Rosamira Guillen, guardiana de la naturaleza

La directora de la Fundación Proyecto Tití de Barranquilla nos cuenta como ha sido toda su vida dedicada a proteger la fauna de Colombia.

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Paula Prins
03 de julio de 2017 - 02:00 a. m.
 El equipo de trabajo Fundación Proyecto Tití, en labores de  investigación científica. Foto: cortesía.
El equipo de trabajo Fundación Proyecto Tití, en labores de investigación científica. Foto: cortesía.
Foto: ©Lisa Hoffner - Lisa Hoffner
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Rosamira Guillen, barranquillera de 51 años, y la menor de diez hermanos, creció en una familia de educadores. Sus padres fueron, por varios años, profesores en un colegio de bachillerato, quienes les transmitieron a sus hijos el gusto por los temas altruistas; querían que ellos desarrollaran una vida con significado. Con ese pensamiento se formaron y cada uno fue tomando su ruta. La de Guillen es trabajar para el otro, “por los más indefensos, seres que muchas personas ni siquiera saben que existen”. Ella siempre tuvo esa inspiración por dedicar su tiempo a algo que la emocionara a cada momento, y eso no sería nada relacionado con los negocios o el comercio, sino dentro de las humanidades.

Está casada y tiene una hija de 12 años. Como toda madre, trabaja, tiene retos para balancear su vida personal con la profesional y, aunque no es fácil dividirse entre tantas ocupaciones, educa a su hija como mejor sabe, acompañándola en sus tareas, aconsejándola, queriéndola, incitándola a que crezca haciendo lo que más le guste y la haga sentir feliz.

De joven, siempre sintió interés por el diseño, situación que la llevó a decidirse por estudiar arquitectura. Mientras cursaba su carrera en la Universidad Autónoma del Caribe, empezó a interesarse por todo lo que tuviese que ver con el medio ambiente. Su tesis de grado, que fue en Taganga, haciendo planeamiento ambiental en esa comunidad, la impulsó para realizar una maestría en temas de ese tipo, relacionados con su profesión. Gracias a sus esfuerzos, fue merecedora de una beca para realizar una maestría en arquitectura paisajista en Estados Unidos.

Cuando estaba allí, visitó la obra del arquitecto Frank Lloyd, llamada Casa en la cascada, una casa extraordinaria que él diseñó y está ubicada en la Reserva Natural de Bear Run, Pensilvania, la cual redefinió la relación entre el hombre, la arquitectura y la naturaleza. Al verla, Guillen, en lo que primero pensó fue en lo mucho que Colombia necesitaba de ese tipo de trabajos. Fue ahí cuando se propuso no descansar por afianzar esa relación entre la arquitectura y la naturaleza.

Cuando regresó de Estados Unidos, hizo su primer trabajo como paisajista en el zoológico de Barranquilla. Este se encontraba en proceso de renovación y modernización, por una crisis que estaba atravesando. Así surgió su conexión con los animales y conoció la fauna y riquezas del Caribe. Se centró en mostrar a los animales en un ambiente más parecido a lo natural y educar a los visitantes sobre las especies nativas, como el tití cabeciblanco, primate que crece en los bosques secos tropicales colombianos y que cautivó la mayor parte de su atención, más al saber que es una especie netamente del Caribe colombiano y a punto de extinguirse.

Por sus estudios y su trabajo con los animales del zoológico, comprendió que los colombianos no conocen su ecosistema, no lo valoran. Su misión allí, como paisajista y luego como directora, fue lograr que el tití, fundamentalmente, tuviese relevancia como especie del Caribe. Ya había alguien interesado en ese tema, la bióloga americana Anne Savage, quien había estudiado al tití por dos años en el laboratorio de la Universidad de Wisconsin. Ella llegó en la década de 1980 a Barranquilla con la única ilusión de conocer el tití en su hábitat natural, y quedó enamorada del país. Savage fundó el Proyecto Tití, en 1985, y en vista de que ella y Guillen compartían una misma visión, que el primate estuviese en la agenda de las autoridades y fuese símbolo de la identidad costeña, juntas consolidaron la Fundación Proyecto Tití, en 2004. Cuatro años después, Guillen decidió abandonar la dirección del zoológico para dedicarse de lleno a proteger el tití.

“Es difícil llamar la atención hacia las entidades competentes y cuidar la fauna debe ser una prioridad. National Geographic nos dio la oportunidad de hablar de nuestro trabajo, y a todos los que formamos parte del proyecto nos satisface el crecimiento que hemos tenido, ver que no hemos pasado desapercibidos”. En lo personal, la crianza que recibió en su casa la mantuvo enfocada en dedicar su vida a cosas que tengan sentido para otras personas. “Es un orgullo saber que estoy en el camino correcto. Cuando logro proteger un área de bosque, cuando veo que los niños se motivan por la fauna, que el Gobierno reacciona a través de la gestión que hacemos. Sin duda, tenemos un impacto que beneficia a muchas personas”.

Su compromiso es grande. Repite una y otra vez que no descansará hasta reflejar al tití como un símbolo en Colombia, “así como se reconocen la cumbia, la arepa e’huevo, el sombrero vueltiao, la yuca, el tití también debe ser reconocido como esa especie que representa el Caribe colombiano”.

Ella recalca que, si todo eso forma parte de los valores del país, el tití también debe serlo, pues la personalidad de los colombianos es muy parecida a la del primate, ya que “el tití es familiar, de una estructura social bastante sólida. Enseñan a los hijos a vivir solos, los cuidan, hay uno que siempre vigila que no venga un depredador y protege al grupo familiar. Y ese vínculo está en nuestra sociedad colombiana, que somos apegados a nuestras familias”.

Añade que el camino aún es largo, pues varios territorios en los que se reproduce el tití aún no han sido intervenidos, como Sucre, Córdoba y el Urabá antioqueño. Para eso están en busca de equipos especializados, que serían instalados en esos departamentos. “El apoyo financiero es importante y nos gusta trabajar en alianza con otras autoridades ambientales, que las actividades de desarrollo económico coincidan con el cuidado de la naturaleza. “Es necesario que todos nos unamos para proteger los bosques que aún quedan. Lo que hemos logrado ha valido muchísimo; nos motiva a seguir adelante, hablarle a la sociedad de lo que estamos haciendo y que otros puedan hacer lo mismo”.

Guillen atribuye al Caribe esa influencia de ser un ciudadano que construye y aporta. “Sin duda, el Caribe es muy particular, alegre, jovial. La forma de relacionarse tiene un componente grande. El ambiente de la costa es muy rico, amigable, constructivo; es de salir adelante mientras te diviertes. Es una situación ideal que te levantes todos los días con ganas de ir a trabajar. Por eso me considero afortunada. Un nivel de satisfacción ideal”. Le gusta bailar salsa, comer patacones y arepas asadas, compartir en familia, pero, sobre todo, estar en contacto con la naturaleza. Así se recarga de energía.

Si bien se considera una persona comprometida y decidida por lo que ama, le entusiasma aún más pensar cuán lejos puede llegar el Proyecto Tití. Ganar el premio al liderazgo ambiental en Latinoamérica, entregado por la National Geographic Society y The Howard G. Buffett Foundation, como reconocimiento a los esfuerzos de su equipo de trabajo para promover la conservación del tití cabeciblanco y de los bosques tropicales que son su hogar, es más bien un espaldarazo para seguir en su labor, crecer más en esa misión que tiene de proteger los ecosistemas amenazados por el desarrollo urbano y el abandono de la sociedad.

Por Paula Prins

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