Según el estudio Coca: Deforestación, contaminación y pobreza, presentado ayer por la Dirección de Antinarcóticos de la Policía y realizado con apoyo del Centro Internacional de Estudios Estratégicos contra el Narcotráfico (Ciena), “con la siembra de la coca se visibiliza una deforestación y la erosión sobre grandes pastizales y la ampliación de la frontera agrícola, así como la desertización en zonas con una historia de frentes de colonización o uso excesivo del suelo en actividades ganaderas”.
La publicación recoge estadísticas desde 1998 hasta 2012 y revela que el país pierde anualmente 40.500 hectáreas de bosque por el narcotráfico, lo que significa que, en promedio, se destruyen 111 hectáreas de vegetación nativa diariamente.
“El cultivo de coca en Colombia ha sido en áreas de colonización reciente en la Orinoquia y Amazonia, en particular las regiones de Guaviare y Caquetá”, señala la investigación.
Esas regiones son casi en su totalidad selváticas y con una gran diversidad de fauna y flora.
Según el estudio, basado en datos de satélites, los cultivos de coca en Colombia alcanzaron su punto más alto en el año 2000, cuando fueron detectadas 163.289 hectáreas.
A partir de ese año se produjo una reducción, salvo unos repuntes en 2005 y 2007, hasta llegar a las 47.790 hectáreas de 2012, lo que significa una caída del 70,7%, señala el estudio.
En el último año comprendido en el informe, el departamento con más hectáreas dedicadas a los cultivos ilícitos era Nariño, en el suroeste, fronterizo con Ecuador, con 10.733, seguido por el vecino Putumayo (6.148 hectáreas), Norte de Santander, en la frontera noreste con Venezuela (4.516), y Cauca, en el suroeste (4.325).
Al cierre de 2012, el 39,7% de las áreas sembradas de coca en el país estaba en la región del Pacífico, también con una gran biodiversidad, mientras que en la Amazonia estaba el 22% de las plantaciones ilegales.
Los principales perjuicios medioambientales de esta actividad ilícita son la producción de dióxido de carbono (CO2) por la quema de árboles talados, la contaminación de recursos hídricos por el vertido de sustancias químicas y las amenazas a especies animales por la destrucción del hábitat, así como la pérdida de la flora al quedar expuesta a plagas, añade el estudio.