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Nobel por revelar secretos del envejecimiento

El galardón en Medicina o Fisiología recayó en los norteamericanos Elizabeth Blackburn, Jack Szostak y Carol Greider.

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Pablo Correa
05 de octubre de 2009 - 11:00 p. m.
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La idea de que algún día compremos en la farmacia píldoras  para prolongar la vida humana dejó de ser una utopía desde hace algunos años gracias a investigadores como Elizabeth Blackburn, Jack Szostak y Carol Greider, a quienes les fue concedido el lunes el Premio Nobel de Medicina o Fisiología 2009.

En los años ochenta, estos tres investigadores norteamericanos resolvieron lo que para entonces era considerado un misterio en la biología: ¿cómo logran las células copiar absolutamente todo el material genético y evitan el deterioro de ese código tras cada división celular?

Como lo señaló el profesor Göran K. Hansson, del Comité Nobel, “los galardonados demostraron que la solución se encontraba al final de los cromosomas, en los telómeros, y en una enzima que se forma allí, la telomerasa”.

Los cromosomas, pequeños paquetes donde se almacena el ADN, cuentan al final de su estructura con una especie de “sombrero” (los telómeros). Al final de cada división celular, los telomeros  se van desmoronando, perdiendo pequeños fragmentos de su material genético.

Ese proceso de deterioro natural tiene la virtud de evitar un daño mayor: que se averíe la parte más importante de la información genética. Sin embargo, es necesario repararlos para que continúe intacta la maquinaria celular.  La telomerasa, una enzima que actúa en ese punto, es la encargada de hacerlo. Con pequeñas variaciones, desde la ameba hasta las complejas células humanas todas comparten estas dos herramientas de reparación.

El descubrimiento de los tres investigadores abrió desde entonces nuevos caminos para entender el crecimiento de células cancerosas, también enfermedades genéticas (entre ellas algunas anemias) y, por supuesto, las claves del envejecimiento de todos los seres vivos, desde las moscas del vinagre, que viven 40 días, hasta las tortugas galápagos, que pueden sobrevivir hasta 175 años.

“Si los telómeros se acortan, las células envejecen. Por el contrario, si la actividad de la telomerasa es intensa la longitud de los telómeros se mantiene y el envejecimiento celular se retrasa”, explicaron los investigadores.

Tiempo después de este descubrimiento, Don Kleinsek, presidente de la compañía dedicada a biotecnología GeriGene Inc. se atrevió a vaticinar que tarde o temprano los telómeros averiados podrían repararse introduciendo una hormona. ¿Un elíxir de la juventud, como lo han soñado millones de personas?

Las cosas no son tan sencillas. Los telómeros y la telomerasa son apenas una pieza del rompecabezas del envejecimiento. Trinidad Hoyl Moren, geriatra de la Universidad Católica de Chile, calculó que existen al menos 200 teorías sobre este fenómeno. Factores genéticos y ambientales se suman y multiplican de maneras que aún resultan incomprensibles para los científicos acelerando o enlenteciendo el envejecimiento.

En enero de este año, la periodista Katherine Seligman, del San Francisco Chronicle, le preguntó a Elizabeth Blackburn si creía posible la aparición de “píldoras para la eterna juventud”. La hoy galardonada con el Premio Nobel respondió que “la meta no debería ser vivir 150 años, sino vivir bien 80 o 90 años”. Y recordó que por ahora la receta de la longevidad sigue siendo la misma de hace miles de años: una buena dieta y ejercicio.

Vea los secretos de los telómeros haciendo clic AQUÍ

Por Pablo Correa

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