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Este aparato se atrasa un segundo cada 3.700 millones de años. No tiene péndulo, o sí: el tiempo lo marca el vaivén de los electrones en un átomo de aluminio.
Es el reloj atómico más preciso del mundo y se encuentra en el laboratorio de David Jeffrey Wineland, ganador del Premio Nobel de Física en 2012. El científico estuvo hace unos días en el Parque Explora, de Medellín, invitado por la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, como parte de la celebración del Año Internacional de la Luz.
Wineland ganó el Nobel por haber desarrollado técnicas para aislar átomos y medir en ellos la frecuencia de estos “péndulos”. Su aporte a la física puede contribuir a mejorar los sistemas de navegación GPS o construir computadores cuánticos, que manipularían cantidades enormes de datos y ayudarían a encriptar la información con métodos tan seguros como nunca antes.
¿Cree que la ciencia se le atravesó en la vida desde que era un niño?
Mi padre era ingeniero civil. Solíamos divertirnos con juegos matemáticos rápidos, sumas, restas, multiplicaciones… en lo que, por cierto, era mejor que mi hermana mayor. Ese fue un estímulo. Mis padres no me presionaron para que fuera científico. Vivieron la Gran Depresión en Estados Unidos y nos repetían que teníamos que prepararnos para conseguir trabajo. En el bachillerato mis amigos y yo estábamos locos por los carros y las motos, y aunque muchos podrían pensar que fue una pérdida de tiempo, aprendí mucho sobre mecánica.
¿Qué le decían sus padres de ese pasatiempo?
El acuerdo que tenía con ellos, a pesar de la inconformidad de mamá, era que yo gozaba de una libertad considerable si obtenía buenas calificaciones.
¿Cree que debe haber una mezcla de confianza y disciplina en la relación entre padres e hijos?
Debe existir un balance. Algunos niños no responderán a un acuerdo como ese, pero conmigo funcionó. Tiene que haber confianza y también disciplina. Esa es la parte difícil. Si uno presiona mucho, hace lo contrario, desestimula.
¿Pensó en el dinero cuando tuvo que escoger una carrera?
No. En la universidad descubrí que la investigación era de verdad interesante y, aunque no iba ser rico, era probable que consiguiera un trabajo con un pago razonable y a la vez pudiera hacer cosas emocionantes. Los científicos no consideramos el dinero; si hubiésemos querido ser ricos habríamos tenido que hacer otra cosa.
En su autobiografía cuenta que Fredrick Byron, su profesor de mecánica clásica del pregrado, influyó mucho en usted. ¿Por qué?
Por su disponibilidad para discutir, pero también un poco por mi competitividad. Algunos estudiantes queríamos estar a su altura. Era la clase más difícil que había tenido, pero él siempre fue alentador. Fue un buen estímulo y funcionó.
¿Qué opina del modelo educativo tradicional?
Yo estuve en el modelo tradicional, donde el profesor hablaba mientras uno tomaba notas y leía libros. Ahora se están experimentando nuevos métodos de enseñanza. Hay dispositivos que le permiten al profesor detener la clase y preguntarles algo a sus estudiantes, y que estos sean evaluados inmediatamente, sin necesidad de calificaciones. Imagino que es mucho más eficiente saber si el mensaje de la clase está siendo recibido. Por mi parte, era feliz aprendiendo de los libros.
¿Qué lo motiva?
Ser competitivo. Quiero que mi grupo de investigación sea el mejor en ciertas áreas. No siempre lo somos, pero por lo menos tenemos la oportunidad de serlo.
Como líder de su grupo de investigación, ¿qué le preocupa?
No estoy seguro de que sea el mejor mentor, en parte porque son 30 personas, así que les confío a los investigadores posdoctorales la educación de los estudiantes. Siempre me aseguro de que todos se lleven bien y me cercioro de que todos tengan oportunidades para salir adelante.
¿Qué asunto lo preocupa hoy?
El calentamiento global. Un tema polémico porque todavía hay quienes dicen que no es un problema, pero estoy de acuerdo con la mayoría de los científicos del mundo que aseguran que sí lo es. Los políticos necesitan prestar atención; hay una vasta evidencia científica que soporta esta realidad. Si el público tiene un entendimiento amplio de la ciencia, sus aspectos malos y buenos, puede ser más influyente y tomar decisiones inteligentes.
¿Piensa que los científicos deben divulgar la ciencia?
Deben hacer lo que puedan. Yo mismo no estoy seguro de ser un buen divulgador. Creo contar con una virtud: puedo hacer que mis estudiantes noten que no soy un genio. Cuento mis historias de manera simple y trato de mostrar que no hay que ser Albert Einstein para tener éxito en lo que a uno le gusta, sólo se debe perseverar. Ellos pueden ver que soy una persona común y que, si trabajan duro, pueden ser exitosos también y ganar premios Nobel, aunque ese no es el motivo por el que hacemos investigación. Es porque es interesante y nos gusta.
¿Es feliz?
Oh, sí. Una parte de mi trabajo es administrativa, esa no me gusta, pero la física es como un hobby. Es genial tener un trabajo que no se siente como un trabajo. No voy a ser rico, pero no necesito más dinero del que tengo.