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Ternura de laboratorio

Investigadores brasileños demostraron que se puede entrenar el cerebro para aumentar el grado de empatía.

Redacción Vivir

25 de mayo de 2014 - 09:00 p. m.
Imágenes de resonancia magnética le indican a la persona cómo se activa su cerebro. / Plos One
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Los investigadores del Instituto D’Or de Investigación y Educación en Río de Janeiro (Brasil) creen que el trabajo que acaban de publicar en la revista Plos One es un primer paso para que, con el tiempo, se diseñe y desarrolle una terapia que permita sembrar la “empatía” a las personas que son ajenas a esta emoción.

En el experimento diseñado por los brasileños, el cerebro de un grupo de voluntarios era escaneado con un resonador magnético funcional (fMRI, por sus siglas en inglés), mientras recibían información relacionada con sus seres queridos. La idea era que intentaran aumentar el grado de actividad en las áreas relacionadas con la ternura y el afecto mientras observaban en tiempo real la actividad neuronal en sus cerebros. Otro grupo de voluntarios realizó la misma prueba, pero sin recibir la retroalimentación del resonador.

Esta técnica, conocida como “neurorretroalimentación”, se ha ido desarrollando al compás de las nuevas tecnologías para escanear el cerebro. La idea detrás de ella es que las personas aprendan a modular sus conductas y emociones a partir de la observación directa de lo que sucede en sus cerebros.

En los últimos años ha sido aplicada para manejar el estrés, la ansiedad, las fobias, la hiperactividad, entre otras condiciones psicológicas. Sesión tras sesión, los pacientes van descubriendo sus propias estrategias para influir en la actividad cerebral. Sentados frente a pantallas de computador que les muestran los cambios de actividad neuronal, y bajo las instrucciones de especialistas, las personas van lentamente adquiriendo mayor autocontrol.

Al finalizar este experimento, los científicos brasileños comprobaron que los individuos del primer grupo fueron capaces de modular la función cerebral relacionada con la ternura y el afecto hacia sus seres queridos. En cambio los voluntarios que no recibieron neurofeedback no se observaron cambios.

“Esto demuestra que se abren nuevas posibilidades para la promoción de las emociones prosociales y la lucha contra el comportamiento antisocial”, apuntaron los científicos.

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Por ejemplo, las personas con trastornos de la personalidad antisocial que generalmente se ven involucradas en actividades criminales, podrían llegar a beneficiarse con este tipo de terapias. Al no sentir empatía por otras personas, los antisociales fácilmente llevan a cabo acciones sin que les importe el efecto que puedan tener en los demás.

Otra de las aplicaciones que anticipan los neurocientíficos brasileños es en terapias de pareja, en las que cada miembro podría aprender a modular los patrones neuronales asociados a sus reacciones emocionales negativas.

Por Redacción Vivir

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