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En el Día Mundial de la Alimentación, los sistemas alimentarios indígenas, un ejemplo saludable y sostenible

Los Epieyú, casta matrilineal de Macuira, en el norte de Colombia, cultivan los alimentos que consumen empleando métodos amigables con el medioambiente. Este es un ejemplo a resaltar en el Día Mundial de la Alimentación, que este año alerta sobre la necesidad de transformar el sistema alimentario para que sea más saludable y sostenible.

Karen Juliete Rojas Gaitán
14 de octubre de 2021 - 03:38 p. m.
  Los sistemas agroalimentarios emplean a 1.000 millones de personas en el mundo /FAO
Los sistemas agroalimentarios emplean a 1.000 millones de personas en el mundo /FAO

Desde hace varias décadas la familia Palmar Epieyú, del resguardo indígena wayuu en la Alta y Media Guajira, se dedica a la agricultura tradicional, siguiendo usos y costumbres propios para la seguridad alimentaria de su núcleo familiar. Sus productos los comparten ocasionalmente con familiares cercanos. Los Palmar Epieyú están conformados por 19 integrantes: un abuelo, dos padres, diez hijos/as y seis nietos/as.

La casta habita en el Parque Nacional Natural de Macuira, en uno de los más de 50 territorios traslapados con esta área protegida, en el territorio denominado Julirumuno’u, del corregimiento Puerto Estrella, en el municipio de Uribia (La Guajira). Allí, en una huerta o apain cultivan sus propios alimentos, como melón, ahuyama, mango, fríjol, yuca, marañón, batata, chirimoya, papaya, patilla, maíz, ñame, ají, entre otros.

“Lo que cultivamos en la huerta es solo para la familia, y aunque es parte de nuestra seguridad alimentaria, en ocasiones lo compartimos. Nada de lo que cosechamos se comercializa. Todo lo usamos exclusivamente para nuestra alimentación. Esa actividad la realizamos desde hace muchos años”, dijo Cecilia Palmar Epieyú, integrante de los Palmar Epieyú.

Esta comunidad es un ejemplo de que es posible garantizar la seguridad alimentaria, al tiempo que se contribuye a la sostenibilidad y conservación del área protegida en la que se encuentran, debido a que, por años, han cultivado sus alimentos sin atentar contra el ecosistema, tal como ocurre con los sistemas alimentarios de los pueblos indígenas, en los que la autonomía alimentaria les permite contar con alimentos adecuados culturalmente, nutritivos y a un bajo costo. Esta realidad contrasta con las cifras generales que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés) presenta acerca del acceso a alimentos mundialmente, las cuales indican que “unos 3.000 millones de personas no pueden permitirse dietas saludables, mientras que el sobrepeso y la obesidad continúan aumentando en todo el mundo”.

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La FAO también resalta que los sistemas agroalimentarios emplean a 1.000 millones de personas en todo el mundo, más que cualquier otro sector económico. Sin embargo, todos estos esfuerzos humanos y de la naturaleza se ven agotados o mal empleados, pues “nuestra forma de producir, consumir y, lamentablemente, desperdiciar alimentos le cobra un precio muy alto a nuestro planeta, ejerciendo una presión innecesaria en los recursos naturales, el medioambiente y el clima. Con demasiada frecuencia, la producción de alimentos degrada o destruye los hábitats naturales y contribuye a la extinción de especies”.

“Es por eso que en el Día Mundial de la Alimentación (DMA), celebración que se desarrolla el 16 de octubre de cada año y que, en esta oportunidad, por segunda vez consecutiva, se da en medio de la pandemia del COVID-19, se ha evidenciado la urgente necesidad de transformar nuestro sistema alimentario para que sea no solo más saludable, sino también más sostenible. La pandemia ha dejado en evidencia debilidades en varios puntos de la cadena de producción, comercialización y consumo de alimentos. Pérdida de la biodiversidad, sobrecostos en los insumos de producción agropecuaria, irrupción en la cadena de abastecimiento y la necesidad de hacer que los alimentos nos aporten los nutrientes adecuados para el funcionamiento correcto de nuestro cuerpo son algunos aspectos a mejorar”, expresó Alan Bojanic, representante de la FAO en Colombia.

Y lo son porque cada miembro de la sociedad participa cuando come o elige sus alimentos, la forma de producirlos, prepararlos, cocinarlos y almacenarlos, lo que los convierte en parte integral y activa del funcionamiento de todo sistema agroalimentario. En ese mismo sentido, todos contribuimos a apoyar a los pequeños productores de alimentos o al compartir con familiares y amigos, acciones que aportan a la mejora de la eficiencia y sostenibilidad de los sistemas alimentarios.

“Las diferentes tareas que genera la huerta nos unen, pues todos participamos en el cuidado de lo que sembramos, aunque existen momentos en los que hay más labores, y son aquellos en que participan otros miembros de la familia, y para amenizar la jornada hacemos preparaciones tradicionales para compartir”, explica Filemón Palmar Epieyú, uno de los más jóvenes del clan.

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“Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en el cambio de los sistemas alimentarios: desde los gobiernos hasta las empresas privadas, los agricultores, la sociedad civil, la academia y todos los individuos, ¡incluidos los jóvenes! Juntos podemos empoderar a todos y cada uno de los integrantes de nuestros sistemas agroalimentarios, para que colaboren de manera más justa, sostenible e inclusiva desde la granja hasta la mesa y más allá”, agregó Bojanic.

