Hay animales que saben cambiar de casa y otros no tanto

Los animales salvajes del trópico sufren seis veces más los efectos de la deforestación que los de climas templados, acostumbrados a adaptarse a incendios, estaciones o huracanes.

Lisbeth fog*
18 de diciembre de 2019 - 02:38 p. m.
 Investigadores descubrieron que, mientras más cerca esté un bosque de la línea ecuatorial, su fauna silvestre sufre seis veces más los cambios en su hábitat.  / Pixabay
Investigadores descubrieron que, mientras más cerca esté un bosque de la línea ecuatorial, su fauna silvestre sufre seis veces más los cambios en su hábitat. / Pixabay

Como los mexicanos saben que su territorio se mueve, están preparados para evacuar edificios y ponerse fuera de peligro en el menor tiempo posible. No pasa lo mismo con los habitantes de otras ciudades donde nunca tiembla, y el día que ocurre un sismo, muy probablemente se genera caos porque no saben cómo actuar.

Un reciente artículo publicado en la revista Science encontró que con los animales sucede algo similar: aquellos que viven en bosques con climas de estaciones, en Estados Unidos, por ejemplo, están acostumbrados a los incendios de California o a los huracanes de la costa Este y han desarrollado formas de adaptarse a este tipo de eventos puntuales que ocurren con cierta frecuencia.

Los ecólogos los llaman “regímenes de disturbio”, y los animales que viven en ambientes con estos regímenes tienden a adaptarse mejor a la transformación actual de los bosques por acciones humanas. En cambio, en los trópicos, en Colombia por ejemplo, los grandes disturbios naturales no son tan sistemáticos, por lo que los animales silvestres viven en ambientes históricamente más estables y cualquier cambio en su hábitat los toma por sorpresa. Difícilmente se adaptan a los ambientes creados por el ser humano y lo que sucede es que fácilmente entran en la categoría de especies amenazadas o en vía de extinción.

Luego de analizar 73 bases de datos de estudios de campo en ecosistemas transformados, en las que están descritas 4.489 especies animales —artrópodos, aves, reptiles, anfibios y mamíferos—, los investigadores concluyeron que mientras más cerca esté un bosque a la línea ecuatorial su fauna silvestre sufre seis veces más los cambios en su hábitat, y por tanto no tiene capacidad de reaccionar ante el rápido crecimiento de la frontera agrícola.

“Debemos comenzar a reconocer que el bosque tropical no solo es increíblemente diverso en especies, sino que las especies encontradas allí son más sensibles a la fragmentación de los bosques que en las zonas templadas”, enfatizó Matthew Betts, del Departamento de Ecosistemas Boscosos y Sociedad de la Universidad del Estado de Oregon, Estados Unidos, y coautor del estudio.

Este resultado confirma una teoría planteada hace unas décadas, pero que no había sido suficientemente trabajada: “La hipótesis de filtro de extinción predice que las especies de bosque que han evolucionado en entornos de regímenes de disturbio muy fuertes claramente son muy resilientes, porque tienen una gran capacidad de adaptación, en términos de reproducción o de tolerancia a condiciones extremas de temperatura o precipitación”, explicó el profesor investigador Nicolás Urbina-Cardona, de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana y coautor del estudio.

Se trata de una mirada histórica. En el caso colombiano, por ejemplo, “los pulsos de deforestación más grandes se están dando en los últimos 70 años”, y en ese tiempo “es imposible que se adapten las especies”. La deforestación actúa como una perturbación de origen humano que altera profundamente cualquier régimen de disturbio en un ecosistema.

La hipótesis de filtro de extinción también confirma que los rasgos ecológicos, como el tamaño del animal, si vuela o camina, su modo reproductivo o sus hábitos de supervivencia, determinan la forma como las especies responden a un fenómeno que se denomina “efecto de borde”, que en últimas define las capacidades de los animales para adaptarse o morir en un bosque nativo que ha sido deforestado.

El efecto de borde sucede cuando llegan la motosierra o la retroexcavadora y en pocas horas convierten parte del bosque nativo en potrero. El borde es el límite entre uno y otro. El animal lo atraviesa y se adapta a este paisaje transformado, o no lo hace y muere. “Hay especies a las que les encanta el potrero, y hay otras a las que les gusta el borde pero siguen usando el bosque”, continúa Urbina. “Usan el mejor de los dos mundos: viven en el bosque, pero se reproducen en el potrero”.

En realidad, a los 39 autores de la investigación les preocupan más los animales que pertenecen a especies núcleo, aquellas que viven en lo más profundo del bosque, en condiciones muy estables de humedad relativa y de temperatura, ausencia de viento y muy poca luz. Esas son las que difícilmente se adaptan, buscan refugiarse todavía en lo más lejano al borde, pero ese borde reduce cada vez más su espacio. “Y resulta que la gran mayoría de los bosques del planeta están a 500 metros de cualquier borde”, dice Urbina.

En ambientes templados, los autores del artículo de Science, estudiaron bosques de coníferas principalmente y en los ambientes tropicales las selvas húmedas tropicales y el bosque seco tropical.

Debido a la agricultura y la ganadería, en Colombia se ha perdido el 92 % de la cobertura original de bosque seco tropical. En estos ecosistemas tropicales, muchos de los animales pueden haber desaparecido en respuesta a la pérdida de su hábitat.

Un mensaje para los tomadores de decisiones

Por diferentes factores, la mayoría de origen humano, los bosques se fragmentan, y cuando esto sucede las especies que forman parte de la biodiversidad del planeta sufren de una u otra forma. Urbina resume así las recomendaciones de la investigación:

La construcción de carreteras genera ruptura del hábitat. “Hay animales silvestres que solo por la textura, el reflejo y el albedo en temperatura del pavimento, evitan cruzar la carretera, lo que genera una separación de las poblaciones. Otras especies, como las lagartijas y las tortugas, que no regulan internamente su temperatura, se ven atraídas por la carretera por ser más calientica que el bosque, y allí mueren atropelladas”.

La conservación de los bosques nativos es clave, sin importar el tamaño. “Todos los fragmentos de bosque, por pequeños que sean, son importantes. Así, las figuras como las reservas de la sociedad civil, o esquemas de conservación desde el ecoturismo, o los pagos por servicios ecosistémicos por la sociedad son importantes”.

Las especies núcleo son las más vulnerables. “Las especies de áreas núcleo de los bosques no van a migrar, incluso si se les pone un corredor biológico. Su destino, incluso en escenarios de cambio climático, depende de lo que suceda en el bosque. Es necesario, entonces, manejar adecuadamente los bordes, evitar la entrada del ganado, controlar incendios e implementar acciones de restauración ecológica para mejorar la calidad del bosque.

Las especies de borde pueden ir de un lado para otro. “A las especies de borde si les deberíamos dar la oportunidad de migrar incluso altitudinalmente en escenarios de cambio climático. Podemos tener elementos como el manejo de las fincas, cercas vivas, árboles nativos que estén inmersos en los potreros para que cumplan un papel de trampolines para cambiar de sitios, hacer cumplir la ley que obliga a respetar los 30 metros alrededor de un cuerpo de agua, para tener una gran cantidad de corredores”.

Betts concluyó: “La responsabilidad de la conservación no solo recae en los países tropicales, sino también en los países templados que se benefician de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que brindan estos bosques”.

*Este artículo fue publicado originalmente por la Revista Pesquisa de la U. Javeriana. 

Por Lisbeth fog*

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