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Cuando la incertidumbre nos invade es muy fácil angustiarnos, llenarnos de miedo y esperar lo peor. Lo sé porque esta es la segunda vez en mi vida que me toca vivir una etapa de extrema incertidumbre. La primera vez fue hace tres años, cuando fui diagnosticada con cáncer de mama. En aquel momento no sabía si iba a sobrevivir la enfermedad, y si la superaba, no sabía si conservaría mi empleo, si durante la batalla se agotarían mis ahorros, si perdería mi casa y mi auto, y si quedaría en la calle.
Esta enfermedad me enseñó que el enemigo más grande de la incertidumbre es tratar de encontrar una respuesta, porque esto solo genera más ansiedad, ya que no hay respuestas certeras. También aprendí que en momentos como estos solo hay dos cosas de las que puedes tener certeza. Número uno: que no estás solo; Dios está contigo. Él sabe muy bien lo que necesitas y siempre proveerá. Número dos: esta situación te traerá una enseñanza y una gran oportunidad, porque detrás de cada obstáculo siempre hay una bendición escondida. Mi experiencia con el cáncer me mostró cómo lidiar con lo que estamos viviendo hoy, y es que después de que todo pase nada será igual, sino que será mucho mejor.
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