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Los consejos son como los poros; ¡todo el mundo tiene muchos! Y es que a la gente le encanta dar su opinión por varias razones: para parecer sabios, para convencerte de que saben lo que más te conviene y, por supuesto, para que veas que se preocupan por ti.
Algunos tienen la mala costumbre de dar consejos sin ser solicitados. No hay nada más irritante que oír estas palabras: “Escúchame, que te voy a decir lo que tienes que hacer…”, especialmente, cuando tú no has pedido una opinión. En esos momentos te gustaría decirle: “No te metas en lo que no te importa”.
El aconsejar es un oficio tan común que lo hacen muchos, pero muy pocos lo saben hacer bien. Por eso, ten en cuenta tres tipos de personas de quienes nunca debes dejarte aconsejar.
Número uno: de alguien que no ha podido resolver sus propios problemas, ¡porque ni ha sabido darse buenos consejos a sí mismo! Quien no tiene estabilidad en su vida, no podrá ayudarte con la tuya. Número dos: aquel que no haya pasado por tu misma situación.
Este es, por ejemplo, el caso de la mujer que no tiene hijos y quiere decirle a la amiga cómo criar los hijos, a menos que sea una terapeuta que se especializa en niños. Y, por último, nunca escuches el consejo de quien pudiera beneficiarse directa o indirectamente del consejo que te dé: ¿te imaginas preguntarle a un hombre que muestra interés en ti si debes dejar al novio que tienes actualmente?
A la hora de pedir consejos, recuerda que nadie sabe más que tú de tus asuntos, y eres tú —y no quien te dio el consejo— quien va a tener que enfrentar las consecuencias de tu decisión. Por eso, siempre escucha los consejos de quien mucho sabe, pero sobre todo, de quien mucho te ama.
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