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Trabajadoras sexuales: así sobreviven a la cuarentena

Juliana contempla ansiosa la pantalla de su celular. Espera una llamada que le indique el sitio a donde debe dirigirse a obtener dinero para sostener a sus tres hijas, menores de edad. Antes de que decretaran el aislamiento, el 20 de marzo, esta mujer, de treinta años, solía recorrer las calles del centro de Bogotá en busca de clientes, para cubrir sus gastos diarios; pero ahora no puede. A pesar de que la lujuria es un cliente que no se sacia, ella no se atreve a salir a las calles, por temor a contagiarse de COVID-19. En su caso, prefiere trabajar a domicilio, sin tener claro quién será el hombre con el que se topará en el siguiente encuentro sexual.

El Espectador
21 de mayo de 2020 - 09:43 p. m.
 En la capital, cerca de 7.100 mujeres están vinculadas a actividades sexuales pagadas.  / Gustavo Torrijos
En la capital, cerca de 7.100 mujeres están vinculadas a actividades sexuales pagadas. / Gustavo Torrijos
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Es enfática: no, como mujer no se siente cómoda ejerciendo el trabajo sexual, pues nunca le ha gustado ser objeto del placer, pero la necesidad motiva sus más profundos instintos de supervivencia. “He tenido que salir a buscar dinero, porque tengo a cargo a mis tres hijas y en este momento no tengo el privilegio de decir: ‘Espere’. Tengo que darles comida, estudio y he salido a trabajar, aunque me da miedo por la pandemia”, dice con voz pausada.

No oculta su temor y más al conocer que, con corte al 10 de mayo, se habían confirmado 4.155 contagios de COVID-19 en la capital, de los cuales 173 se encuentran en su localidad; pero le teme más al hambre de sus hijos. “A mí me da miedo salir así. Y para no salir tanto, intento no gastar lo que no tengo. Si desayuno no almuerzo y así creo que le pasa a más de una”.

No se equivoca. Una de sus compañeras lo explica de esta manera: “Me da miedo salir, porque hay demasiado contagio. Temo salir a un Transmilenio, a un taxi, estoy como enclaustrada. Me da miedo, porque me voy a exponer y habrá clientes que no sé si tengan coronavirus o no”. Su nombre es Ana, tiene cincuenta años y desde hace 25 ejerce esta actividad. Comenta que el dinero que había ahorrado se agotó y no tiene los recursos para pagar el arriendo, del cual ya debe un mes.

A falta de trabajo, decidió desempolvar diademas artesanales que realizó a mano en la cuarentena y que piensa vender a las vecinas de su barrio, en la ltocalidad de Ciudad Bolívar. Sin embargo, por ahora, las esperanzas de ambas mujeres están puestas en el sindicato al que pertenecen y que les brinda mercados y elementos de protección a más de 215 mujeres en condiciones similares.

Fidelia Suárez, presidenta del Sindicato de Trabajadoras Sexuales de Colombia (Sintrasexco), explica que las primeras ayudas las recibieron de la Alcaldía y organizaciones de Estados Unidos, España y Chile, el 25 de marzo. Algunas incluyen paquetes con gel antibacterial, tapabocas, pañales y alimentos no perecederos. A pesar de esto, Suárez indica que no es suficiente, teniendo en cuenta la cantidad de mujeres que ejercen este tipo de actividades en la capital.

Según un censo realizado por la Secretaría de la Mujer, en Bogotá existen cerca de 7.100 mujeres vinculadas a actividades sexuales pagadas, de las cuales el 56 % tiene entre 18 y 26 años, y el 30 %, entre 27 y 35 años. Datos del Observatorio de Mujeres y Equidad de Género del Distrito revelan que ellas reciben en promedio entre $25.000 y $50.000 por prestar servicios sexuales, mientras que solo un reducido porcentaje recibe $100.000 o más. A su vez, las mujeres mayores de 49 años, como Ana, reciben en promedio entre $10.000 y $25.000 por persona, lo que indica que la situación se agrava con la edad.

Sumado a esto, debido a la cuarentena, muchas han tenido que bajar su tarifa, lo que las pone en una situación de vulnerabilidad. De hecho, Fidelia Suárez explicó que hay establecimientos en el centro de Bogotá que, en plena cuarentena, se aprovechan de la situación económica de muchas de ellas, pues les cobran el 50 % de lo que ganan a cambio de prestarles las instalaciones para que trabajen a puerta cerrada.

Frente a las necesidades de esta población, la Secretaría de la Mujer ha venido implementando un modelo de atención a través de la Estrategia Casa de Todas, mediante la cual se les brinda atención sociojurídica y psicosocial. Por ejemplo, del 19 de marzo al 30 de abril fueron atendidas 1.706 personas vía telefónica, que derivaron en más de 660 asesorías jurídicas, psicológicas y de servicios sociales. A su vez, con corte al 5 de mayo, las usuarias de Casa de Todas han sido beneficiarias de 411 mercados, entregados de forma directa por el Distrito.

Entidades como la Secretaría de Integración Social y la Secretaría de Gobierno han entregado apoyos y mercados en varias jornadas que se han adelantado en las localidades de Santa Fe y Mártires, las cuales albergan un alto número de mujeres que realizan actividades sexuales pagadas.

A pesar de los esfuerzos, algunos grupos de trabajadoras sexuales han salido a movilizarse por las calles de la capital para exigir ayudas a la Alcaldía y al Gobierno, debido a la emergencia sanitaria. Por eso, el Distrito ha hecho un llamado a esta población para que acate las medidas de aislamiento preventivo obligatorio, mientras se trabaja en la identificación de las necesidades de las mujeres que realizan dichas actividades para ayudarlas en la cuarentena.

No obstante, como ellas mismas dicen, a pesar del gran temor que todas sienten a contagiarse de coronavirus, las necesidades tras casi dos meses de aislamiento lo superan y mientras las ayudas no sean efectivas, no tendrán otra opción que ingeniárselas para salir a trabajar.

Por El Espectador

 

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