Publicidad

Los damnificados del paro judicial

Entre el 40 y el 70% han caído las ventas en los negocios cercanos a  despachos judiciales del centro de Bogotá, lo que ha obligado a algunos comerciantes del centro de Bogotá a recortar personal.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Ricardo Ávila Palacios
13 de octubre de 2008 - 12:48 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Cualquier desprevenido estará convencido de que el paro judicial que hoy cumple 40 días, sólo afecta a los empleados de la Rama Judicial, a los abogados litigantes y a sus clientes. Pero una mirada cercana al entorno de este cese de actividades nos permite descubrir la que hasta ahora es la cara oculta de la crítica situación: la de los comerciantes y sus familias que basan su sustento en la venta de productos y servicios a los profesionales del derecho, sus clientes y los funcionarios que a diario recurren a sus valiosos servicios.

Ejemplos de ese gris panorama son Myriam Reyes, vendedora de minutos a celular;  Natalí Buitrago, empleada de una fotocopiadora; Samuel Herrera y Ana Palacios, administradores de dos populosos cafés; Julio Aguirre, propietario de un restaurante, y Nepomuceno Vargas, vendedor ambulante de códigos y dulces. Todos ellos trabajan cerca a los despachos judiciales del centro de Bogotá, razón por la cual el paro ya no les es ajeno, debido a que la reducción de clientes ha golpeado sus índices de ventas que registran una caída libre entre un 40 y 70% en el último mes.

“Antes del paro vendía unos 15 mil minutos mensuales de llamadas a celular, ahora llego a los 7 mil”, dice Myriam, quien durante los diez minutos que duró conversando con este periodista, apenas recibió 400 pesos de un cliente ocasional que la buscó frente a los juzgados de familia y laborales, ubicados en el edificio Nemqueteba, a unos 10 metros del lugar fatídico donde el 9 de abril de 1948 fue asesinado el jurista y caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, en la carrera 7a. con 14.

Lo anterior significa que de vender $3 millones al mes, ella pasó a $1, de los cuales le corresponde como ganancia el 50%, mientras la otra mitad se la embolsilla el patrón.

Y anota con pesar: “Si seguimos así, vamos a perder todos los minutos acumulados al corte del 19 de octubre y Comcel no va a decir que la señora no vendió, sino que hay que pagar o pagar”.

A 20 pasos de Myriam está Natalí, empleada de Fotocopias Urgentes, quien afronta mayores dificultades, ya que de sacar un promedio de 10 mil copias diarias representadas en fallos judiciales, oficios y memoriales, ese negocio pasó a sólo 800. En plata blanca, de $1 millón de pesos al día ahora vende $80.000, lo que se traduce en que las cuatro empleadas del reconocido local deben rotarse para trabajar una por día para no quedarse sin ingresos.

En estas circunstancias, Natalí –que antes del paro devengaba $520.000 mensuales de salario– ahora gana $130.000 al mes. “Mis papás me ayudan, aunque no dejo de estar preocupada”, anota.


Los cafés del centro de la ciudad también han sentido con fuerza los rigores del paro.

En Café Ciudad las sillas están vacías. “Esto está difícil y si seguimos así toca buscar nuevas estrategias de venta”, advirtió Samuel Herrera, administrador del lugar.

Allí, de $2 millones de ventas diarias los ingresos bajaron a $500 mil. Es decir que de $40 millones al mes (contando únicamente los días hábiles) las ventas cayeron a $10 millones, lo que equivale a una pérdida del 75% en los ingresos.

“Por eso, cuatro días antes de que se cumpla el plazo para pagar el arriendo, ya estamos haciendo cuentas para reunir el dinero, porque si no pagamos, podemos incurrir en incumplimiento del contrato de arrendamiento”, anota Herrera.

Precisó que a los proveedores ya no les hacen los mismos pedidos por los montos acostumbrados. “Por ejemplo, quincenalmente pedíamos 55 libras de café, ahora esa misma cantidad la tenemos para cubrir todo el mes”.

