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Los tres aguinaldos de Danilo y la bicicleta voladora

Danilo escribió dos cartas iguales a puño y letra pidiéndole a Santa sus tres aguinaldos:

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José Gregorio Guerrero Ramírez
24 de diciembre de 2014 - 02:37 a. m.
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 una máquina del olvido, para borrar de la mente de los niños los malos recuerdos, y de los adultos los viejos amores; un aparato de baterías para fabricar el amor, que según él, sería la solución a tanta violencia en su pueblo; sin embargo tuvo una disyuntiva y pensó: “si lo pido eléctrico, corro el riesgo de que se funda debido a la mala calidad de la electricidad (de kilovatios convulsos) o de pronto el día que la necesite con urgencia no la haya, mmm… con baterías ¡salvo la patria!, que sea de baterías”, pidió el precavido niño; por último se le antojó pedir un copito de nieve “para que los niños de Palenque la conozcan en persona”, pensó, “ya que sólo la ven por televisión”.

Entonces dobló las hojas cuidadosamente; con una hizo un avión y lo lanzó al cielo, y voló en el aire con olor a pólvora; con la otra hizo un barco y la tiró al mar, para ver cuál de las dos llegaba primero al Polo. La mañana era calurosa en el Caribe, la brisa altanera le coqueteaba a los papagayos de grandes zumbadores y perendengues de colores estrepitosos, y a las faldas estampadas de flores alegronas de las hermosas morenas de frutas en sus cabezas.

Con esos tres aguinaldos estaría solucionando el problema del pueblo, ya no habría necesidad de escuchar promesas de presidentes, gobernadores y alcaldes, y de reinas de belleza.

Danilo, el año anterior, había pedido un cheque de varios millones para que su padre pagara las deudas, puso la carta al lado del árbol de navidad. “Lo que me trajo fue una bola de béisbol”, dijo todo el año, triste, “seguro no la recibió”, refiriéndose a Santa. La noche de Navidad encontró al lado de su cama una bicicleta dorada con unas alas grandes como de ángel veterano, y en su canasta una cartita que decía:

“Querido Danilo. La máquina del olvido es imposible inventarla, hijo, aprende algo: el hombre nunca olvida, simplemente aprende a vivir con los recuerdos. El aparato para fabricar el amor todos lo llevamos por dentro, sólo tienes que activarlo; se activa con una franca y amplia sonrisa. Y el copito de nieve no me molesté en enviarlo porque se derretía en el camino, te mandé una bicicleta voladora para que traigas a tus amigos al Polo y acá la conozcan.

Un abrazo Santa.

Posdata: Te encargo unas cocadas, dulce de caballito, un enyucado y un poquito de arroz con coco, con pasas como lo hace tu abuela”.

Por José Gregorio Guerrero Ramírez

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