Copenhague parece traerle mala suerte al presidente de EE.UU., Barack Obama. Es la plaza en la que siempre pierde. Hace unos meses estuvo en la capital danesa intentando llevar las olimpiadas a Chicago. No pudo. El primer mandatario de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, se le atravesó en el camino. El pasado viernes llegó para darle respiración boca a boca a un acuerdo que languidecía y una vez más tuvo que regresar con la derrota en el bolsillo.
Desde que comenzó la Cumbre de Cambio Climático se tenía claro que un acuerdo “legalmente vinculante”, más robusto que el Protocolo de Kioto, no se podría firmar. Pero existía optimismo en que los más de 100 presidentes que confirmaron su asistencia lo hacían bajo la premisa de firmar un acuerdo “político”. Desafortunadamente quedó claro que los jefes de Estado dejan todo para última hora. El texto de tres folios acordado en fugaces reuniones, en las que unos presidentes eran invitados y otros no, no es más que una promesa.
No contiene cifras de reducción de emisiones, ni habla de mecanismos de verificación. ¿Qué viene ahora? Otro año de expectativas y negociaciones intentando que en México, que será la sede de la próxima cumbre, por fin se selle un compromiso global. Se supone que para ese entonces EE.UU. tendrá clara su posición. Los equipos negociadores podrán probar nuevos caminos para resolver asuntos que hoy son las papas calientes: ¿cómo verificar y controlar las emisiones? ¿cuál es la mejor estrategia para asegurar que los recursos lleguen a quien los necesita?
Es difícil adivinar cómo se resolverá el tira y afloje entre EE.UU. y China, los dos principales emisores de CO2 y las dos economías más poderosas del mundo. “Lo bueno fue el nivel de compromiso con el cambio climático que demostraron muchos países”, destacó Kim Carstensen, líder de la Iniciativa Global del Clima de WWF al enterarse del fracaso de las negociaciones.
Ahí está quizás una pista de lo que podría estar por venir. Ante la imposibilidad de un acuerdo de alto nivel, los avances en la adaptación al calentamiento global podrían concentrarse en iniciativas nacionales y subnacionales. Europa es un buen ejemplo de cómo hacer las cosas sin obligaciones legales. También el estado de California, que según su gobernador, Arnold Swarzeneger, ha tomado la delantera en materia de energías renovables.
Lo único claro al final de estas dos semanas es que el planeta sigue pagando la cuenta de nuestras indecisiones. En la atmósfera ya están circulando las 40.000 toneladas de C02 que se emitieron por cuenta de la visita de más de 30.000 personas de todo el mundo a Copenhague. Un gran porcentaje de ellas corresponden a los aviones de los jefes de Estados.