La situación se torna más caótica cuando afirma que los ocho empleados han tenido que rotarse y sólo, por día, llegan tres a laborar. “Aquí no hemos despedido a nadie, por eso toca rotar al personal”, dice Herrera.

En Café Dos Mundos la situación no es distinta. “Aquí la clientela fuerte son los abogados, pero como ni siquiera están yendo a sus oficinas, mucho menos vienen a consumir. Por eso, las ventas durante el paro se han caído entre un 60 y 70%”, dice Ana Palacios, quien aunque prefirió no echar lápiz para ahondar en cifras, mientras hablaba buscaba un préstamo para pagar un pedido por $120.000.

La escasez de clientes también afecta a Julio Aguirre, quien junto con su mamá son arrendatarios de un local en el que montaron el restaurante y frutería ‘La Ensalada Especial’, ubicado en la carrera octava con calle 14.

Antes del paro vendían un promedio diario de $450.000, que se bajaron a $220.000 con el cese de actividades. “El 50% de mi clientela se manejaba allá (dice señalando el edificio Nemqueteba donde funcionan los despachos judiciales). Debido a la situación, ya no puedo surtir el negocio y me tocó terminarles los contratos a tres de mis cinco empleados y si sigo así me tocará sacar otro. Para completar, debí sacar un préstamo ‘gota a gota’ por $500.000 para completar los $900.000 del arriendo. Así sale más caro, pero tengo que cumplir”.

Aguirre relata con resignación que ni siquiera tuvo para pagar los $80.000 del servicio telefónico, “me tocó diferirlo a dos meses”. Lo peor de todo es que de los $25.000 diarios que se ponía de sueldo, ahora sólo devenga $3.000 por día. Es decir, de $500.000 mensuales que percibía por su trabajo de lunes a viernes, por culpa del paro judicial ahora ‘gana’ $60.000.


La ronda de desgracias para el comercio del centro de Bogotá también es encarnada por Nepomuceno Vargas, un humilde vendedor ambulante de dulces y códigos para los abogados.

“Antes vendía $100.000 diarios y con el paro sólo $20.000”, con lo cual la mengua mensual en sus transacciones es de $1.600.000.

Entonces, ¿cómo hace?: “Afortunadamente tengo una pensioncita mensual de $190.000 y los hijos me ayudan. De lo contrario, ya estaría debiendo  arriendo y servicios, pero de todos modos esto está muy feo”.

Y en esta triste cadena de historias no podían faltar los abogados litigantes que, como lo sabemos ahora, no fueron los únicos damnificados por el paro judicial.

Uno de ellos es el joven jurista Ismael Palacios Carrillo, un todoterreno del derecho que tiene su oficina en el edificio Rosablanca, en la carrera 6 entre calles 11 y 12.

“Personalmente tuve que trastearme en el mismo edificio donde estoy, de una amplia oficina a una compartida para rebajar costos. Mis ingresos pasaron en mes y medio a cero, las obligaciones contraídas con anticipación, basadas en los pagos de los honorarios, se encuentran pendientes. Mis clientes desesperados llaman día y noche, pero lamentablemente este humilde abogado está nadando en aguas de un río donde sus costas se alejan cada día más”.

Y desde el mismo jueves en la noche, cuando el Gobierno decretó el estado de conmoción interior, Myriam, Natalí, Samuel,  Ana, Julio, Nepomuceno, Ismael y un ejército de comerciantes, abogados y hasta funcionarios judiciales, esperan el retorno de la normalidad, no sólo en la actividad en la Rama Judicial, sino de la dignidad laboral que permita trabajar con salarios más justos y en mejores condiciones.

Lo curioso de las últimas medidas del Gobierno es que el ministro del Interior, Fabio Valencia Cossio, ignora cuánto les valdrá a los colombianos el nombramiento de nuevos funcionarios judiciales para reemplazar a los que están en paro. ¿Saldrá el remedio más caro que la enfermedad?

Por Ricardo Ávila Palacios

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.