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Néstor Rodríguez Ardila, director de Compensar, es un hombre feliz. Y como él mismo lo dice, no es un gran descubrimiento, cuando se trata de una persona cuyo propósito en la vida siempre ha sido unir fuerzas con otros para aportar a la comunidad.
El Espectador habló con este directivo bogotano –filósofo y economista– sobre el vital papel de la cajas de compensación en Colombia y los principales logros y desafíos de Compensar, una de las cajas más jóvenes y dinámicas del sector, que este año está cumpliendo 4 décadas de servicio.
¿Cuál es el objetivo fundamental de las cajas en el país?
En resumen, contribuir al mejoramiento de la calidad de vida de las personas y de las familias y aportar con ello a la productividad empresarial y a la sociedad en general. Sin embargo, es importante ahondar en dos aspectos. Lo primero, es decir que nosotros somos administradores de una prestación social que se llama subsidio familiar, cuyo principal papel es aportar en la redistribución del ingreso. Los aportes que hacen las empresas a las cajas se hacen por la totalidad de su nómina, pero se distribuyen únicamente entre los trabajadores que ganan menos de cuatro salarios y tienen beneficiarios a su cargo (hijos, padres). Por eso, el papel de las cajas es tener un impacto en la equidad y en la distribución del ingreso para alivianar las principales cargas económicas de estos hogares.
Y lo segundo es que como la mayoría del esfuerzo no se hace sólo con la cuota mensual que se entrega en dinero, sino también a través de la prestación de servicios integrales, tales como: salud, recreación, vivienda, cultura y turismo, también las cajas cumplimos un papel para tener una sociedad más incluyente, con bienestar, felicidad y mayor productividad, porque estamos íntimamente conectados con el sector empresarial. Así, cumplimos un papel que, aunque suene poético, es de construcción de tejido social.
¿Cuáles son los beneficios que brindan a sus afiliados?
Uno pudiera mencionarlo como un catálogo: subsidio en dinero, vivienda, educación, salud, recreación, cultura… Pero a mí lo que me gustaría y lo que tenemos que acostumbrarnos a ver es un conjunto de actividades integrales, que al final aportan a que la familia tenga mayor bienestar, más felicidad y mejor calidad de vida, porque los servicios pueden tener mayor o menor relevancia dependiendo del momento de cada persona o de las necesidades específicas de cada hogar o empresa.
¿Por qué se habla de que las cajas de compensación son el brazo solidario del empresariado?
Hay que insistir en una cosa: el origen de este sistema, hace 60 años, fue un acuerdo social y voluntario entre empresarios y trabajadores. La primera caja de compensación nació en Antioquia y fue el resultado de una decisión de los empresarios que vieron la necesidad de construir una sociedad más solidaria y equitativa, e importaron esta idea que venía un poco del subsidio familiar de Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Solo después de unos años fue que el Estado lo volvió un beneficio de prestación social. Somos entidades privadas sin ánimo de lucro, con un consejo directivo en el que la mitad son representantes de los empresarios afiliados y la otra, representantes de los trabajadores, naturalmente con un alto control del Gobierno.
¿Cómo sería el panorama si no existieran las cajas de compensación?
Sin ser soberbio, en estos 60 años del sistema hay un aporte muy importante en distintos campos: no solo en el subsidio familiar, que ha sido de toda la vida, y tiene un impacto en el bolsillo de la gente; sino además, en todo lo que es recreación vacacional y urbana; escuelas deportivas y todo eso asociado, ha sido una constante a lo largo de la historia. En los últimos 15 años, la política de vivienda popular de interés social del sector formal de la economía se ha movido de la mano de las cajas de compensación. Sin lugar a dudas, hay años más importantes dependiendo de las disponibilidades del Gobierno. También en temas de salud –no obstante las dificultades– o en empleo y emprendimiento con el apoyo al Mecanismo de Protección al Cesante y las agencias de las cajas- y en educación con diferentes programas. Yo sí creo que las cajas han sido instrumentos importantes para una sociedad más incluyente y más equitativa.
Compensar es una de las cajas más jóvenes y dinámicas, ¿cuál es la clave en estos 40 años?
El gran esfuerzo es que hemos tratado siempre de estar preguntándole a la gente qué quiere, cuáles son sus necesidades. Es nuestro deber estar de cara a nuestros afiliados, preguntarles qué necesitan, qué esperan, qué están entendiendo hoy por bienestar, y darles toda la confianza y que sientan que nosotros los estamos acompañando en todo el ciclo de la vida. Yo no puedo prometer que una institución como Compensar, que actúa en más de 15 campos diferentes, no se equivoque. Lo que sí puedo, es hacer todo el esfuerzo posible, con pasión y transparencia para brindarle protección y bienestar integral a las comunidades que impactamos.
¿Cuáles son los desafíos próximos?
Uno muy importante, que estamos trabajando en un piloto, es tratar de hacer algo relevante con el sector rural. Una de las cosas más interesantes de todos estos procesos tan difíciles que estamos viviendo en el país es que nos dan la oportunidad de mirar el campo, su provisión de servicios públicos y sociales es malísima. Que nosotros, con esta vocación que tenemos, seamos capaces de generar alternativas. Nacimos en las ciudades, en la mitad de un modelo de desarrollo industrial a mediados del siglo pasado, y hay poca experiencia en lo rural. Entonces hay que aprender, hay que ir con humildad, en capacidad de ejecución, de ponerle el cariño y el corazón.
Otro punto: la sociedad en general está sufriendo unos procesos de transformación en temas de cómo nos estamos relacionando los seres humanos, porque hay nuevos conceptos de bienestar. Eso nos impone a nosotros unos grandes retos de adaptación, de entender, de comprender cuál es el impacto de los fenómenos digitales en la construcción de bienestar, de familia, de sociedad, de tolerancia, de verdad.