Así las cosas, proyectos sostenibles que garantizan la seguridad alimentaria, como el de los Palmar Epieyú, son una muestra de que se puede producir y consumir alimentos de forma más amigable con el ambiente, teniendo en cuenta sus propios ciclos. “Tradicionalmente tenemos en cuenta las temporadas de lluvias para hacer la siembra en las huertas, cuando se acercan las lluvias realizamos la limpieza del terreno o ampliación de la huerta”, relató Luis Antonio Palmar, el abuelo de la familia, que tiene 75 años y casi el mismo tiempo en el arte de cultivar y cuidar a la madre naturaleza.

Es de destacar esta actividad ancestral que ha pasado de generación en generación, en la que trabajan en comunidad, desde los más viejos hasta los pequeños de la familia, cuidando el trabajo comunitario o yanama. “Con las primeras lluvias del año acostumbramos a sembrar los alimentos que tienen un período más corto de cosecha como la patilla y el millo; con las segundas, sembramos maíz, que tiene períodos más largos de crecimiento”, contó Josefina Palmar Epieyú, de 57 años.

Desde 2019 se apoya a esta familia, como a otras 290, que se benefician con la segunda fase del Programa Desarrollo Local Sostenible (DLS), del cual recibieron herramientas e insumos como fortalecimiento a sus iniciativas y emprendimientos.

El DLS es liderado por Parques Nacionales Naturales de Colombia (PNN) y financiado por la Unión Europea. Desde cuando nació, en 2016, trabaja con las comunidades para impulsar el desarrollo sostenible como pilar fundamental del desarrollo económico, a través de la conservación de la naturaleza, promoviendo el mejoramiento en la calidad de vida y el bienestar social de las comunidades que viven o se encuentran en zonas aledañas a las áreas protegidas. Este programa incluso apoya procesos que procuran la pervivencia de culturas de las comunidades y, entre otros incentivos, motivan la selección de semillas autóctonas, fomentando su producción y conservación.

El modelo de seguridad alimentaria nutricional que se implementa con el programa está dirigido a garantizar la base alimentaria de las familias habitantes en los Parques Nacionales, logrando disminuir la presión sobre la fauna silvestre y una mayor disposición de las comunidades hacia los proyectos o procesos de conservación, especialmente de restauración, rehabilitación y recuperación ecológica.

“El proyecto nos ha ayudado mucho, porque hemos mejorado el mantenimiento de las huertas y cultivar más alimentos, ya que las herramientas e insumos entregados han permitido que otros miembros de la familia participen en los trabajos de limpieza, siembra y mantenimiento del cultivo, por lo que las jornadas de labores son muy productivas. Igualmente, hemos iniciado la ampliación y el refuerzo de la huerta, para que los animales no ingresen y deterioren el cultivo”, expresó Eudo Enrique Palmar Epieyú, uno de los hijos.

Otro de los objetivos del Día Mundial de la Alimentación es que los gobiernos e instituciones puedan hacer que las dietas saludables sean una realidad para todos mediante un enfoque estratégico, integrado e inclusivo, entre los sectores de producción agropecuaria y de medioambiente. Impulsando, además, la innovación, el conocimiento y la participación de los pueblos indígenas, las mujeres y los jóvenes.

Justamente esta es parte de la apuesta de la Asistencia Técnica que lidera la UE, la Agencia de Cooperación Italiana para el Desarrollo (AICS) y la FAO, en apoyo a los ministerios de Agricultura y Desarrollo Rural, y de Ambiente y Desarrollo Sostenible, con la que se incentiva la articulación de agendas sectoriales para lograr el desarrollo rural más sostenible que Colombia necesita y para que el país cuente con múltiples oportunidades de fortalecer su competitividad, gracias a su vocación productiva, su biodiversidad y el tesón de sus comunidades, y en procura de las metas que se ha propuesto para continuar “producir conservando y conservar produciendo”.

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“Sumado a esto, y en línea con la propuesta de sostenibilidad que a gritos pide el planeta, encontramos innumerables fenómenos climáticos como inundaciones, sequías y la variabilidad meteorológica, que alteran los ciclos de producción agropecuaria, sector que genera al menos el 90 % de los alimentos que consumimos diariamente”, advirtió Bojanic.

Con demasiada frecuencia, la producción de alimentos degrada o destruye los hábitats naturales y contribuye a la extinción de especies. Esta ineficiencia nos está costando billones de dólares, pero lo que es más importante es que los sistemas agroalimentarios actuales están exponiendo desigualdades e injusticias profundas en nuestra sociedad mundial”, reiteró Bojanic.

Es relevante que se empiece a explorar el sistema agroalimentario para desmitificar todo lo que implica la producción de nuestros alimentos y otros productos agrícolas no destinados a la alimentación, y a examinar las formas como nosotros, consumidores, productores y comerciantes, podemos hacer cambios para transformar estos sistemas en otros adaptados al futuro.

Dicho esto, queda claro que el llamado que hace la campaña del Día Mundial de la Alimentación este año, “Nuestras acciones son nuestro futuro”, es una invitación a que cuidemos el presente para no dejar un planeta en crisis a las siguientes generaciones. La apuesta entonces es a unirnos y construir entre todos: una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor ambiente y una vida mejor, sin dejar a nadie atrás.

Es momento de entendernos como parte de un todo y comprender que cada elección y uso de los alimentos que llegan a nuestras mesas es un aporte importante para migrar desde ya a una alimentación consciente, saludable y sostenible.

Por Karen Juliete Rojas Gaitán

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