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Primeros bocados saludables

Luego de los seis meses, los bebés comienzan la etapa de alimentación complementaria. Este proceso, en el que se recomienda aprovechar los cinco grupos alimentarios y evitar los azúcares añadidos, es vital para promover hábitos equilibrados.

* Redacción Especiales
26 de mayo de 2019 - 03:28 p. m.
Los platos coloridos y con texturas atractivas facilitan el proceso de alimentación en la primera infancia.  / Getty Images
Los platos coloridos y con texturas atractivas facilitan el proceso de alimentación en la primera infancia. / Getty Images
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Una de las mayores preocupaciones de cualquier familia que acaba de tener su primer hijo, sobre todo después de los seis meses de nacido, es la alimentación. ¿Qué le hace bien? ¿Qué no? ¿Cómo es una nutrición balanceada? ¿Qué hacer para evitar las alergias? ¿Cómo motivarlo a comer? Las preguntas son muchas y las respuestas pueden variar dependiendo de a quién se le pregunte, no obstante, una recomendación parece destacar siempre: evitar los azúcares añadidos.

“La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que los menores de dos años no deberían consumirlas”, explica Vanessa Blum, gerente y fundadora de Baby Evolution, la marca de compotas orgánicas más vendida en Colombia.

De acuerdo con la empresaria, los alimentos con azúcares añadidos acostumbran a los más pequeños a estos sabores, dificultando que más adelante prefieran otros más saludables, a la vez que “pueden producir caries, obesidad y hasta diabetes”.

Su voz la respalda Juanita Acero, dietista, nutricionista y fundadora de Eat Petit Nutrición Infantil Especializada. Según la experta, “el azúcar no es necesaria en la alimentación infantil porque no aporta ninguna vitamina ni mineral. Son calorías vacías que pueden llevar a problemas de obesidad, hiperlipidemias y síndromes metabólicos”.

Pero, ¿cómo identificar los azúcares añadidos? Lo primero es saber que estas hacen referencia a la que ha sido adicionada a un alimento sobre la que este ya tiene de manera natural y que sí es beneficiosa, pues, como recuerda Acero, “la lactosa y los carbohidratos parten de esta”. Además, hay que fijarse en la lista de ingredientes de un producto en busca de sinónimos como sacarosa, dextrosa, fructosa, mieles o jarabes, siempre teniendo en cuenta que estas listas están organizadas de lo que más contienen a lo que menos.

En este sentido, una apuesta segura es la de los productos orgánicos. Estos, explica Blum, no usan semillas genéticamente modificadas, ni fertilizantes sintéticos, ni conservantes artificiales y mucho menos ingredientes vacíos que alteren la naturaleza del alimento. Eso sí, recomienda, “hay que buscar que cuenten con algún tipo de certificación como el sello USDA Organic, que es el más reconocido en Estados Unidos, y el Sello Europeo Orgánico”.

Ahora bien, según la nutricionista, también es importante saber que al menos durante el primer año hay que evitar alimentos como la leche de vaca, por riesgo de alergias, y la miel, pues “puede contener esporas de una bacteria que se llama clostridium botulinum, que puede causar botulismo”. Asimismo, está la sal, que debe ser introducida a la dieta después de los diez meses y con responsabilidad, pues puede ser perjudicial para el riñón.

Con todo esto, ¿qué darle a un pequeño que comienza a necesitar alimentos diferentes a la leche materna? Desde los seis meses, dice Acero, comienza la etapa de alimentación complementaria, en la que se dan alimentos de manera gradual, siempre en platos coloridos, compuestos por los cinco grupos de alimentos, es decir: frutas, vegetales, carbohidratos (cereales, tubérculos y raíces), proteína (pollo, carne, pescado, granos y leguminosas) y grasas (aguacate, aceite de oliva, nueces, semillas y aceitunas).

En esta tarea también ayudan las texturas mixtas, como las de las compotas y los purés, que invitan a los niños a tocarlas y llevárselas a la boca. “Cuando hacen este tipo de acciones terminan tocándose la cara, estimulando la integración sensorial”.

Otros consejos que facilitan el proceso es servir estos platos en el desayuno, de forma que el resto del día se pueda observar cómo es la tolerancia a los alimentos. “A los ocho meses ya habremos establecido el almuerzo y la cena, a los 10 la primera merienda y a los 12 la segunda”. Además funciona probar solo un alimento nuevo cada día, pues es la forma más fácil de identificar una alergia.

Por último, hay que tener en cuenta que la manera de motivar una alimentación saludable en los niños es desde el ejemplo. “Ellos aprenden a partir de la imitación, el juego y la experiencia, necesitan ver cómo alguien come y experimentar los alimentos por su cuenta. Este acompañamiento refuerza la conexión emocional y empodera”, concluye Acero.

Cinco platillos ideales

Al desayuno

Huevo, banano, arepa de maíz, aguacate y trocitos de remolacha.

En la primera merienda

Galletas de banano y avena..

Al almuerzo

Salmón, palitos de papa salteada en aceite de oliva, puré de ahuyama y kiwi.

En la segunda merienda

Cereal infantil de arroz y una mandarina.

En la cena

Pollo, sandía, arbolitos de brócoli, arroz y mantequilla de almendras.

Por * Redacción Especiales

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