En América del Sur viven 2.623 especies de ranas y sapos según último censo

El último mapeo de este tipo en el continente se había publicado en 1999. En esa ocasión se registraron 1.644 especies de estos anfibios.

André Julião | Agência FAPESP
12 de diciembre de 2019 - 09:13 p. m.
Rana Phillomedusa iheringii, una de las habitantes del continente.  / Tiago Gomez
Rana Phillomedusa iheringii, una de las habitantes del continente. / Tiago Gomez

Investigadores brasileños concretaron el más completo estudio de anfibios anuros –el grupo compuesto por animales de cuatro patas de cuerpo corto y que no poseen cola, tales como los sapos y las ranas– de América del Sur, en el cual contabilizaron 2.623 especies. Este trabajo, que contó con el apoyo de la agencia de investigación FAPESP de Brasil, resultó en el libro Biogeographic Patterns of South American Anurans, publicado el pasado mes de septiembre por editorial Springer.

Aparte de actualizar la cantidad de especies registradas hasta 2017, esta publicación contiene mapas de diversidad de especies, de las funciones ecológicas que estas ejercen, de la diversidad filogenética (diferentes linajes evolutivos) y de endemismos. Estos datos pueden servir de aporte para la creación y la gestión de políticas de conservación.

El último mapeo de este tipo se había publicado en 1999, en un libro editado por William E. Duellman, profesor emérito de la Universidad de Kansas, en Estados Unidos, titulado Patterns of Distribution of Amphibians: A Global Perspective (Patrones de distribución de anfibios: una perspectiva global). En esa ocasión, el investigador estadounidense había registrado 1.644 especies en el continente sudamericano y publicó una serie de mapas que apuntaban cómo se encontraba distribuida esa diversidad. En la era pre SIG (Sistema de Información Geográfica), ese investigador contaba con pocos recursos como para analizar los procesos ecológicos y evolutivos que generaron los patrones observados. En tanto, en este nuevo libro, el grupo brasileño compiló información de distintos bancos de datos y de la literatura científica producida hasta ahora sobre el tema. Asimismo, el uso de herramientas de SIG les permitió a los investigadores realizar análisis que no había abordado Duellman.

“Pese a que se habían llevado a cabo diversos estudios desde el último mapeo, todos se habían enfocado nítidamente en algún grupo específico de anfibios anuros o en alguna zona de América del Sur”, dijo Tiago da Silveira Vasconcelos, posdoctorando de la Facultad de Ciencias de la Universidade Estadual Paulista (FC-Unesp), en su campus de la localidad de Bauru, y primer autor de la obra.

Da Silveira Vasconcelos realizó parte del trabajo en el marco del proyecto intitulado “Macroecología de anfibios anuros del Cerrado y del Bosque Atlántico: modelado de distribución potencial, la influencia de los cambios climáticos y áreas prioritarias para la conservación”, que integra el Programa FAPESP de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales.  (Lea: Perdida por 25 años reaparece en la Sierra Nevada la hermosa ´rana arlequín de la noche estrellada). (Imagen: Rana Arlequin de la noche estrellada, Crédito: Global Wildlife Conservation). 

La selva y la montaña

Este estudio confirma –tal como se había consignado en trabajos anteriores– que las regiones más diversas del continente son la Amazonia Occidental y el Bosque Atlántico del sudeste de Brasil. La alta diversidad en esas áreas ocurre sobre todo debido al encuentro de la selva con las montañas. En el caso de la parte oeste de la Amazonia, por la cercanía con la Cordillera de los Andes. En el Bosque Atlántico, por la de las zonas serranas de Serra do Mar –que se extiende desde el estado de Río de Janeiro hasta el estado de Rio Grande do Sul– y de Serra da Mantiqueira, que abarca los estados de São Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais.

“Las selvas tropicales, cuando se asocian a topografías accidentadas, generan una gran diversidad de especies y funciones ecológicas. Por eso son sumamente importantes para la conservación de los anfibios anuros en América del Sur en general”, dijo Da Silveira Vasconcelos.

No obstante, los autores resaltan que áreas relativamente pobres en especies como el Cerrado (tal como se la conoce a la sabana brasileña), también requieren atención, dada la importancia de esos sapos y ranas en lo concerniente a servicios ecosistémicos tales como el ciclo de energía y el de nutrientes, como así también el de control de plagas agrícolas. La región del Cerrado es una de las mayores productoras agrícolas de Brasil.

“La preservación de los anfibios anuros, aun cuando sean especies comunes y ampliamente distribuidas, es sumamente importante para el mantenimiento de las cadenas alimentarias. Esto asegura el control natural de plagas agrícolas o de mosquitos vectores de enfermedades tales como el dengue, la fiebre amarilla y el chikunguña, por ejemplo. Una reducción drástica de los anfibios probablemente derivaría en brotes de enfermedades en humanos y en las plantaciones”, dijo Da Silveira Vasconcelos.

También acuerdo con el autor, las regiones pobres en especies no necesariamente constituyen el refugio de especies comunes. Tal es el caso de las zonas centro y sur de los Andes, que concentran un alto grado de diversidad filogenética y de especies endémicas (que existen únicamente en esa región).

“Nuestro estudio suministra una orientación para que los investigadores salgan al campo a intentar develar evolutivamente qué sucedió para que surgiesen esos patrones. Es importante preservar esas áreas para no perder el legado evolutivo de la historia de la vida en la Tierra”, dijo el investigador.

Este trabajo contó también con una Ayuda a la Investigación en la modalidad Jóvenes Investigadores, en el marco del proyecto intitulado “La influencia de los procesos ecológicos y evolutivos en la estructuración de comunidades de anfibios a distintas escalas espaciales y temporales”, coordinado por Fernando Rodrigues da Silva, dentro del Programa FAPESP de Investigaciones en Caracterización, Conservación, Restauración y Uso Sostenible de la Biodiversidad (BIOTA-FAPESP). Y contó también con la beca de posoctorado de Diogo Borges Provete.

Todos los autores recibieron la ayuda de la FAPESP durante su posgrado en el Instituto de Biociencias, Letras y Ciencias Exactas (Ibilce) de la Unesp, en la localidad de São José do Rio Preto, bajo la supervisión de la profesora Denise de Cerqueira Rossa-Feres, a quien le dedican la obra.

 

Por André Julião | Agência FAPESP

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