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En la mañana del 11 de marzo de 2015, dos mujeres embarazadas llegaron a un hospital de Assam, un estado en el noreste de la India. Entre contracciones y lágrimas, ambas dieron a luz a sus hijos con tan solo cinco minutos de diferencia.
Los dos niños nacieron alrededor de las siete de la mañana. Ambos pesaron tres kilogramos y, como si se tratara de una telenovela, fueron entregados a la madre equivocada. Las dos provenían de contextos diferentes, una con procedencia hindú y otra, musulmana.
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Ninguna de las mujeres ni sus esposos sospecharon sobre su recién nacido, hasta que, una semana después del parto, Salma Parbin, la musulmana, le dijo a su pareja “este bebé no es nuestro”, según lo informó la BBC.
Shahabuddin Ahmed, el “padre” del niño, le respondió “¿qué estás diciendo? No deberías hablar así sobre un niño inocente”. Parbin le explicó que tenía una corazonada que le decía que su verdadero hijo estaba en las manos de otra familia, pero su esposo prefirió no creerle.
"Cuando vi su rostro, tuve dudas. Recordé la cara de la otra mujer en la habitación donde di a luz y se le parecía. El bebé tenía ojos pequeños, nadie de mi familia tiene los ojos así", le contó la madre al medio británico.
Ahmed, al ver la insistencia de su esposa, fue a buscar información al centro médico en el que su esposa dio a luz y buscó el perfil de los bebés nacidos en la mañana de aquel día.
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Se encontró con sujetos que le dijeron que su esposa estaba loca y necesitaba ayuda psiquiátrica. Aun así, al hombre le llamó la atención el caso de una mujer de un grupo tribal cuyo hijo tenía muchas similitudes con el suyo.
Ahmed procedió a escribirle una carta a la familia, quienes no creían que esto fuese posible. Sin embargo, cuando aceptaron conocerse, la verdad saltó en los corazones de las dos parejas.
"La primera vez que lo vi, me di cuenta de que se parecía a su padre. Me sentí muy triste y lloré”, le expresó Shewali Boro, la madre que parió simultáneamente junto a Parbin en el hospital, a la BBC.
Las familias se hicieron pruebas de ADN y, en agosto del 2015, los resultados confirmaron lo que todos sospechaban. Tras tres años y algunas trabas judiciales, se presentaron ante los tribunales para realizar un intercambio formal de los niños.
Sin embargo, al llegar a la corte, los niños se negaron a abandonar la familia que los había criado hasta el momento. Se sujetaron del cuello de sus padres adoptivos y en ese momento las parejas se dieron cuenta de que el intercambio de los niños podría generarles un gran trauma emocional, además del choque cultural que implica comenzar con un estilo de vida, idioma y costumbres diferentes.
Las familias acordaron tener visitas periódicas para ser parte de la vida de sus hijos biológicos. En el futuro, le dijeron a la BBC, les darán a sus hijos la potestad de decidir dónde quieren vivir.