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En agosto de 2015 se hizo viral un video en el que le extraen un pitillo de una fosa nasal a una tortuga, que escandalizó a internautas de todas partes del mundo. El contenido, extensamente compartido en redes sociales, logró generar conciencia sobre lo que puede suceder con el plástico, específicamente el usado en estos utensilios una vez cumplen su misión.
De inmediato surgieron campañas, también en redes sociales, invitando a no usar más pitillos, acudiendo a datos como que en Estados Unidos se producen 500 millones de ellos al día y que solo The Nature Conservacy, una ONG dedicada a limpiar los océanos, recogió ese mismo año un total de 439.000 unidades en las playas del mundo. El éxito de estas iniciativas en 2016 fue tal que el principal productor de estos tubos de plástico en el país, Promociones Fantásticas, registró una caída del 60 % en sus ventas en tan solo cuatro meses, según reportó Portafolio.
Sin embargo, “la respuesta al tema medioambiental no es decirle no al pitillo plástico, sino buscar una alternativa en el material, porque de todos modos hay algunas bebidas o condiciones de salud y de higiene que requieren su uso”, asegura Andrés Restrepo Ochoa, gerente de Ecopit, una empresa antioqueña que desde hace dos años y medio se dedica a fabricar pitillos 100 % biodegradables. El empresario comenta que la idea nació hace tres años, cuando él y su socio Alexander Jaramillo notaron durante sus viajes que estos utensilios, hechos de papel, comenzaban a tomar fuerza en Europa y Estados Unidos.
Comenzaron importando el producto desde China, pero el crecimiento de la demanda mundial por los pitillos biodegradables hizo que el mercado se quedara corto. “Los pedidos pasaron de llegar cada dos meses a cada ocho meses y con menos calidad, por eso decidimos comenzar a fabricar los nuestros”. Para ello tuvieron que comprar una máquina que le da forma de pitillo al papel, otra que lo seca tras dicho proceso, una que lo pone en su empaque individual, impresoras con la capacidad de personalizar el utensilio o su envoltura y la empacadora masiva. El proceso es tan rápido que Ecopit puede producir en promedio seis millones de pitillos biodegradables al mes.
Según Restrepo, el papel tiene varias características que hacen posible el negocio. Para comenzar, importan una clase especial con aditivos antigrasa y resistentes a la humedad certificados por la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos, que asegura que cualquier implemento que tenga contacto con alimentos o con el cuerpo humano sea completamente higiénico. “Otro que es muy importante es el de migración de partículas a la bebida, es decir, tenemos garantía de que el pitillo no altera olores, colores ni sabores”.
El detalle final, de vital importancia para el medio ambiente, es la procedencia del papel. Según el empresario, todos sus proveedores “cuentan con certificación forestal FSC, garantizando que la materia prima es fabricada a partir de pinos procedentes de plantaciones manejadas sostenible y responsablemente”.
Además, para asegurarse de que los pitillos no se deshagan en la bebida, la fábrica (que se considera la primera de su tipo en Colombia) usa entre tres y cinco capas de papel en cada unidad. “Si lo dejas en la bebida puede aguantar seis horas antes de perder rigidez, además es compostable porque no tiene químicos nocivos ni contaminantes. Si lo desechas se biodegrada en tres meses, a diferencia del plástico que se toma años enteros”.
Pero la de Ecopit no es la única experiencia que hay en el país. Otro caso ejemplar es el del Grupo Phoenix, que el año pasado lanzó al mercado su propio pitillo biodegradable. El producto es “elaborado con materiales derivados de recursos renovables como el maíz, la caña de azúcar y el trigo, entre otros y tarda en biodegradarse aproximadamente 12 semanas, bajo condiciones controladas de temperatura y humedad”, explica Camilo Mora, CEO de la multinacional colombiana, especialista en soluciones de empaque.
El producto es el resultado de un largo y juicioso proceso “en el que estudiamos materiales y procesos de fabricación, buscando que se genere el menor impacto ambiental en todos los niveles”, agregó el ejecutivo. Además, el pitillo totalmente reciclado se suma a otras iniciativas del Grupo que la han convertido en la única empresa del sector de plásticos que ha obtenido el premio en el Primer Nivel de Excelencia Ambiental de la Alcaldía Distrital de Bogotá.
Estas iniciativas demuestran que la innovación funciona, no solo como negocio, sino como mecanismo para alivianar la carga ambiental que ejercemos sobre el planeta. Ecopit, que tiene más de 500 clientes y Grupo Phoenix, que cuenta con 14 clientes empresariales en su línea de consumo masivo que adquieren los pitillos para usarlos en su negocio —una estrategia que a estós últimos les funciona como responsabilidad social— son la clara muestra de que no siempre la mejor solución es la más extrema.