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Una Navidad de sueños

El viejo vestido rojo aún no lo comprendía, su presencia que siempre era anhelada a esta niña parecía no sorprender, quizás la gallardía de esta pequeña colombiana era pura actuación o un orgullo barato.

Andrés Patino Cardona
24 de diciembre de 2014 - 02:37 a. m.

 “¿No sabes quién soy?”, preguntó San Nicolás asombrado. La niña frunció los labios, y un silencio tenue le hizo entender al barbado que no tendría una respuesta. María Antonia tendría apenas 8 años. Esta pequeña habitante de un pueblo cafetero, tan pequeño que todos se conocían, aún no sabía si el trineo que había aterrizado frente a ella era de verdad, o se había quedado dormida mientras escribía poesía. Ella era escritora, soñadora y humilde. Sentada en su ventana viendo los arrieros, recolectores de café, los Jeeps Willy’s y los burros llenos de bultos, esperaba diciembre con anhelo. No hallaba mayor felicidad que la de ver a su papá sacando una caja de cartón, no sin antes revisar que no hubiera ratones, ni arañas ni ningún otro bicho que durante el año tuviera como hogar la caja vieja donde reposaban ovejas, José, María y un pequeño niño Jesús.

Para María Antonia no era aburrido aquello de pasar horas enteras buscando el bombillo dañado de la instalación navideña para reemplazarlo, ni tampoco la eterna lucha con las ovejas plásticas que a pesar de haber descansado un año, aún se querían acostar. No, María Antonia vivía para la Navidad. Sin embargo ahí estaba, con un ícono navideño al que ignoraba, Santa Claus no la sorprendía. – ¿Por qué no te sorprendes? –Volvió a preguntar-¿Acaso no amas la navidad? María Antonia suspiró y dijo: “No pensé que vinieras por aquí, siempre he creído en el niño Jesús”. Santa cerró los ojos y soltó una sonrisa “soy solo su asistente y él me mandó aquí hoy”. Tronó los dedos y apareció en sus manos una carta, firmada por el mismísimo “niño Dios”. “¿Nicolás, podrías visitar Colombia este año? Tengo cosas que hacer”.

“Solo soy su asistente, toma” Antonia sonrió al saber que ‘Santa’ le dejaría conservar la carta y fue aún más feliz cuando lo escuchó decir: “¿Qué quieres este año?”. Ella, en su inmensa humildad pensó en su pueblo, tan pequeño que todos se conocían, y dijo: “Quisiera que este año todos cumplan un sueño, un sueño que siempre quisieron cumplir”. Santa la miró y acarició sus mejillas, después desapareció.

María Antonia despertó en su cama y creyó que todo había sido un sueño, se sintió triste por un momento, pero al mirar por la ventana, encontró un pueblo lleno de actores, periodistas, presentadores, corredores de carreras, futbolistas, personas altas, parejas tomadas de la mano, violinistas y doctores. Se frotó los ojos tratando de despertar, y encontró en su mano la carta que Santa le había dejado, con un párrafo de más. “Hoy todos cumplieron sus sueños, será solo un día, pero tu humildad es el mejor regalo de navidad que este pueblo pudo tener”

Por Andrés Patino Cardona

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