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Marcapasos cumple 50 años

De una batería de carro a un dispositivo  más pequeño que un grano de arroz. Una evolución en la que un colombiano ha sido protagonista.

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Redacción Vivir
27 de noviembre de 2008 - 11:00 p. m.
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Hace 50 años, el sacerdote ecuatoriano Gerardo Flórez llegó a Bogotá remitido de urgencia porque su corazón estaba bloqueado, a punto de dejar de funcionar. Su destino fue Colombia, gracias a que las noticias reportaban que en el país había aparecido una clínica especializada en cardiología y que en ella se trabajaba en la construcción de un dispositivo electrónico capaz de indicarle al corazón el ritmo al que debía latir. La Clínica Shaio era la esperanza para salvar la vida de Flórez.

Un año antes, el ingeniero electrónico Jorge Reynolds, un colombiano de padre inglés, llegó a la clínica para asesorar al personal médico en el manejo de algunos equipos que habían traído del extranjero. Allí, cerca de los doctores y escuchando sus consultas, Reynolds entendió que el corazón era  un sistema electrónico y que las arritmias (irregularidad en los latidos), podrían curarse por medio de impulsos electrónicos.

Fue así como llegó a diseñar el primer marcapasos en Colombia, un artefacto de 50 kilos compuesto básicamente por la batería de un carro, una carretilla para transportarla y un cable que la conectaba al corazón. En otras partes del mundo, médicos e ingenieros trabajaban en dispositivos similares. Utilizando este aparato, la vida del sacerdote ecuatoriano continuó por los 18 años siguientes, antes de que la muerte lo visitara.

Marcapasos más pequeños

Con la invención del transistor se comenzaron a fabricar marcapasos mucho más pequeños, tamaños que los pacientes podían cargar sin problema en su pecho, dentro un saco de piel moldeado a la medida.

Actualmente, el profesor Reynolds, con su grupo de investigación, trabaja en la creación de un nuevo aparato cuatro veces más chico que un grano de arroz. Lleva cinco años en este sistema basado en la nanotecnología y que entre otras cosas podrá ser monitoreado por los médicos desde cualquier parte del mundo a través de un computador y aprovechará la propia energía del corazón para funcionar, sin necesidad de baterías.

Por Redacción Vivir

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