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La violencia: ¿instrumento para el exterminio?

Los pueblos indígenas en Colombia han conocido todas las formas de violencia; esa ha sido la esencia de su historia y en su memoria, tras varios siglos de dominación, se conjugan la esclavización de pueblos enteros sometidos al laboreo en las minas, al trabajo en las grandes haciendas, en las caucherías y en las plantaciones.

*Gerardo Jumí Tapias
14 de febrero de 2009 - 06:00 a. m.

A la llegada de los españoles, en la geografía nacional de lo que hoy es Colombia, éramos 10 millones de habitantes y 400 pueblos indígenas que hablaban sus propias lenguas, unas filosofías, unas cosmovisiones culturales, unos territorios y sus propios gobiernos. Los europeos desde que llegaron comenzaron a asesinar indígenas para dominar y poder usurpar tierras y robar el oro que poseían estos pueblos. Fueron tratos tan crueles e inhumanos que el cura Fray Bartolomé de las Casas presentó denuncias ante la Corona “sobre el maltrato dado por los encomenderos a los indios”.

En la medida en que se ha ejercido la violencia, los pueblos indígenas han ido creando sus propios escenarios de organización para reconstruirse histórica, social, económica y políticamente, y así poder responder a la persecución, principalmente desde el régimen. De esta persecución no se quedan atrás las Farc. En este afianzamiento se ha adentrado en la lucha por la tierra y el territorio y por el gobierno autónomo. También en este proceso hemos irrumpido en el escenario de las reivindicaciones junto a otros sectores sociales como también en la competencia de la política electoral, como su participación en la Asamblea Nacional Constituyente.

Las mayores represiones y masacres se cometen contra los pueblos indígenas senú (Córdoba), Pijao (Tolima), Emberá (Antioquia, Chocó y Córdoba); se puede resaltar la masacre del Alto Andagueda, Chocó, en 1987 de 70 emberá y 18 desaparecidos por el grupo ‘Los Montoyas’ por el control minero. Otro hecho importante por su gravedad es la masacre de 20 indígenas en el Nilo (Cauca) por un grupo armado al servicio de un narcotraficante. También se debe mencionar cómo el pueblo Emberá del Alto Sinú ha sido perseguido por el Estado con sus leyes, las licencias para la construcción de Urrá l, que entre el Estado, paramilitares y guerrilla han asesinado y desaparecido a más de 40 indígenas. Debo, como último,  resaltar el secuestro y asesinato del líder carismático Emberá Kimy Pernia Domicó, por los paramilitares.

*Ex senador y director del Centro de Cooperación al Desarrollo Indígena

Por *Gerardo Jumí Tapias

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