Una lectura alternativa de los evangelios

“Jesús, la historia alternativa”, discernimientos con muchos otros hallazgos reveladores —algunos de ellos singulares u originales—, una obra para reflexionar.

Luis Fernando Osorio Umaña
20 de abril de 2019 - 10:29 p. m.
Getty Images
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Para la cristiandad, la conmemoración más importante relativa a la vida de Jesús ha sido siempre no precisamente su nacimiento sino lo que se conoce como la semana de su pasión. En esto coinciden con el componente nuclear y más evidente de los evangelios canónicos, que se pueden considerar como textos dirigidos a narrar centralmente el acontecimiento señero de los días jueves y viernes de la semana fatal; es decir, la entrega, la cena pascual (o de despedida), el juicio y la crucifixión de Jesús.

Todo lo demás en el texto evangélico, altamente relevante como puede entenderse, es subsidiario respecto de la pasión, como que lo que da sentido a la vida —y a la misión suprema— de Jesús para el evangelista es ese hecho capital: la pasión, paradójico en su dolor y en su significación.

Los evangelistas de la ortodoxia cristiana son cuatro, pero las versiones, si así puede decirse, los relatos sustantivos, son dos: el de Marcos y el de Juan. O dicho de la forma como se presentó desde el último cuarto del siglo XVIII, los “sinópticos” por un lado y Juan por la otra.

Los estudiosos han determinado que Lucas y Mateo, como aparecen hoy, son variaciones de Marcos, pues lo repiten en buena parte, aunque habrían apelado a otra fuente hipotética que distinguen como la fuente “Q” (inicial del vocablo alemán Quelle: manantial, fuente).

Estos discernimientos con muchos otros hallazgos reveladores —algunos de ellos singulares u originales— los trae el libro del sociólogo colombiano Carlos Uribe Celis, que vio la luz a fines del año pasado.

Pudo ser, por ejemplo, que la familia de Jesús en Galilea —es decir, el nicho de María, José y los hermanos, Santiago, Simón, Judas y una o más hermanas, como observa Marcos (6:3)— no sea la familia carnal de Jesús, sino una adoptiva, pues el plan de dar a Israel un mesías (el plan mesiánico) habría sido concebido en el judaísmo de la diáspora con anticipación.

El tiempo de Jesús es una época de mesías en Israel. Hubo ocho de ellos entre los siglos I a. C. y I d. C. No resulta extraño que ante la dificultad de proteger la vida del mesías en Judea, bajo el poder romano y en el resto de Israel bajo los descendientes del terrible Herodes, se hubiera optado por ocultarlo, mientras se lo asimilaba al medio, en un sitio perfectamente marginal e inesperado como era “la Galilea de los gentiles”.

De la mano de esta singular interpretación de las fuentes vienen otras paradojas que se salen del marco milenario de la lectura evangélica, como que Judas, el traidor, no fue “traidor” sino más bien quien recibió de Jesús el encargo de su entrega. “Lo que has de hacer hazlo pronto” no es una premonición sino una orden de Jesús, que Judas, solícito, ejecuta.

El problema es semántico. En el griego evangélico “entregar” se expresa con el verbo prodídomai. Es la misma palabra que se usa para decir que Pilatos “entregó” a Jesús a los judíos. La comprensión errónea de “traicionar” no cabe aquí en Pilatos ni en Judas.

Por el contrario, la lectura de Jesús, la historia alternativa sugiere que tanto Pilatos como Judas eran auxiliadores, más que enemigos, de un Jesús condenado a muerte por los sacerdotes de la autoridad judía. ¿Pudo ser Barrabás (Bar-Abbas en hebreo significa “hijo del Padre”) meramente otro nombre de Jesús?

Lo que ocurrió realmente de Getsemaní, la noche del jueves, a la crucifixión, el día viernes, es algo que se desteje y vuelve a tejer o, como diría un posmoderno de nuestra época, se deconstruye y reconstruye en el libro con esmerado detalle.

En otras partes el lector sanamente curioso de estos temas puede hallar tramas dignas de la ciencia ficción que vinculan a Jesús con los extraterrestres o al Jesús del ocultismo y la teosofía, que alumbró al final del siglo XIX en el este europeo o más modernamente en el espeso Libro de Urantia, que sus difusores atribuyen a seres cósmicos.

Uribe Celis es un académico y su producto recaba en la historia académica y en la lectura juiciosa, razonable y alternativa de las fuentes.

Por Luis Fernando Osorio Umaña

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