma equitativa entre “pobres y ricos”, como dice en uno de sus diálogos. Su propuesta fue negada y tiempo después Titán llego a su evitable destino.
Esta trama está cargada de lecciones de sostenibilidad. Uno de sus principales conceptos es la capacidad de carga (carrying capacity, en inglés), que básicamente implica la máxima capacidad de recursos que un ecosistema puede ofrecer para el sostenimiento de una población o, visto de otra forma, la máxima cantidad de miembros de una población que puede soportar un sistema. Esto depende del comportamiento de la población, pero también de los recursos disponibles y cómo se aprovechan.
Algunas especies se adaptan a esta capacidad de los ecosistemas. Por ejemplo, una colmena de bacterias en un ambiente controlado se reproduce hasta el punto en el cual, si se continúa reproduciendo, no logrará alimentar a la población actual. Otras especies tienen un comportamiento de crecimiento exponencial y su reproducción no se ve naturalmente frenada cuando se acerca a la capacidad de carga máxima, superándola así y desequilibrando la capacidad de recuperación del ecosistema, es decir, volviéndolo insostenible. De estas últimas, un ejemplo es un experimento conducido en una isla cerca de Canadá, donde algunos científicos introdujeron una cantidad de venados y su población creció de forma desmedida hasta que descubrieron que casi se habían extinguido por una epidemia que arrasó con gran parte de la población.
Thanos consiguió entonces una respuesta a este crecimiento desmedido de la población: el genocidio, idea que no solo es trágica y desnaturalizante, sino que ha llevado a algunos sociólogos y antropólogos a aseverar que las epidemias, desde lo biológico, tal como sucediera con la peste negra del medievo europeo (en la cual la concentración poblacional en las grandes ciudades europeas sin sistemas sanitarios llevó a la proliferación de la peste que acabó con más de un tercio de la población europea) o incluso las guerras, desde lo social, son medios espontáneos de control poblacional, llevando a los más radicales al absurdo de, por ejemplo, justificar el holocausto.
Ahora bien, el punto de crisis de la capacidad de carga comprende tres grandes conceptos: la cantidad de recursos disponibles, la tecnología o medios de producción y explotación de estos y la forma de consumo. Bajo escrutinio, estos conceptos presentan diferencias sustanciales en cuanto a la velocidad en la que se pueden modificar o en su impacto mismo, pero el hombre tiene control para evitar el resurgimiento de aquellas ideas y lograr una vida sostenible sin atentar contra la dignidad del ser humano.
La cantidad de recursos disponibles es una determinante del ecosistema, pero el desarrollo tecnológico y las formas de consumo presentan una solución para aumentar la capacidad de carga sin perder de vista el objetivo de una sociedad sostenible y equitativa, recordando siempre la Brundtland Commission: “Satisfaciendo nuestras necesidades actuales sin poner en riesgo la capacidad de generaciones futuras de satisfacer las suyas”.
Es así que Thanos queda en evidencia como un villano que propone un medio horroroso como un fin en sí mismo. El llamado debe centrarse en ser como los superhéroes, que se le enfrentan para vencer las visiones tiránicas y deshumanizantes de la sostenibilidad, buscando cada día con mejores hábitos de consumo responsable. Ser parte de la especie humana implica una dignidad particular que debe ser criterio rector y no sacrificio cuando los individuos, organizaciones, naciones o sociedad se adentran en el necesario mundo del desarrollo sostenible.
Investigador INALDE Business School *