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Un millón y medio de personas se suicidarían en 2020

Cuando las emociones se hacen más intensas de lo normal pueden surgir trastornos.

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El Espectador
11 de junio de 2009 - 04:00 a. m.
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Las emociones son una especie de recurso que tienen los organismos vivos para adaptarse al entorno que los rodea; son una de las formas básicas que tenemos para enfrentar los peligros que la realidad presenta. Asimismo, forman parte del conjunto de las reacciones más vitales, aquellas que garantizan la supervivencia de la especie, como el hambre, la sed y el sexo. Sin embargo, aunque son un mecanismo de defensa, una emoción llevada al límite conduce a una serie de eventos psíquicos y fisiológicos que a su vez desencadenan trastornos serios e incluso causan la muerte.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2001 el número global de personas que se suicidaron superó la cifra de homicidios y muertos en conflictos bélicos. En la mayoría de países europeos fallece menos gente por accidentes de tránsito que por suicidio. La tendencia es al alza: la misma OMS estima que en 2020, 1,5 millones de personas morirán por su propia mano. Si bien el suicidio tiene varias explicaciones, como pobreza o desempleo, algo que es transversal al comportamiento suicida es una alteración emocional que generalmente tiene que ver con la depresión o la ansiedad.

En un mundo en el que el sentimiento extremo de algunas emociones, entre otras cosas, lleva a una cantidad cada vez mayor de personas a suicidarse, ¿en qué momento es sano consultar a un especialista? ¿Cuál es la línea que divide el sentir una emoción, por ejemplo la tristeza, y la aparición de un trastorno o de una enfermedad? “Cuando se habla de un trastorno emocional esto se debe a que la expresión de la emoción es anormal por su intensidad y por su duración”, anota Ricardo Sánchez, psiquiatra y profesor del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Nacional.

De acuerdo con Sánchez, un criterio claro para consultar a un profesional es la duración prolongada del sentimiento, “más de dos semanas”. Además de esto, un trastorno emocional, como cualquier otra enfermedad, tiene consecuencias físicas, como impedimentos en el movimiento, y dificultad para concentrase y procesar ideas. A esto hay que sumar si la persona tiene algún antecedente familiar de trastornos emocionales.

Las causas de algunas de estas enfermedades siguen siendo un misterio. Neurológicamente hablando, el consumo extremo de sustancias psicoactivas puede alterar la conformación de algunos sentimientos, como el placer estético, al dañar las redes de una región conocida como corteza orbitofrontal, ubicada detrás de la órbita de los ojos, y en la cual, de acuerdo con el neurocientífico Roberto Amador, también docente de la U. Nacional, sucede una parte del proceso de construcción del apego entre la madre y el hijo, algo que posteriormente moldeará la formación del amor romántico que se siente por otras personas.

“Aún no es clara la causa de estas enfermedades. Si bien hay indicios genéticos y neurológicos involucrados, éstos por sí solos no logran explicar del todo la condición”, admite Sánchez. Sin embargo, se tiene conocimiento que en algunas personas ocurre algo llamado diátesis-estrés, que consiste en la ocurrencia de un evento determinado, en algún momento del desarrollo del individuo, que dispara la debilidad que hasta ese momento ha estado latente en él.

Las terapias para estos trastornos van desde la psicoterapia clásica, pasando por el uso de fármacos, hasta la utilización de música y arte para lograr una reconexión del individuo con sus emociones, una readaptación de éste con el mundo que lo rodea.

Por El Espectador

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