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“VIH no es una enfermedad moral”

Juan Simbaqueba, un psicólogo portador del virus, lucha contra la discriminación en el país.

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Redacción Vivir
30 de noviembre de 2008 - 10:00 p. m.
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Un primero de diciembre, hace  cinco años, Juan Simbaqueba invitó a su hermana a uno de los eventos organizados por la Liga Colombiana de Lucha contra el Sida. En aquel momento, estaba por terminar la carrera de psicología en la Universidad Nacional y trabajaba como voluntario dando apoyo psicológico a las personas VIH positivas.

Al terminar el evento, Juan le confesó a su hermana que tres meses atrás se había hecho una prueba que resultó positiva. Era portador del virus. Los mismos argumentos que usaba para tranquilizar a los pacientes, le sirvieron en esta ocasión para que su hermana entendiera de otra manera una enfermedad con la que conviven 33 millones de personas en todo el mundo.

“El sida ya no es una sentencia de muerte. Es una infección crónica. La gente que se enferma y muere es la que no recibe una adecuada educación sobre su enfermedad y que no tiene acceso a tratamientos”, comenta Juan, quien cursa una maestría en salud pública en la U. Nacional con el propósito de seguir trabajando por las personas infectadas en el país.

“Este país necesita pensar el VIH como un problema serio de salud pública”, dice con tono vehemente, antes de señalar que Colombia es el único país de Latinoamérica que no ha formulado un programa nacional sobre el tema. Un buen ejemplo en su opinión es Cuba, donde cada persona portadora recibe un curso a lo largo de un mes para que conozca su enfermedad y se transmite una novela por televisión que aborda los problemas en torno a esta patología.

Este lunes, cuando se conmemora el Día Mundial del Sida, la Organización de Naciones Unidas quiere llamar la atención sobre los problemas de discriminación contra los portadores.

Juan, quien coordinó el programa de salud sexual de la Universidad Distrital, y ha trabajado con  Bienestar Familiar y el Fondo Global en proyectos enfocados a la lucha contra el sida, dice que la discriminación tiene unas maneras muy soterradas de actuar, “tan soterradas que las mismas personas no las perciben”. Pone como ejemplo pacientes que al pedir citas odontológicas les asignan el último turno del día, médicos que exageran las medidas preventivas, familias donde una vajilla es para el uso exclusivo del miembro infectado y, por supuesto, la discriminación laboral que es una de las más frecuentes.

Su mensaje es sencillo: “el VIH no es una enfermedad moral, sino una infección viral”.

Por Redacción Vivir

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